La remesa de articulillos independientes de Antonio Balsalobre

La segunda enmienda

No sabemos si la última matanza, la de Texas, con diecinueve niños y dos profesoras asesinados por un adolescente en una escuela, habrá hecho cambiar de opinión a los defensores en España de tener armas en casa. Esperemos al menos que les haya hecho reflexionar. Si algo estremece, por encima de muchas otras cosas, de Estados Unidos, donde los tiroteos masivos se cuentan casi por día, es el apego que una parte de su población -minoritaria, al parecer, pero con mucho poder político- profesa a pistolas, fusiles de asalto y toda clase de armas de fuego. Más allá de la perturbación mental que puedan presentar los asesinos, el detonante de estos tiroteos devastadores se encuentra en la esencia misma de la segunda enmienda de su Constitución que protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. Una ley que muchos allí quieren cambiar y que otros aquí quieren introducir.

Que ya es decir

El partido que llevaba en su programa la supresión de la España de las autonomías (porque era “el mayor cáncer de la nación”), bregará el próximo 19J por hacerse con la presidencia de la Junta de Andalucía. Será, digo yo, como en el cuento infantil, “para comérsela mejor”. Su candidata, la ultraderechista Macarena Olona (o de “Salobreña”, si prefieren, por su más que dudoso empadronamiento), está además tan crecida que ya se ve señoreando en San Telmo y cediéndole condescendientemente la vicepresidencia al popular Moreno Bonilla. “Esto es entre el PSOE y yo”, va diciendo por ahí. Es verdad que si se confirman, como señalan algunas encuestas, los ascensos, por un lado, del PSOE de Espadas, y por otro de la “salobreña” es más que probable que al actual presidente de la Junta acabe saliéndole el adelanto electoral por la culata. Incluso peor que a Mañueco, que ya es decir, cuyo gobierno naufraga en Castilla y León tras su pacto vergonzante con Vox.

Baraka

Más de diez veces “disparó” a meta el Liverpool. Y cada uno de esos “trallazos” fue neutralizado por un Courtois inconmensurable. Hay en la épica futbolera mucho del lenguaje bélico, que utilizamos metafóricamente con toda naturalidad. Cualquier partido, pero mucho más una final de la Copa de Europa, como la que presenciamos el domingo entre el Real Madrid y el Liverpool, es lo que más se asemeja a una batalla no cruenta, en la que entran en juego tácticas, estrategias, pero también, como en la guerra, intereses económicos y sentimientos. Una contienda que, sin embargo, no deja de ser un juego que depende, ciertamente, de la habilidad o destreza de los jugadores pero que en ciertos casos de igualdad queda en manos de una especie de “suerte providencial” que en Marruecos llaman baraka. Como “eterno e insumergible”, califica cierta prensa francesa al Madrid tras alcanzar épicamente su decimocuarta Champions. Pero también, no me digan, tocado por la suerte.

La manta

Parece obvio que, como reconoce el propio secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolái Patrúshev, después de que hayan pasado más de tres meses desde que Putin ordenara a sus tropas invadir Ucrania, “los plazos establecidos no se están cumpliendo”. ¿Significa esto que Rusia esté perdiendo la guerra? Evidentemente, no. Pero sí que no la está ganando. Y eso en términos militares y políticos no deja ser revelador. Tras devastar gran parte del país vecino y machacar a su población sin haber conseguido someterlo, a Putin no le va a quedar otra que decretar una movilización general impopular y reactiva. Más si cabe en momentos en que parece que la enfermedad que le acecha más que un rumor empieza a ser una realidad. No había más que verlo en el desfile del 9 de mayo, cubiertas las piernas con una manta, cuando los veteranos nonagenarios que lo rodeaban se exhibían a cuerpo.

 

 

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