La reconciliación, ¿pa cuándo?, por Diego J. García Molina

La reconciliación, ¿pa cuándo?

Seguimos inmersos en plena progresión aritmética de contagios por covid-19 y nuestra clase política sigue a lo suyo. Hasta a mí me cansa seguir comentando las estúpidas peleas de nuestros representantes (si, son quienes nos representan) que nos encontramos a diario en prensa y televisión. Es triste y aburrido que, en plena lucha por huir del virus, donde ya ni sabemos cómo enfrentarlo, se dediquen a fruslerías que a casi nadie interesa, salvo a los incondicionales y fanáticos de cada signo quienes siempre tienen excusa para todo. Como muestra, un ejemplo de ayer: los que veían mal que salieran los despectivamente llamados cayetanos a protestar por las restricciones impuestas a la movilidad hace unos meses ahora aplauden, jalean, e incluso se encabezan las manifestaciones que intentar evitar limitaciones, en este caso, en barrios que ellos, de manera clasista, consideran afines. Ridículo. ¿Quién puede caer todavía en estas trampas? Fue una irresponsabilidad antes y lo es ahora. No hay mayor ciego que el que no quiere ver.

Por no hablar del gigantesco McGuffin del franquismo con la llamada ley de Memoria democrática, que sustituye a la Memoria histórica de Zapatero, capote este para distraer la atención utilizado una vez más cuando un gobierno socialista se encuentra en problemas. De esto nada quiero añadir excepto que es deplorable que no se apueste por la verdadera reconciliación y quieran de nuevo excitar la tensión, tanto de los suyos, como de la oposición, iniciando una espiral de reproches y descalificaciones que sólo conducen al odio. Nadie duda que en una guerra se producen desmanes en ambos bandos. ¿Por qué no centrarse en todas las víctimas de la guerra y represión previa y posterior, y no exclusivamente en las del franquismo, con el objetivo de cerrar una herida supuestamente cerrada? No queda sino aceptar que la transición fue un espejismo y los hijos de los que la llevaron a cabo, nietos a su vez de los protagonistas de aquella fratricida contienda, no han olvidado ni perdonado y queda mucha pedagogía por hacer. Está bien reparar lo que se pueda y sea factible dentro de una lógica, pero, ¿son responsables los hijos o los nietos de lo que hicieran sus padres? ¿Son los partidos políticos actuales responsables de lo que hicieran otros partidos, o inclusos esos mismos partidos, hace casi 100 años? ¿De verdad somos así o únicamente se actúa de este modo por cálculo electoral? No tengo claro cuál de las dos opciones sería peor. Tan sólo cuando dejemos atrás este trauma podremos empezar a centrar nuestros esfuerzos, de forma coordinada, en ser un país realmente humanitario y productivo.

Con respecto al coronavirus, la oposición del gobierno central y de las 17 autonomías ya deberían tener claro que no va a haber responsabilidades penales ni políticas, ni siquiera investigación, por la ineptitud a la hora de afrontar la crisis pandémica de primavera, por lo que deben dedicarse a ayudar activamente, en la medida de lo posible, a paliar los problemas derivados de ella. No encuentro en otros países una confrontación de este estilo, intentando sacar rédito político todas las formaciones políticas a cuenta de este drama. Es inaudito e indignante. Muchos países de nuestro entorno se encuentran en circunstancias similares, como Francia, con las UCI colapsadas, Reino Unido, con manifestaciones en contra de las restricciones con personas sin mascarilla, o en Estados Unidos, batiendo récords de contagios. Sin embargo, excepto quizás los demócratas en EEUU, en ninguno de ellos intentan aprovechar la enfermedad que se ceba en la población para sacar ventaja electoral y desestabilizar gobernantes como aquí.

Solamente Italia se ha salvado del aumento de transmisión de la enfermedad en esta segunda ocasión porque, como he comentado en un artículo anterior, si se tomaron en serio esta pandemia; para ellos si fue una tragedia y no escamotearon sus muertos, sino que, al contrario, se conjuraron para que no volviera a suceder, reclutando un comité de expertos y con una población concienciada en seguir las indicaciones establecidas. Es España da vergüenza ajena ver a un ministerio de sanidad incapaz de coordinar o dar órdenes a las autonomías, y el miedo a agraviar a nacionalistas catalanes o vascos tiene consecuencias, siendo estas dos comunidades dos de las que más contagiados y muertos contabilizan, con el añadido del problema que supone la falta de una acción conjunta entre territorios y gobierno central. Espero que en esta ocasión si en una comunidad se satura su sistema sanitario, tengan preparado el protocolo para derivar pacientes a la comunidad vecina, siempre que tenga capacidad para ello.

Con respecto a la economía, continúa degradándose y creo que ni en el ejecutivo se creen las predicciones que efectuaron meses atrás. La solución que están adoptando es la más cómoda, sencilla e irresponsable: más deuda y más impuestos. Yo no estoy en contra de los impuestos, son justos y necesarios si queremos que el estado aporte servicios útiles a la sociedad que los financia, no obstante, los gobiernos deben ser un poco imaginativos y no elevar la presión fiscal sobre el contribuyente cada vez que necesitan efectivo. Hay muchas otras estrategias que se pueden diseñar con el propósito de reducir el gasto superfluo, por un lado, y aumentar la recaudación, por otro, siendo además ambas medidas complementarias; sin tener que asfixiar económicamente, como acostumbran, a las clases medias y bajas, quienes son al fin y a la postre los que pagan el pato de todas las crisis.

 

 

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