La Rebelión Social de abril de 1904 en Cieza

Comienzo del Camino de Madrid. A la derecha se ve la caseta y el  funcionario que cobraba el impuesto de Consumos. Imagen publicadas en ‘Cieza, cien años en imágenes’.

Un bracero de 21 años, Juan Molina Quijada, falleció siendo su cuerpo portado a hombros por jóvenes obreras desde la salida de la ciudad  hasta el cementerio

Joaquín Salmerón-Juan

Siendo Alcalde de Cieza Diego Martínez Pareja, el 21 de abril de 1904 se celebró en el Teatro Galindo el primer mitin obrero de la Historia de Cieza. Nos relata su desarrollo el semanario local «La Voz de Cieza» en su número 499, cuyo director era el republicano Lorenzo Llinares. Nos cuenta dicho periódico que el mitin fue organizado por la Sociedad de Braceros legalizada «El Socorro Mutuo» y que contaba con unos quinientos socios. Pronunciaron discursos el catalán Vicente Barsante, el madrileño Contreras, así como los izquierdistas Saavedra, Sánchez de la Rosa y José Ríos Gil, este último por aquel entonces presidente de la citada sociedad de braceros de Cieza, donde se encontraba afincado aunque había nacido, hacia 1881/82, en Zucaina (Castellón). Era impresor y tipógrafo y se convirtió en director del periódico local “La Luz del Obrero” en 1905 y, posteriormente, de “Libertad”, llegando a convertirse en alcalde de Cieza el 29 de septiembre de 1933.

Pocos días más tarde, del 26 al 28 de abril, nos cuenta el periodista (y más tarde cronista de Cieza) Ramón María Capdevila lo que él vivió en primera fila: una de las primeras rebeliones sociales que ocurrió en nuestro municipio. Nos lo narra, casi todo, en las últimas páginas de su Historia de Cieza, volumen III. Los abusos y vejaciones que ejercían los agentes encargados de la cobranza de los impuestos llamados “Consumos” fueron el origen de aquellos hechos. El cupo de “Consumos” había aumentado considerablemente para los contribuyentes que vivían y producían en el exterior de la ciudad y que pagaban dichos impuestos cuando traían sus productos hasta el núcleo urbano, en los años anteriores a 1904 y, especialmente, desde enero de este año. En relación con ello, el terrateniente y concejal del Partido Liberal Antonio Marín Oliver dijo en el Pleno extraordinario celebrado el miércoles anterior a las revueltas: «Es que somos muchos los que por nuestra posición o nuestro valimiento, siendo los más pudientes, pagamos muchos menos de lo que nos corresponde, y el contratista, que nos vende esa fineza, ora egoísta, ora obligada, tiene que repartir a los pequeños colonos, lo que nosotros no pagamos».

En la mañana del día 26 de abril, unos 500 colonos de las fincas ciezanas vinieron desde sus campos a la ciudad, a los que se unieron varios centenares de obreros del núcleo urbano, sobre todo del sector de las industrias esparteras y en buena parte mujeres “picaoras”. Al llegar al comienzo de la calle del Buen Suceso, los que figuraban a la cabeza de la manifestación, Diego García, Pascual Cartagena, Juan Marín, pidieron a Ramón María de Capdevila que los acompañara hasta el ayuntamiento para exponer al alcalde sus reclamaciones con respecto a los citados impuestos abusivos, reclamando la rebaja de cuotas del extrarradio o la supresión de arriendo de la Renta de Consumos y su exacción por reparto.

Teatro Galindo, escenario del primer mitin obrero en Cieza, el 21 de abril de 1904

Las promesas del alcalde de someter al pleno sus peticiones no satisfizo a los manifestantes, por lo que los manifestantes marcharon dando voces de ¡abajo los Consumos!, destruyendo e incendiando todas las más tarde conocidas como “casetas de aforaores” que se localizaban, a la entrada de ciudad, en todos los caminos y carreteras. Ello lo hicieron “sin ofender a los empleados, a quienes permitieron sacar, previamente, de “las casillas” todos los objetos de su propiedad particular”. Destruidas las mismas, los manifestantes se dirigieron a la “Administración de Consumos”, entonces situada en la calle López Puigcerver, asaltándola, permitiendo marcharse, previamente, a los empleados de la misma. Destruyeron todos lo perteneciente a los adjudicatarios, por contrato municipal, del cobro de los injustos y abusivos impuestos: muebles, archivos, libros, estantes, pesos, medidas, básculas, arrojando todo a la calle, destruyendo todo con palos y piedras. Nos cuenta Capdevila que “Las orzas, corambres, barriles, y zafras que contenían aguardiente, vino y aceite, fueron destrozados, vertiendo el líquido y arrojando a la calle los envases. Igual suerte corrieron gran número de sacas de arroz, maíz, sal, cal hidráulica, molluelo y otros granos y especies y muchas cajas de jabón, que fueron desparramadas por la casa y mezcladas con los anteriores líquidos, que formaban balsas en las habitaciones. Nada que perteneciera a la administración fue respetado; la tartana y cabriole del rematante, fueron arrastrados por los amotinados hasta el puente y arrojados al Segura, como algunas pipas grandes que no podían destruir, pues no llevaban hachas, picos ni arma alguna. En cambio, bastó advertirles que la gran cantidad de trigo que había en las cámaras era del dueño de la casa, para que no lo tocaran, como respetaron una respetable partida de aceite que había bodega, al decirles que era depósito de un comerciante de esta”. Después se prendió fuego en la calle, a todo, ardiendo con facilidad por la presencia de todos los papeles y astillas de madera impregnados de aceite y alcohol.  Ante el peligro de que el fuego se propagase a la casa de los Consumos, los manifestantes los apagaron con agua de las casas vecinas con rapidez. Amonestando Capdevila a los manifestantes para cesaran en su acción le dijo airada una mujer de los manifestantes: “Así entran ellos en nuestras casas arramblando con lo que tenemos; con la diferencia de que ellos es para robárnoslo, y nosotros lo rompemos y lo tiramos”.

Después marcharon los manifestantes de nuevo al ayuntamiento, con la intención de entrar en él. La autoridad municipal dio orden a los guardias municipales de despejar la entrada y, para ello, echaron mano de sus sables, repartiendo algunos golpes y disparando uno su revolver sobre un tal Villegas, al que sólo quemó el disparo la ropa sin herirlo. Con la llegada de algunas parejas de la Guardia Civil y algunos oficiales, se reforzó la defensa de las Casas Consistoriales con un retén durante la noche siguiente pero no ocurrió durante la tarde ni la noche nuevos incidentes en ese lugar, aunque grupos de mujeres obligaron a los empleados de Consumos a que se retiraran de sus casetas. Para evitar males mayores, la Guardia Civil abandonó su refuerzo en esos puntos “entre aplausos y vivas”. Nos cuenta también el cronista que “Después se fueron las mujeres a la puerta del ayuntamiento donde se celebraba sesión extraordinaria con asistencia del Concejo, Junta de Asociados y mayores contribuyentes. En dicha sesión hubo unanimidad de pareceres, al apreciar que el reparto del extrarradio es injusto y vejatorio, acordándose su revisión y reforma en justicia. En cuanto a la forma de exacción del impuesto se acordó que siga haciéndose por arriendo; sólo el propietario López Gil se declaró partidario del reparto. A las dos de la tarde grupos de mujeres bajaron al matadero público, donde rompieron las pesas, y romanas que empleaba la “Administración de Consumos”.

El día 28, una numerosa comisión de los obreros, pidió a Juan López Gil, Félix Templado y a Antonio Marín Oliver, personas “prestigiosas”, que les acompañasen al ayuntamiento en apoyo de sus reivindicaciones, lo cual fue aceptado por los mismos. “Mientras, el alcalde había mandado publicar un bando en el que se exhortaba a las masas a deponer su actitud hostil. Dicho bando se publicó yendo escoltado el pregonero por un fuerte piquete de Guardia Civil de infantería y de caballería. Este aparato de fuerza produjo pésimo efecto en los manifestantes que rompieron el tambor del pregonero y que quitaron de las manos de citado bando. “Varias piedras cayeron, alcanzando alguna a los guardias, que cargaron sobre los grupos , produciéndose una confusión espantosa, cruzándose muchos disparos y resultando dos guardias contusos por pedradas, algunos paisanos heridos de sable y uno por disparo de máuser, que falleció a los pocos momentos de ser herido”. También resultó herido otro manifestante de un bayonetazo. Los guardias se replegaron a la Plaza Mayor y ocuparon su entono, disparando los máuseres contra los manifestantes. El muerto fue el bracero de 21 años Juan Molina Quijada, que antes de recibir las balas había disparado dos tiros de pistola al Teniente de la Guardia Civil apellidado Artiz, que iba a caballo, traspasando una bala el cuello del animal y, la otra, el tricornio del oficial. Al día siguiente tuvo lugar el entierro del campesino, asistiendo numeras personas y, sobre todo, mujeres, así como los líderes  liberales locales: Manuel Marín-Blázquez, Juan Yarza y Mariano Carrillo. En el entierro se llevó el féretro descubierto y lo portaron a hombros jóvenes obreras desde la salida de la ciudad  hasta el cementerio.

Al respecto de todo ello dijo Lorenzo Llinares en su periódico «La Voz de Cieza»: “Restablecida apenas la normalidad de la vida en esta Villa, no es razón oportuna la de remover el fuego con recriminaciones, ni censuras para nadie, por los excesos de unos y las torpezas o deficiencias de otros; por encima de las exageraciones de todos está la verdad, que se impone a las conciencias con imperativo irresistible.

Mienten los que quieren suponer a los causantes de los últimos desordenes un propósito deliberado de depredación y de exterminio contra los de arriba. Por espacio de muchas horas en la tarde del martes, y ¿por qué no decirlo? durante estos tres días, la población entera ha estado a merced de amotinados, sin que se haya dado el caso del más remoto atentado a las personas y a la propiedad”. El mismo día 28 de abril, se dio cuenta en el Pleno Municipal de que se instruyera expediente al rematante de “Consumos” Jesús Massa Piñera.

Ante la previsión de nuevos disturbios, Cieza fue ocupada por dos compañías militares que sabemos que se encontraban aquí todavía el 1 de mayo. El 3 de mayo los empleados de Consumos estaban en sus puestos, protegidos cada uno por tres guardias civiles, siguiendo cobrando los abusivos impuestos previos a la revuelta. La revolución social contra los impuestos abusivos se quedó sólo en una rebelión temporal que ocupó sólo tres días en la Historia de Cieza. Todo siguió como siempre.

 

 

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