¿Basta con eso?
Jueves 26 de diciembre
Marco Aurelio fue emperador y filósofo. Esto es, estadista y pensador, algo que, todo hay que decirlo, no abunda. Famoso por sus Meditaciones, este estoico, honesto y escrupuloso, que gobernó el imperio romano durante veinte años, no siempre lo hizo de acuerdo con las ideas que defendía, lo que debió atormentarlo no poco.
De hecho, el estoicismo aboga por la igualdad entre hombres y mujeres, entre esclavos y hombres libres. Sin embargo, no hay constancia de que emprendiera ninguna reforma seria para acabar con la esclavitud. A título personal también estaba contra los combates de gladiadores y la violencia; pero no los prohibió, y acometió guerras sangrientas. “Debió de ser consciente de que era imposible reformar ciertas instituciones sin poner en peligro la cohesión del imperio”, cree su biógrafo. “Y eso, ni lo quería ni lo iba a permitir”.
¿Le estará ocurriendo esto mismo al papa Francisco, que siendo de ideas progresistas apenas si se nota?
Pero donde esta contradicción se hace tal vez más palpable es, desde luego, en la izquierda, especialmente cuando gobierna (y más si lo hace necesitada de pactos alambicados). Chocan estrepitosamente el deseo y la realidad, lo que provoca no poca decepción en parte de sus votantes. ¿Falta de valentía? ¿Traición a los propios ideales?
“Se hace lo que se puede, teniendo en cuenta las correlaciones de fuerza y las embestidas de los poderes fácticos, económicos o geopolíticos a los que nos enfrentamos”, suelen responder los interpelados.
En defensa de su biografiado, Lenoir arguye que Marco Aurelio no aspiró nunca a la perfección, sino a hacerlo lo mejor posible y con la mayor sinceridad.
¿No le quedó otra? ¿Basta con eso? ¿Y si fuera solo eso “gobernar”?
Cuestión de perspectivas
Sábado 28 de diciembre
Vuelvo a Francia, sumida aún en la incertidumbre política. Hace apenas seis meses que estuve en la Plaza de Stalingrado en París, uno de los escenarios de celebración de la victoria (relativa) del Nuevo Frente Popular, y entre tanto han pasado por Matignon tres primeros ministros, que se dice pronto.
Primero cayó el Gobierno de Attal y después el de Barnier, este último con 90 días en el cargo. Ahora es Bayrou, designado por Macron, quien intenta articular una nueva mayoría que se presenta, en principio, tan incierta como la anterior. Pues a las mismas causas suelen corresponderles los mismos efectos.
Con el centrista Bayrou, que no es nuevo en esta plaza y ha tonteado en ocasiones con la izquierda, pero se ha alineado las más de las veces con la derecha, Macron vuelve a optar por un ejecutivo de carácter continuista y conservador, lo que ha provocado de inmediato una reacción airada de las fuerzas progresistas. “Esto no es un gobierno, es una provocación”, han exclamado al unísono los partidos no siempre bien avenidos que componen el NFP. “Esto es la derecha extrema en el poder bajo la vigilancia de la extrema derecha”, ha rematado Faure, líder del Partido socialista francés.
Y por si faltaba algo para el duro, se incorpora como ministro de Ultramar a este Ejecutivo el ex primer ministro Manuel Valls, odiado por gran parte de la izquierda por su oportunismo, sus “traiciones” y sus cambios de chaqueta.
¿Un regalo de Navidad envenenado? ¿Cuánto tiempo durará el nuevo Gobierno? ¿Y cuánto Macron? Son estas algunas de las preguntas que se hacen muchos franceses.
“Visto desde aquí, la mala salud de hierro del presidente Sánchez es envidiable”, es lo primero que me dice un amigo galo. Cuestión de perspectivas.
Flechazos
Lunes 30 de diciembre
Mañanas frías y soleadas en Aviñón. Así es el tiempo en la Provenza. Noches gélidas y oscuras, y días radiantes y diáfanos. El sol y el frío son dos elementos que casan bien. Que hacen un buen maridaje, como se dice ahora. Uno tonifica y el otro acaricia. Juntos despiertan los sentidos.
Son mañanas perfectas, por lo tanto, para pasear por la ciudad amurallada junto al Ródano. Para deambular intramuros durante horas por sus callejuelas y barrios medievales. No en vano se anuncia la capital de Vaucluse como ciudad de papas, de arte, de teatro, de cultura… Asombra, desde luego, el Palacio Papal, el edificio gótico más grande de la Edad Media, a caballo entre fortaleza y residencia lujosa, símbolo del poder temporal y espiritual de los nueve papas que residieron en él durante el siglo XIV. Pero sorprende, tanto o más, que una ciudad de tamaño medio se haya convertido en el epicentro mundial de las artes escénicas, con sus más de 130 salas de teatro en las que se programan entre unas cosas y otras unos 1.600 espectáculos durante el Festival Internacional en julio.
De los desencuentros y peleas papales, del vino de Châteauneuf-du-Pape, del puente Saint-Bénézet, el de la famosa canción infantil, tantas veces arrastrado por las crecidas del río, y de algunas otras cosas aviñonesas hablaremos mañana.
En este frío y soleado mediodía, me detengo en mi paseo y en mi escritura ante el que fuera convento de Santa Clara, donde, siendo joven, el poeta y humanista Petrarca se enamoró perdidamente de Laura, tan celebrada en sus versos, a primera vista. Un flechazo similar tuve yo con esta ciudad y la Provenza siendo también muy joven.