Fidelidad
A mediados de los 70 del siglo pasado vino a cantar al Club Atalaya de Cieza un joven barbudo (casi todos lo éramos en aquella época). Un joven cantautor extremeño afincado en Vallecas, llamado Luis Pastor, que había musicado poemas de Octavio Paz, Alberti, León Felipe o Blas de Otero, entre otros, en un disco titulado Fidelidad. No exagero si digo que nos cautivó. De hecho, fue el principio de una gran amistad. En aquellos estertores de la dictadura la canción protesta no cesaba de alimentar sueños de libertad. No ha dejado Luis desde entonces de componer y cantar, ni de pertenecer a la tropa épica de los cantautores que aún resisten, que no claudican, como hemos podido comprobar las muchas veces que ha vuelto por el Club. Pocos artistas han sido tan fieles a sí mismos como él. ¿Una canción suya que me habita? Tal vez, “Amar es combatir”. ¿Qué otra cosa si no es la vida? Una vez más, como diría Pepe Marín, la magia de su voz acarició la noche del pasado sábado las paredes del Club Atalaya para envolver a los asistentes con sus poemas, recuerdos y esperanzas. Y nosotros estuvimos allí para escucharlo. Cuestión de fidelidad.
Cartas marcadas
Hablemos de la libertad de expresión. De cuando no la había. De mediados de los setenta, sin ir más lejos. De los años de los últimos coletazos de la España franquista. De cuando para representar una inocente obra de teatro, por ejemplo, había que someterse al dictado de la censura. Imagínense aquí en Cieza a un grupo de jóvenes pertenecientes a una asociación cultural montando con ilusión una obra dramática titulada “La red”, que quieren representar en parroquias de curas obreros. Pero que antes deben escenificarla en exclusiva para un señor del Régimen que en el libreto previamente entregado va tomando notas. Y que al final sentencia lo que se puede y no se puede representar. Eso lo he vivido yo. Doy fe. Ahora vienen los herederos políticos y sociológicos de aquella dictadura, convertidos en difusores de bulos, noticias falsas y desinformación, a reivindicar su derecho a convertir la vida política en una pocilga. Libertad de expresión, siempre, ni un paso atrás. La llevan en sus zapatos y en su corazón aquellos que la defendieron corriendo delante de “los grises”. Ahora bien, sin olvidar que en esta contienda política hay quienes juegan con las cartas marcadas.
La sombra del rayo
Madrugada del 6 de abril de 1477. Tierra de fronteras. Tormenta perfecta. Tregua pactada entre Castilla y Granada e incumplida por ambas partes. Abul Hasán saquea Cieça… Un castillo destruido veinte años antes durante las guerras civiles entre Fajardos por el dominio del Reino de Murcia. Nobles con bulimia de tierras y de poder… Un pueblo desprotegido. Un rey nazarí que busca venganza. Un Adelantado Mayor que se parapeta en Molina y no acude en defensa de los cieçanos… Algarada, muerte y desolación. Cautivos conducidos a la Alhambra como botín de guerra. Horror en las mazmorras. Rescates para quienes puedan pagárselos… Un trono castellano inestable. Isabel y Fernando que se “desentienden” por “razones de Estado” de los cieçanos… Amor y desamor. Ansias de libertad. Fortaleza y debilidades de unos hombres y mujeres enfrentados a su destino… Estas son algunas pinceladas de lo que el lector podrá encontrar en mi novela Cieça.1477. La sombra del rayo (Alfaqueque Ediciones), que presenté el pasado miércoles 8 de mayo en el Balcón del Muro, junto a los restos de la Fortaleza.