Flores entre brumas
Sábado 8 de marzo (publicado en La Opinión de Murcia)
Contradiré hoy, sin que sirva de precedente, a Bertolt Brecht. Hablaré sobre árboles y flores, aunque suponga “callar sobre tantas y tantas alevosías”. En Cieza, mi pueblo, ya están los campos en flor. Se han dado prisa los melocotoneros, albaricoqueros y ciruelos en renacer. Ya se han cubierto los huertos de un manto rosado, blanco, y por algunos rincones incluso fucsia, lila, policromado… Ya se ha consagrado la primavera. Y este año, además, regada por una abundante lluvia. Se repite, y no es ninguna exageración, que la floración es un regalo para los sentidos. Tanto más hermosa cuanto que es efímera, perecedera. Un regalo para la vista, tanto si exhibe su paleta de colores bajo el azul intenso del cielo, como si lo hace entre brumas, nubes plateadas o chaparrones ocasionales. En todo caso, como ya me habrán oído decir otras veces, vengan, vean y sientan. Aparquemos por unas horas las preocupaciones e infamias del mundo y disfrutemos (a capricho del cielo soberano, sobre el que no manda nadie) de una naturaleza exuberante.
De cuclillas
Lunes, 10 de marzo
No sigan leyendo si les repugna la escatología. En caso contrario, hagamos un ejercicio de fabulación e imaginémonos al líder del imperio levantándose a toda prisa de madrugada, desgreñado, legañoso, bostezando al tiempo que se va bajando los calzoncillos, mientras se dirige al retrete, porque tiene, digamos, correntía. También nos lo podemos imaginar después en el trono imperial aliviándose. ¡Qué lejos queda esta imagen de la que en un vídeo ha querido transmitir de sí mismo, convertido en gigantesca estatua de oro en el resort que quiere levantar en Gaza sobre los cadáveres de decenas de miles de niños tras la expulsión de sus dos millones de habitantes! A los déspotas también hay que imaginárselos, lejos de la imagen de culto a la personalidad que quieren imponer, en actitudes menos heroicas, más terrenales. A Hitler, Stalin o Franco, por ejemplo, de cuclillas en las letrinas decretando genocidios mientras se quejan de dolor de almorranas. Tal vez así se presentarían ante nuestros ojos menos épicos y sí más endebles, menos endiosados y más “destronables”.
Absoluta sinceridad
Miércoles, 12 de marzo
Cuesta creerlo, pero por qué no habría de ser así. Me refiero a lo que dijo Gustavo Petro, presidente de izquierdas de Colombia, en una entrevista a El País: ser jefe de Estado es “de una infelicidad absoluta”. Dudo, sin embargo, que esta apreciación sea compartida por muchos otros líderes políticos. Por López Miras, presidente de nuestra Comunidad, sin ir más lejos, que por su trayectoria y predisposición da la impresión de que estaría encantado de seguir siéndolo el resto de sus días. No me digan que no se le ve feliz. Pletórico. Sonrisa ancha y brazos en jarra saltando de foto en foto, siempre en medio, ocupando el vértice de la V grupal. ¿Y Sánchez, qué?, contrarrestarán algunos, siempre al quite. Pues también, siempre radiante, y no te digo nada en las cumbres internacionales. De Putin, Trump o Kim Jong-un, mejor no hablar. En cualquier caso, no despreciemos la absoluta sinceridad de Petro: “No hemos conquistado el poder, hemos conquistado un gobierno administrador acorralado por los otros poderes y por intereses económicos”