La marquesa y el hijo del terrorista, por Vergara Parra

La marquesa y el hijo del terrorista

Aún con desgana, volveré a la prosa porque prosaica es la realidad. Sus señorías andan a la gresca verbal mas confiemos que ahí quede la cosa. Ya saben lo del huevo y la gallina pues no sabemos si el Congreso es reflejo de la sociedad o ésta de aquél, pero ésta es harina de otro costal o quizá no. Otro día hablaremos de ello.

Mi capacidad de asombro siempre consigue ser desbordada. Lo reconozco. Admiro esa capacidad de algunos lobos que, en cuestión de segundos y con una destreza interpretativa elogiable, se tornan en tiernas ovejitas capaces de suscitar honda compasión. Luego está esa legión de fieles devotos para los que la ideología y el odio al diferente lo es todo; hasta tal punto, que retorcerán la palabra y la argumentación hasta engendrar eso que llaman la “postverdad”; es decir, una falacia como un piano. González, un tipo listo como pocos, acuñó aquella de expresión, con evidente ánimo despreciativo, de la “verdad publicada”. Eran otros tiempos. La corrupción política se acumulaba con tal intensidad que las rotativas apenas podían seguir la estela de los acontecimientos y un diario, dirigido por Pedro J., llevaba por el camino de la amargura al partido socialista. El hispalense, con fina ironía y gracejo andalú, nos dio a entender que la verdad publicada nada tenía que ver con la verdad; en este caso, con la verdad gubernamental, naturalmente. Fracasó en su desesperado intento pues la verdad verdadera (en expresión mía) emergió con tal virulencia que la fetidez pudo percibirse desde cualquier rincón de la península e ínsulas rojigualdas.

Ahora las cosas son más complejas. Las redes sociales han venido para enmarañar todavía más la madeja. Por eso, la postverdad, que no es más que una estafa urdida por quienes temen la verdad como al mismo demonio, necesita la complicidad de internautas, feisbuqueros y tuiteros varios.

Pero no quisiera desviarme de la cuestión principal. Hace unos días, Cayetana Álvarez de Toledo, quizá la cabeza mejor amueblada de la bancada popular, lanzó un dardo al señor Iglesias que pocos han entendido o que, de haberlo hecho, prefieren quedarse en la superficie.

Cayetana tiene triple nacionalidad; argentina, francesa y española. Las dos primeras honran a su padre, francés, y a su madre, argentina. La tercera lo fue por decisión propia. Licenciada en Historia Moderna por la Universidad de Oxford; prestigiosa institución en la que se doctoró merced a una tesis sobre el obispo Juan de Palafox, virrey de Nueva España. Ha trabajado como redactora en el diario El Mundo en las secciones de opinión y economía y colaborado, en calidad de tertuliana, en el programa La Mañana de Federico Jiménez Los Santos.

Del bagaje curricular, de sus ocupaciones profesionales y de las propias reflexiones verbales y escritas de Cayetana, se infiere que es persona de indudable solvencia intelectual. Mas, al parecer, todo esto carece de valor para el señor Iglesias que, de forma desdeñosa y no menos altiva, se refirió a ella como “la marquesa” pues, en efecto, posee el título de Marquesa de Casa Fuerte.

Su homónimo galapagueño presenta a Cayetana poco menos que como una figura decorativa, desprovista de cualquier mérito personal por su imperdonable y noble condición. Nunca me gustaron los títulos nobiliarios pero no seré yo quien prejuzgue el mérito o demérito de quienes, en el ejercicio de su derecho, los aceptan y pasean. Pero Pablo pinchó en hueso porque Cayetana, lejos de amilanarse, le pagó con idéntica moneda. Despreció los innegables talentos de Iglesias, que los tiene, y le llamó hijo de un terrorista.

Quienes ríen, enmudecen o ponen corazoncitos feisbuquenses ante los escarnios, oprobios, injurias o falsedades vertidas contra los enemigos de la revolución, son los mismos que, ante la interpelación de Cayetana, se rasgan las vestiduras y gritan como posesos como llevados por el mismísimo belcebú. Enternecedor.

Hagamos un esfuerzo de análisis semántico y algo de lógica filosófica.

Primera premisa: Pablo Iglesias es hijo de su padre.

Segunda premisa: el padre de Pablo Iglesias, Javier Iglesias, militó en el F.R.A.P. (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota)

Tercera premisa: La citada filiación ha sido reconocida por el propio afiliado y por su hijo.

Cuarta premisa: Entre otras acepciones, podríamos definir el  terrorismo como una forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general.

Quinta premisa: El citado F.R.A.P. perseguía los siguientes objetivos:

  1. Derrocar la dictadura fascista y expulsar al imperialismo estadounidense de España mediante la lucha revolucionaria.
  2. Establecimiento de una República Popular y Federativa que garantice las libertades democráticas y los derechos para las minorías nacionales.
  3. Nacionalización de los bienes monopolísticos y confiscación de los bienes de la oligarquía.
  4. Profunda reforma agraria sobre la base de la confiscación de los grandes latifundios.
  5. Liquidación de los restos del imperialismo español.
  6. Fundación de un Ejército al servicio del pueblo.

 

Huelga recordarles qué fue de aquellas naciones en las que repúblicas populares resultaron victoriosas: tiranía, miseria, enriquecimiento de las oligarquías políticas y un ejército fuerte; sí. Pero no al servicio del pueblo sino para someterlo.

Con toda razón, alguien pudiera pensar que el llamado F.R.A.P. luchaba contra un régimen dictatorial, lo cual no disiparía la naturaleza terrorista de este tipo de dialéctica política. Sabemos que los vencedores instauraron una dictadura pero nunca sabremos qué habría pasado de haber ganado el bando republicano. Sospecho, sólo sospecho, que este tipo de movimientos anarquistas no habría sido demasiado compasivo con los vencidos.

Víctimas del F.R.A.P.:

01/05/1973: Juan Antonio Fernández Gutiérrez, subinspector de policía, a la edad de 21 años, es asesinado en las cercanías de la Estación de Atocha.

14/07/1975: Lucio Rodríguez Martín, agente de la policía armada, recibe ocho disparos de bala y fallece.

19/07/1975: El policía Justo Pozo Cuadrado es alcanzado por cinco disparos pero, por fortuna, sobrevivió al atentado.

Agosto de 1975: El teniente de la guardia civil, Antonio Pose Rodríguez, es asesinado.

Hubo algunas más pero estimo que es suficiente.

Sexta premisa: desde un punto de vista semántico, lógico y jurídico, se entiende por terrorista a todo aquel que, voluntaria y conscientemente, pertenece a un grupo terrorista.  Unos aprietan el gatillo, otros se ocupan de los dineros, otros de la intendencia y logística y algunos otros de la propaganda. Mas todos ellos y ellas, en mayor o menor grado, son terroristas.

Luego la afirmación de Cayetana, que es dura y que responde a la legítima defensa, es cierta. La verdad tiene sus riesgos pues cualquier hijo de la L.O.G.S.E. o amigo de la revolución, pudiera reconvenir la evidencia. Verbigracia: Una vez, uno que dicen que canta, autodenominado César Strawberry, de grave rictus y apariencia pretendidamente erudita, vomitó la siguiente reflexión: “A Ortega Lara habría que secuestrarle ahora”.

Strawberry, demostrada su despreciable contribución a la palabra, fue invitado por Errejón para intervenir en unas jornadas del Congreso de los Diputados sobre la libertad de expresión. “El Congreso es un templo de la palabra”; que dijera Lastra. Correcto Adriana pero no del todo. Templo de la palabra sí pero sumidero de la mugre no. Porque desear un nuevo secuestro de quien, libre de toda culpa, fue enterrado vivo en un infecto, húmedo y negro zulo de 3 metros de largo, por 2,5 de ancho y 1,8 de alto, DURANTE 532 DÍAS, está sólo al alcance de miserables.

Bien. Vayamos acabando. ¿A qué nos lleva todo esto? En realidad a nada. Porque las personas, en tanto seres individuales y únicos, tienen derecho a ser hijos de sus obras y no meros legatarios de sus ancestros. Iglesias disparó primero. Cayetana le advirtió, por primera y última vez, lo erróneo de ese camino.

Fdo. José Antonio Vergara Parra.

Marqués de las Zarzas, Conde de la Cuesta del Molino y Barón del Gorgotón.

 

 

One thought on “La marquesa y el hijo del terrorista, por Vergara Parra

  1. Jose Luis Salmeron

    «Si no puedes convencerlos, confúndelos».
    ————————————————
    Religión musulmana /buena.
    Religión católica/mala.
    …………..
    BILDU/ bueno.
    VOX/malo.
    ………….
    Separatismo/bueno.
    Patriotismo/malo.
    …………….
    Okupación de casa/buena.
    Compra de casa/mala.
    ……………..
    Empresas/malas.
    Ertes/buenos.
    …………….
    Hombres/malos.
    Mujeres/buenas.
    ………………..
    Comunismo/bueno.
    Capitalismo/malo.
    …………………….
    Pobreza /buena.
    Riqueza/mala.
    …………………
    Etc, etc, etc.
    Lo dicho:»Si no puedes convencerlos, confúndelos».
    Aunque yo cambiaría esa frase por la siguiente: «Si quieres vencer a un pueblo, confúndelo».
    En eso están.

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