Lucha contra la violencia
El tema de la violencia de género es una realidad que no parece tener fin. Las víctimas se enfrentan a un calvario cruel y degenerado como es este; situación que también afecta, aunque en unos datos considerablemente inferiores, a muchos hombres que, acobardados en la mayor parte de los casos, guardan silencio para no ser el hazmereir de los machitos idiotas de la sociedad.
Ahora bien, si hay un hecho más que irrebatible es que la cifra de mujeres asesinadas a manos de sus parejas es cuantiosamente superior: cuarenta y una mujeres han sido asesinadas por violencia machista en lo que va de año, lo que eleva a 1073 el número de mujeres asesinadas desde el año 2003, fecha en la que empezaron a hacer el registro de las cifras.
Quizá es tiempo de reflexionar y actuar desde todos los ámbitos. Hay encuestas que confirman que el sentido «de la posesión masculina» crece a edades muy tempranas. Por ejemplo, una encuesta realizada por la FAD en 2019 concluía con una afirmación muy preocupante: “Un 56% de los jóvenes defienden posiciones machistas”.
Y es que los celos, el control y la prohibición son las constantes a las que se enfrentan muchas mujeres todos los días. Por eso es imprescindible dejar claro desde el principio que nadie es posesión de nadie y que somos personas libres y con derecho a actuar con independencia suma.
Estos maltratadores, individuos indeseables, juegan con la ventaja del miedo irremediable de la víctima, de las famosas e incumplidas órdenes de alejamiento, que lo único que facilitan es el tiempo suficiente para que el agresor pueda mover ficha en un juego, cuya partida está más que asegurada.
Es comprensible el miedo de las mujeres simbolizado en ese silencio que utilizan como armadura para tolerar palizas con una gran sonrisa, por miedo a perder la vida. Esa mujer deja de quererse y piensa en los demás: hijos, familia, amigos…hasta tal punto que la tortura llega a convertirse en rutina que acepta sin más por culpa de un ser machista, que lo único que merece es la horca sin piedad alguna.
Es difícil denunciar, pero no imposible. No hay que enfermar de amor y tampoco hay que confiar en que «tal vez no lo volverá a hacer más». Porque cuando se prueba un dulce y gusta, la próxima ración es doble. Y es que la violencia de género no entiende de segundas oportunidades, por lo que los maltratadores no merecen condenas, ni reinserciones. Es más, en esta vida no hay cabida para estos monstruos descabellados, incultos, infelices y en algunos casos «asesinos».
Y ahora, y con la lucha que se está llevando a cabo para que las mujeres seamos libres, es tiempo de volver a confiar en que ya no volverá a pasar. Es muy difícil, y seguro que para las víctimas pensar esto supondrá una utopía; pero está claro que se persigue demostrar que nadie es dueño ni señor de nadie; y lo más humano es hacerles creer que no están solas.
Pero claro, es que la ley no proporciona seguridad a las mujeres. Tampoco a los hombres, porque a pesar de que tienen también legitimidad para ser amparados, al final, por pudor prefieren aguantar y sufrir desquiciadamente lo que supone el maltrato psicológico. ¡No me olvido de aquellos hombres que son denunciados falsamente! Estos también merecen ayuda, y sus agresoras el mismo castigo; nada de apiadarse si han cometido un delito.
Como mujer y con la frase en el pensamiento de “igualdad para todos”, como profesora y persona que inculca en las aulas la importancia del respeto, la igualdad y la tolerancia, así como la ayuda a todo aquel que lo necesite, apoyo a todas las mujeres y a todos los hombres que son víctimas de la violencia de género y condeno cualquier acto en contra de ambos. Nadie merece sufrir por la supremacía de ningún ser sobre otro; ninguna persona merece vivir coaccionada por el miedo a perder la vida y nadie debería afligirse por las crueldades que el ser humano es capaz de llegar a ejecutar.
Urge luchar contra la violencia, urge educar en valores, sin etiquetas y con sentido común. En definitiva, urge la unión entre hombres y mujeres para poner punto y final a estos episodios tormentosos que perpetúan la felicidad de las personas que se enamoraron en su día de ese ser maravilloso que con el paso del tiempo se convierte en el peor monstruo que de la ficción se podía esperar. La vida solo nos da la oportunidad de vivir una vez, no la malgastemos en aguantar a ogros, sino en ser felices y apartar de nuestro lado a toda persona que molesta.