«La hora dorada»

Todas las semanas nuestros lectores y lectoras pueden disfrutar de la sección La mirada de Tete Lucas, donde el célebre fotógrafo local lleva a cabo un análisis de las mejores fotografías que ha realizado de la localidad

Tete Lukas

La luz visible está formada por la suma de todas las longitudes de onda del espectro visible. Cada color tiene una longitud de onda diferente. Podemos ver los objetos gracias a la propiedad de la reflexión. Cuando un rayo de luz incide sobre un objeto, se refleja. El rayo rebota y sale en otra dirección, pero algunas longitudes de onda son absorbidas y no se reflejan. Nuestros ojos pueden captar las longitudes de onda que son reflejadas y así poder percibir los colores.

Por ejemplo, si tenemos delante un limón, lo percibimos de color amarillo porque el limón absorbe todas las longitudes de onda del rayo de luz, excepto las que se corresponden con el amarillo.

¿Por qué el cielo es azul? En realidad el cielo no es azul, lo que pasa es que nosotros lo percibimos de ese color. Si gracias a la reflexión veíamos el limón de color amarillo, aquí entra en juego otro fenómeno llamado refracción. La atmósfera terrestre está llena de gases, partículas de polvo, vapor de agua, contaminación de todo tipo… Cuando la luz incide sobre estos elementos se refracta y surgen los colores del arcoíris o espectro visible, todos conocemos el experimento de pasar un rayo luz por un prisma descomponiéndose en los colores del arcoíris (véase la portada del disco de Pink Floyd ‘The dark side of the moon’ y, de paso, escúchenlo si les apetece). La atmosfera actúa como una especie de prisma, pero solo refracta los colores con longitud de onda más corta que corresponden a los colores fríos, el azul, y, por ello, es que vemos el cielo de color azul.

La semana pasada hablaba de la hora azul, ese momento del día en el que el cielo adquiere un color azul intenso. Sin embargo, momentos después de esta hora azul, durante el amanecer, y antes, durante el  atardecer, la magia de la naturaleza hace que  por un intervalo de tiempo de una media hora aproximadamente, veamos el cielo en esos tonos  amarillos, naranjas, rosados y rojos que a todos nos maravillan y que en fotografía se llama “la hora dorada”.

Esto se debe a que cuando el sol está bajo tiene que atravesar una mayor cantidad de atmósfera, haciendo que se refracten los colores que corresponde a las ondas más largas llegando a nuestros ojos solo los colores que corresponden a dichas ondas; es decir, los colores cálidos ya mencionados.

La imagen que os muestro la tomé hace unos años desde la Sierra de la Pila, un imponente parque regional  que cuenta con una superficie total aproximada de 8.836 hectáreas y abarca los municipios de Jumilla, Abarán, Blanca, Molina de Segura y Fortuna.  Alcanza su altura máxima en el pico de La Pila, con una altitud 1.264 metros, desde donde se puede llegar a observar, siempre que no haya mucha calima, la costa mediterránea desde Alicante hasta la Manga del Mar Menor.

En su cara norte, desde donde está tomada esta foto, concretamente desde El Prisco, a 800 metros de altitud, la panorámica también es espectacular, alcanzando la vista hasta bien entrada la Comunidad de Castilla-La Mancha y haciendo que nuestra Atalaya y el Almorchón, que se muestran alineados, parezcan dos insignificantes montañas.

Paz, amor y decrecimiento.