La hoguera de las vanidades, por José Antonio Vergara Parra

La hoguera de las vanidades

Hace escasos días, la decimocuarta legislatura iniciaba su andadura. Desconocemos si naufragará o atracará en puerto seguro pero hay algo que sí sabemos; que sus inicios son decadentes y nada halagüeños.

El artículo cuarto del Reglamento del Congreso exige a los diputados electos un pronunciamiento expreso e inequívoco: la promesa o juramento de acatamiento a la Constitución Española. En mi humilde opinión, el Tribunal Constitucional haría bien en desaparecer, pasando sus competencias a una sala especial del Supremo. No ya porque su composición y resoluciones son, en parte, reflejo del poder político, que también, sino porque de “facto” la jurisdicción constitucional ha actuado en ocasiones como instancia revisionista del Supremo. Y esto es inaceptable.

Tiempo ha que un tal Idígoras y sus secuaces prometieron  por imperativo legal. El entonces Presidente del Congreso, el socialista Félix Pons, los mandó a templar gaitas, dignificando la alta institución que regentaba y ganándose con decencia el suelo.

Más adelante, nuestro TC, garantista para los felones e implacable con los justos, quién sabe si convenientemente aleccionado por el poder o cautivo de los medios “chachiprogres”, convalidó como pertinente la expresión “por imperativo legal” que, traducido al castellano “camilojosécelalense”, vendría a significar “por cojones”.

Abierta la veda, nacionalistas, secesionistas, apátridas y demás enemigos de la nación española tenían ante sí un variopinto abanico de posibilidades con los que sodomizar su promesa (porque jurar en vano es pecado) de obediencia a nuestra Ley de Leyes.

Los integrantes de ERC perjuraron «por la libertad de los/las presos/as políticos/as, hasta la constitución de la República Catalana y por imperativo legal.

Los del JxCat lo hicieron «con lealtad al mandato democrático del 1-O, por fidelidad al pueblo de Cataluña, por la libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados y por imperativo legal.

La CUP «por imperativo legal, con lealtad primera y última a nuestro pueblo».

EH-Bildu «por imperativo legal, hasta la creación de la República Vasca».

BNG  «por imperativo legal, con el compromiso de defender Galicia, la democracia y la soberanía»

Algún otro lo hizo por todo el planeta y por las trece rosas. Solo faltó quien lo hiciese por Snoopy.

España invierte poco en investigación, desarrollo e innovación pero en ocurrencias no hay quien nos supere. Y en desvergüenza tampoco.

Nunca he esperado nada de quienes dedican pensamientos y energías en laminar nuestra nación. Como ya advirtiera Mayor Oreja, estas gentes siempre dicen verdad, al menos en lo que concierne a sus objetivos políticos.

Lo que revuelve mis entrañas es este Estado pusilánime que, con la errónea creencia de estar sirviendo a la democracia, permite que la mofa, el desdén y la infamia resuenen en la sede de la Soberanía Nacional.

Representar al pueblo español es un honor y también una opción. Nadie está obligado a participar en magistraturas en las que no cree y que combate abiertamente. Algunas de las fórmulas utilizadas constituyen un insulto intolerable contra la dignidad de la nación española y, por extensión, contra los españoles de buena voluntad que amamos sin dobleces a este país. Nada tengo contra la presidenta del Congreso pero su actitud permisiva supuso una dejación inaceptable de sus obligaciones. Los cargos tienen sus cargas y, de no estar dispuesta a asumir sus obligaciones, más le valiera ceder ese cáliz que, por otra parte, no está mal pagado. Pero ya sabemos cómo funciona esto; alguien  debió sugerirle que fuera laxa, flexible, sorda y muda pues lo que estaba en juego no era España sino el poder; el poder de un megalómano que no entiende ni entenderá jamás la magnitud de lo que está en juego.

Me hago cargo que algunas de sus señorías, con ojos humedecidos y mentones en alto, juraron por España con una solemnidad sólo comparable con sus inconfesables ansias de pillaje. Mas, de momento y a Dios gracias, las conjeturas no son censurables y, mucho menos, punibles. Tiempo habrá, si fuese menester, de echar el lazo a los impostores.

Queridos amigos; en democracia las formas son importantes, más de lo que sospechamos; pues una malentendida distensión litúrgica puede desvirtuar la esencia de las cosas hasta hacerla irreconocible. Ilustrísimas y Reverendísimas Señorías: tiempo tendrán para traicionar sus promesas o juramentos pero, si no es mucho pedir, guarden las apariencias y disimulen cuanto puedan, aunque sólo sea para que nos formemos vagas ilusiones.

 

 

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