La emergencia climática según Diego J. García Molina

¿Emergencia climática?

Me llama la poderosamente la atención como las ideas, propuestas, problemas, movimientos, que van surgiendo, enseguida son alineados o los captan para sí las opciones políticas antagonistas que hoy día dominan todos los ámbitos de la esfera pública (Res publica). Un par de ejemplos recientes en España: estar en contra de las corridas de toros es considerado de izquierdas, y defenderlos de derechas; Vox incluso lleva varios toreros en sus listas, aunque ignoro si con la idea de atraer ese voto. Los movimientos feministas o LGTBI intentan ser monopolizados por la izquierda; recordemos las surrealistas declaraciones de la socialista Carmen Calvo diciendo que “el feminismo no es de todas (bonita), nos lo hemos currado los socialistas en sus años de historia”, cuando encima no es cierto, recordemos que en la república el PSOE votaba en contra de que la mujer tuviera derecho al sufragio. O este verano la agresión a los representantes de Ciudadanos en el último desfile del orgullo LGTBI obligándoles a abandonar la marcha, escoltados por la policía, tras el señalamiento de otros partidos a su presencia.

El tema más reciente que se ha puesto de moda, y que rápidamente ha posicionado a izquierdas y derechas, a favor y en contra, es el ecologismo con el famoso cambio climático. Emergencia climática es el último nombre asignado a los fenómenos naturales de la madre tierra, cualquiera diría que con esa denominación para amargarnos la vida. Parece como si tuviéramos que vivir en un estado de histeria y temor continuo para tenernos controladitos y no nos dé por pensar. Cómo en la novela distópica 1984 de George Orwell, siempre parece a punto de llegar el desastre, sin embargo, respiramos aliviados cuando comprobamos que nunca llega. Y así hasta la siguiente crisis. Aquí en España lo tenemos siempre presente con las pertinaces sequías y el estado de los embalses, de los que solo se da buena cuenta cuando están bajo mínimos. Jamás he visto, oído o leído en televisión, radio o periódico, respectivamente, una noticia sobre un pantano al 100% de su capacidad tras un periodo lluvioso. Solo se notifica el dato preocupante.

Antes de aportar ejemplos quiero recordar como a lo largo de las últimas décadas los alarmistas han utilizado diferentes nombres para los mismos, o parecidos problemas, cambiando la denominación cuando se demostraba equivocada: desertificación, deforestación (cada vez más masa forestal en Europa), lluvia ácida, agujero de la capa de ozono (casi cerrado), calentamiento global (la variación de temperatura es mínima y similar a otros periodos), hasta llegar al cambio climático, a todas luces irrefutable debido a que el clima no es inmutable y cambia continuamente desde que el mundo es mundo, por diferentes y variados factores. Por no hablar de Al Gore, quien en enero de 2006 vaticinaba un plazo de 10 años para llegar a un punto sin retorno y estamos en 2019. Hizo un documental diciendo que estarían derretidos los polos, no habría nieve en el Kilimanjaro o Nueva York estaría bajo las aguas, entre otras lindezas. La realidad es que él ganó el premio Nobel por ello, se hizo más rico todavía con inversiones en energía renovable subvencionada por el estado, y ninguna de sus predicciones se ha cumplido.

La religión climática debe estar pasando por su peor momento, aunque cada vez tenga más adeptos, cuando incluso hay que recurrir al sentimentalismo para convencer a gobiernos o a Naciones Unidas para que inviertan cada vez más dinero. Lo llamo religión porque se basa más en dogmas de fe, repetidos hasta la saciedad, que en datos concretos demostrados científicamente. De hecho, cada vez hay más científicos que cuestionan la teoría del cambio climático y el calentamiento global, cuestionando los métodos utilizados. Todos los modelos predictivos terminan resultando errados, alguno se ha demostrado incluso manipulado. Es delirante que científicos, como John P. Holdren, de la Universidad de California, quienes en los años 70 predecían que íbamos hacía una nueva glaciación ahora se sumen entusiastas a la tesis del calentamiento global. Para redondear la ecuación, el motivo que iba a provocar esta glaciación era, por supuesto, la mano del hombre, en concreto la quema de combustibles fósiles y sus emisiones, es decir, el mismo argumento para defender hoy lo contrario. Claro que entonces la solución era apostar por la energía nuclear, hoy día son los lobbies de la energía renovable los que presionan para obtener suculentos contratos multimillonarios. En España ya vimos lo que sucedió con las renovables gracias a Zapatero y ahora lo pagamos con el recibo de la luz más caro de Europa, con más del 50% del mismo a base de impuestos.

Está claro que todos queremos, y yo el primero, que los montes estén limpios de residuos, los cielos diáfanos, los mares sin contaminación, sobre todo a los que nos gusta el buceo y observar la vida marina, pero no a costa de engañar a las sociedades para poder medrar económicamente. Me parece perfecto que sigamos mejorando en eficiencia en la Unión Europea, de hecho se han reducido las emisiones drásticamente en los últimos años. Con respecto a las muertes debido a fenómenos meteorológicos extremos hemos pasado de medio millón en 1920 a aproximadamente 20.000 en la actualidad, con una población mundial mucho más elevada. Hace unos pocos días se dijo en la sede de las Naciones Unidas que la gente se está muriendo por el cambio climático. Solo que la primera afirmación es una sensación y la segunda un dato objetivo. El 95% de los plásticos que acaban en los mares proceden de 10 ríos, 8 asiáticos y 2 africanos. Las personas en los países desarrollados nunca han estado tan concienciados con el reciclaje, no obstante, los medios nos machacan continuamente con noticias catastrofistas.

Los países occidentales podemos (y debemos) mejorar pero al final es el chocolate del loro, son los países en vías de desarrollo quienes más contribuyen a este proceso contaminante y quiénes deben recibir ayuda del resto de países para poder evolucionar. De hecho, en la reciente cumbre del clima celebrada en Nueva York, China, India y USA no se han comprometido a revisar sus medidas de recorte de emisiones. Y es normal que sea así, China o India necesitan del carbón para mantener su productividad. No digo que sea bueno, pero no tienen en este momento otra opción para ser competitivos y sacar a su población de la pobreza. Habría que ayudar a estos países a revertir esta situación, pero lamentablemente las guerras comerciales se impondrán ante el interés general y es poco probable que haya acuerdo. Ante esta hipocresía, a veces me pregunto para que sirven las Naciones Unidas.

 

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