La Cueva del Arco, ¿y ahora qué?: una máquina del tiempo

Se ha abierto una estancia que quedó sellada en el pasado que puede albergar secretos inéditos para la humanidad

Antonio Guardiola Sánchez

Esta semana ha saltado a la palestra informativa uno de los hallazgos que no ha tardado en ganar trascendencia internacional. Se ha bautizado como “uno de los descubrimientos geológicos y espeleológicos más importantes de las últimas décadas”, y son múltiples los medios de comunicación internacional que se han hecho eco del descubrimiento. Pero alejándonos de los titulares sensacionalistas, serenándonos en la prudencia, tenemos que explicar por qué este descubrimiento puede marcar un antes y un después en la ciencia.

La Cueva del Arco ya se ha posicionado como uno de los primeros intereses de estudios científicos multidisciplinares. Tenemos que entender que aunque el descubrimiento se ha hecho en el transcurso de un proyecto de excavación arqueológica, su trascendencia es de carácter transversal, dando pie a futuras investigaciones científicas sin parangón.

La nueva cavidad descubierta por el equipo dirigido por Ignacio Martín Lerma y Didac Román, es una cápsula del tiempo cerrada durante más de 50.000 años. Supone un espacio inalterado, que estuvo abierto en el pasado, por lo que las perspectivas arqueológicas pueden ser abrumadoras.

Lo importante, el cómo se ha hecho y la metodología empleada. Rara vez se utilizan protocolos científicos en el deslumbramiento de cuevas vírgenes. El grupo GECA de la OJE de Cieza puede presumir de ser coartífices de lograr esta preservación, y es aquí lo importante. El método de exploratorio empleado y de balizamiento ha supuesto un hito metodológico que, incluso citando la palabra del catedrático de Geodinámica Externa de la Universidad de Almería José María Calaforra, quien participó en las primeras prospecciones, ya se considera como referente a GECA a nivel nacional.

 Y esto, ¿qué puede suponer?: una máquina del tiempo

Se ha abierto una estancia que quedó sellada en el pasado que puede albergar secretos inéditos para la humanidad. Muy ilustrativas resultan la palabra de uno de los directores de la excavación, Ignacio Martín, quien asegura haberse sentido como Howard Carter ante la apertura de la cámara sepulcral de Tutankamón, y no es para menos.

En el plano arqueológico, como ya habíamos dicho en un artículo publicado en junio del año pasado, Arco ya resultaba ser un paradigma de singularidad. Para no repetirnos invito a la relectura de él. El estudio del Paleolítico Medio resulta uno de los debates historiográficos de más actualidad, haciendo que Arco haya despertado el interés de importantes investigadores que no han dudado en colaborar con la dirección, como es el caso del doctor João Zilhão. El portugués se sitúa como uno de los grandes investigadores a nivel internacional, cuyas teorías e investigaciones parecen demostrar la capacidad simbólica de Neandertal, tesis que ha venido sosteniendo desde hace años y que a día de hoy ha ido ganando un gran peso académico, nuevas dataciones que arrojan cronologías coincidentes con Neandertal. Hay que recordar que hasta no hace tanto la capacidad simbólica era exclusiva de Sapiens. Se da una ruptura de paradigma, aunque el camino por recorrer es largo. He traído esto a colación porque es precisamente este periodo transitorio el que se da en la Cueva del Arco en los niveles actuales de excavación.

La otra gran sorpresa que ha adelantado Martin Lerma es la posibilidad de ampliar las cronologías de Arco. Es decir, sabíamos que había neandertales recientes, hace 50.000 años, pero adelantó que probablemente nos encontremos con neandertales de cronologías más antiguas, un hecho que también puede resultar de especial trascendencia en la comprensión del Paleolítico Medio y reestudiar las teorías sobre la desaparición del Neandertal. En el ámbito de la Prehistoria, Arco ya ha trascendido las fronteras regionales para convertirse en uno de los referentes de este periodo a nivel internacional.

En el plano de la Paleontología, y es en este aspecto donde ya se han logrado algunos descubrimientos, se abre un horizonte que entusiasma a los científicos. Ya se han documentado en las primeras prospecciones marcas de garras de oso y los cubiles donde hibernaban.

En cuanto a la Geología, el descubrimiento de esta inmensa cavidad, con sala de más de 80 metros y techos de más de 25, supone una excepción geológica en estas tierras que abre un nuevo panorama a la investigación. Los geólogos quieren comprender y tratar de explicar su formación. A la vez se pueden extraer valiosas informaciones orogénicas, tratando de comprender de una forma más aproximada la trasformación de esta zona geológica, una gran placa rocosa de materiales de plegamiento cársticos y de dolomías masivas que conforma el paisaje de Almadenes.

También dará pie al estudio de paisaje del entorno de Almadenes en el pasado, a través de los análisis palinológicos se puede hacer una reconstrucción de ese lugar donde interactuaron nuestros antepasados. Las posibilidades que este espacio inalterado ofrece a la ciencia son incalculables. En el plano biológico, se especula sobre la posibilidad de descubrir especies de insectos y artrópodos desconocidas. Se abren las puertas a un nuevo mundo todavía desconocido, y que se encuentra en el momento primigenio, por lo que los hallazgos con las que nos pueden sorprender son incalculables.

Este descubrimiento no es fruto de un proceso fortuito, sino que es un capítulo más que viene a continuar una historia inacabada de un yacimiento. Esas páginas de ciencia comenzaron a rubricarse en la década de los años 90 del pasado siglo, cuando el Grupo de Espeleología de Almadenes descubrió e inauguró esta apasionante historia viva de un yacimiento.