Javier Mateo Hidalgo busca el equilibrio perfecto a través de la poesía de Ataraxia

Entrevistamos al profesor, poeta, investigador y crítico de arte que nos desgrana las experiencias vitales a través de su libro de poesía recientemente editado por la ciezana editorial Almadenes

Rosa Campos Gómez

La literatura siempre se mantiene despierta y renovada, y el hacerla desde una mirada joven y amplia conjugada con un sentir poético diáfano, como hace Javier Mateo Hidalgo (Madrid, 1988) –profesor, poeta, investigador, crítico de arte…–, nos permite apreciarlo en Ataraxia (Ed. Almadenes, 2022), libro prologado por Miguel Sánchez-Ostiz con un genuino y hermoso texto en el que argumenta sobre “la limpieza de unos versos que celebran la vida sin falsas honduras librescas”, y cuya cubierta está ilustrada por una espléndida obra del ciezano José Víctor Villalba.

Conversamos con Javier Mateo Hidalgo -con quien tenemos la suerte de contar como compañero colaborador en Crónicas de Siyâsa– sobre este libro de flamante andadura, publicado por la editorial ciezana www.almadeneseditorial.com, que en su frase de referencia, “minas de palabras”, invoca al significado en árabe de almadenes, “minas”, y al del producto que da estructura y sentido a las páginas, “palabras”, también a ese cañón estratégico y maravilloso que canaliza al Segura en el tramo que une a Calasparra y Cieza.

Pregunta: Ataraxia es un título que nos sumerge en los orígenes de nuestra civilización. ¿Por qué lo elegiste para este libro de poesía y qué quieres transmitir con él?

Respuesta: Bueno, he de decir que siempre he recurrido a la cultura de la Antigüedad para buscar respuesta a muchas de las preguntas que me he formulado en mi vida. Pueden ser más o menos trascendentes, pero lo cierto es que lo que se produjo en aquella época representa la síntesis de todos nuestros anhelos como seres humanos. No me estoy refiriendo sólo al arte sino, sobre todo, a la filosofía. Parece que todo lo que se puede decir ya está dicho por los griegos. En este sentido, la palabra «Ataraxia», tal y como la define Demócrito, representa para mí el ideal al que debe aspirar el individuo. Un estado de equilibrio perfecto al que creo que me acerqué durante la etapa de su escritura. Aunque atravesé momentos más o menos agradables, creo que ese espíritu impregna todo el libro. Denominarlo así fue una forma justa y representativa de referir a lo que contenía, al espíritu con que fue escrito.

P: “Se precisa saber ver, sentir y escuchar para después seleccionar la arquitectura con que habitar la utopía”, afirmas en un aforismo onírico, sintetizando la necesidad de educar en el mirar y el oír para construir un futuro que no sea distópico ¿Es la poesía una de las recetas para educar los sentidos hacia esos necesarios proyectos?

R: Desde luego resulta muy inspiradora para ello. Para mí, la poesía a la que aspirar es la que se escribe desde la sinceridad. Es uno de los pocos formatos en la escritura donde se posee una libertad absoluta, en el que no existe la necesidad de escorarse tras ficciones para expresar lo que se siente.  Leer poesía es aprender de las experiencias vitales de quienes la han venido escribiendo desde tiempos inmemoriales. En ella está condensado el sentido de la vida, la forma en que el ser humano ha tratado de comprenderse y de entender lo que le rodea, explicándolo a través de la belleza. Esa lírica puede ser a veces del gusto de unos y del desagrado de otros, por eso considero que hay tantos autores y autoras como potenciales lectores y lectoras.  También creo que hay que leer de todo aunque no siempre nos guste o lo entendamos. Debemos hacer un esfuerzo para llegar a su interior, a fin de abrir el abanico de conocimientos.

P: “Su sonido me observa extraño, volviendo a casa. Ese violín, cada noche” y “la lluvia es un espejo donde ver pasar la historia” son ejemplos de versos con metáforas que nos indican una fusión anímica con la música, con la lluvia, con el ayer… Coméntanos algo sobre esta percepción.

R: En la escritura me valgo en muchas ocasiones de estas metáforas para tratar de explicar sensaciones o percepciones difíciles de describir de forma literal. Es algo en lo que me he entrenado durante mi vida, esa capacidad de poder evocar imágenes con las que reflejar estados anímicos. No sé si se puede llamar sinestesia, pero la fuerza de las imágenes, de la música, es imprescindible en mi vida. Puede que tenga que ver con mi formación artística, musical o literaria que me valga de estas cosas que, a mi juicio, nos humanizan y ennoblecen. Yo lo veo como algo necesario, no concibo mi vida sin ellas y tienen que estar en lo que hago.

P: Conocí tu labor como investigador cuando escribía un artículo sobre Helena Cortesina, me pareció un enorme hallazgo por todo lo que aportabas. Tu tesis doctoral va sobre ella, es un trabajo de gran relevancia por lo que aporta a la visibilización de las mujeres creadoras. ¿Qué te impulsó a esta investigación?

R: Esto tiene que ver con lo que antes te comentaba de mi formación musical. Tras licenciarme en Bellas Artes, determiné cursar primero un Máster de Guión Cinematográfico y después el curso Manifestaciones Artísticas y Literarias. Por cosas del destino, acabé decantándome a la hora de realizar mi trabajo final por el Departamento de Musicología. Mi idea originaria era realizar una investigación en torno a las adaptaciones literarias que se habían llevado a cabo dentro del cine español silente, pero después descubrí que podía ser mucho más enriquecedor añadir el elemento musical dentro de estas adaptaciones. Así encontré la partitura de la película Flor de España o la vida de un torero. En este hallazgo tuvo un papel determinante el profesor Julio Arce, que me puso tras su pista. ¡Cuál fue mi sorpresa al descubrir que esta «banda sonora» correspondía a la primera película realizada por una cineasta española! Al informarme de que lamentablemente la película no se conservaba, hice uso de mi formación musical para desentrañar la partitura, encontrando numerosas anotaciones del pianista de la época que debió interpretarla en directo en los cines. Así fue como reconstruí el argumento de la película, teniendo en cuenta el tono de cada tema musical, las acotaciones y demás. Fue un trabajo muy bonito que espero haya servido para que otros investigadores puedan seguir estudiando a Helena Cortesina y su legado.

P: Consigues imágenes poético-cinematográficas en tu poesía, escribes artículos sobre el séptimo arte y quienes le dan vida… ¿Qué te ha aportado el cine?

R: Ha sido fundamental en mi desarrollo artístico y sentimental, ya desde la niñez. ¿Cómo no sentirme el Salvatore de Cinema Paradiso? Uno de los primeros en descubrirme el séptimo arte fue mi abuelo paterno, quien precisamente de niño asistió al rodaje en su tierra (Estella) de la película muda que adaptaba Zalacaín el aventurero. Recuerdo la pasión con la que me transmitió todo aquello. También me descubrió muchos clásicos, aprendiendo a valorar esta etapa. Mis padres también me aportaron en mi formación cinéfila. Esto me llevó, siendo niño, a realizar una serie de películas caseras con amigos. Después, durante mi carrera, asistí a seminarios de cine, participé en otros y realicé cortometrajes serios. Por otro lado, la escritura siempre había estado ahí (como el dibujo o la pintura). El cine se presentaba como la forma de aglutinar todo ello, como una gran obra de arte total. Después llegaron las dificultades para seguir afrontando proyectos fílmicos, principalmente los altos costes económicos. Por esto quizá acabé realizando el máster de guion, escribir e imaginar historias me era más sencillo que llevarlas a cabo. Pensar sobre cine también me ha gustado siempre, de ahí mi afición por el ensayo.

P: Por último, nos gustaría conocer qué lectura de poetas frecuentas y si es la poesía el lenguaje en el que te encuentras más a ti mismo.

R: Existen muchos poetas que han resultado fundamentales, García Lorca, Aleixandre, Alberti, Miguel Hernández, Dámaso Alonso, Concha Méndez, León Felipe, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Ángel González… En el panorama internacional destaco a Oliverio Girondo, J. L. Borges, Dulce María Loynaz, Alejandra Pizarnik, Charles Baudelaire y Stéphane Mallarmé. Y, cómo no, la genialidad y dificultad de los clásicos, como Garcilaso, Góngora o Quevedo. Como te comentaba, la poesía ha resultado fundamental en mi forja como escritor, por su generosidad para la rebeldía. Sin duda es mi género predilecto, pero también he probado otros como el teatro, la novela y, sobre todo, el ensayo y el relato corto.

Mateo Hidalgo, que obtuvo el accésit en el XI Premio Leopoldo de Luis por su poemario El mar vertical, no cesa de crear nuevos proyectos, entre ellos un nuevo libro de poesía ya terminado, una novela en avanzado estado de gestación, y un texto sobre cine que, por su gran envergadura, tardará algo más en concluir.

En Ataraxia, la voz nueva y muy singular del poeta nos induce a percibir la vida en cada ángulo, sobre cada rasante, a veces desde una nostalgia que penetra imperceptible, pero que rápidamente se alterna con un dinamismo que, como contrapunto sagaz, se envuelve de amoroso sonido (“La música callada fuera, suena dentro de nosotros”); de agua en sus múltiples presencias, o ausencias (“La lluvia, siempre presente, nunca llegó” ); del pasado como activo (“¿Cómo vivir en una casa edificada sobre tantos lugares y tiempos? ¿Cómo evitar la grieta?”); y con la serenidad anclada en lo hondo, espacio siempre intacto a pesar de tempestades, sembrado de “esperanza en el remolino de la vida”.

 

 

One thought on “Javier Mateo Hidalgo busca el equilibrio perfecto a través de la poesía de Ataraxia

  1. Virginia

    Fantástico Javier, como siempre. Admiro tu capacidad para realizarlo todo y bien. Eres todo un profesional del arte en general. Enhorabuena.

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