Todas las semanas nuestros lectores y lectoras pueden disfrutar de la sección La mirada de Tete Lucas, donde el célebre fotógrafo local lleva a cabo un análisis de las mejores fotografías que ha realizado de la localidad
Tete Lukas
Esta semana termino esta serie sobre la invención de la fotografía y los diferentes procesos fotográficos que se sucedieron hasta llegar a la película de celuloide. Como vimos en la anterior entrega, Daguerre presentó en 1839 su procedimiento, al que bautizó como daguerrotipo. Por fin, el ser humano podía fijar permanentemente una imagen proyectada en una cámara oscura.
El daguerrotipo se obtenía en una placa de cobre a la que se aplicaba un baño de plata y, por último, se pulimentada y sensibilizada a la luz con yoduro de plata. Para revelar la imagen, la placa se exponía a vapores de mercurio que reaccionaban con el yoduro de plata, creando una amalgama o aleación con la plata. La cantidad de mercurio amalgamado variaba según la cantidad de luz que había llegado a cada uno de los puntos de la placa. Literalmente, la imagen era un bajo relieve creado por el mercurio. Finalmente, la imagen era fijada con tisolfato de sodio.
La presentación del daguerrotipo causó una gran sensación y, en cuestión de meses, el procedimiento se extendió por todo el mundo y se abrieron los primeros estudios fotográficos. Sin embargo, el daguerrotipo presentaba múltiples inconvenientes que lo harían desaparecer en pocos años. Por un lado, el procedimiento era muy costoso y delicado, además de peligroso por el uso del mercurio. Por otro lado, el daguerrotipo presentaba la peculiaridad de que la imagen estaba en negativo, por lo que había que variar el ángulo de visión moviendo la placa con las manos, algo así como aquellas pegatinas de los 80 y 90, que mostraban una imagen, pero si la movían ligeramente aparecía otra. Y, lo más importante, no había posibilidad de realizar una copia de la placa, el daguerrotipo era una imagen única.
El mismo año de 1839, William Henry Fox Talbot presentó un procedimiento que sentaría las bases de la fotografía moderna, creando el concepto de negativo y positivo, y la posibilidad de realizar múltiples copias del negativo original. Talbot utilizaba papel sensibilizado con plata como soporte y, gracias al tisolfato de sodio descubierto por Daguerre, podía fijar la imagen que aparecía en negativo. Para realizar el positivado, Talbot colocó la imagen negativa boca abajo sobre otro papel sensibilizado y lo sometió a presión, poniendo un cristal encima y, por último, las exponía al sol. La luz podía atravesar el papel en las zonas blancas, pero no en las oscuras, generándose así la copia positivada en el nuevo papel. Talbot llamo a su procedimiento calotipo (del griego kalos “bello” y typos “impresion”). El inconveniente era que las fibras de papel, por muy fino que este fuera, impedían en parte el paso de la luz, resultando una fotografía algo borrosa.
Hacía falta un material que dejara pasar la luz totalmente para poder obtener una imagen nítida. Ese material era el cristal, pues resultaba imposible conseguir una emulsión que fijara el material sensible en el cristal. Finalmente el francés Abel Niepce lo consiguió en 1840, utilizando clara de huevo; aunque era un material muy inestable y se estropeaba con facilidad.
En 1850, el inglés Robert Brinham utilizó un material descubierto pocos años antes, el colodión. Este procedimiento fue llamado colodión húmedo, pues había que realizar todo el proceso antes de que el colodión se secara. Primero se aplicaba una delgada capa de colodión (un material viscoso parecido a la miel) sobre el cristal, luego se sensibilizaba aplicando el yoduro de plata, seguidamente se introducía el cristal en la cámara y se realizaba la exposición e inmediatamente se procedía al revelado. Este proceso exigía que los fotógrafos que realizaban fotografías de paisaje y exteriores viajaran con su estudio a todas partes, el cual solía ser un carro tirado por mulas con un habitáculo que hacía las veces de cámara oscura y de laboratorio, como podemos ver en la imagen. Este proceso fue el utilizado en las magníficas imágenes de Cieza de 1871, tomadas por Jules Ainaud, quien trabajaba para la firma madrileña del francés J. Laurent, la pionera y más importante en reproducir obras de arte, paisajes, vistas de ciudades y monumentos.
Aun así, el proceso fotográfico era complejo y delicado, solo al alcance de unos pocos. Fue el estadounidense Aníbal Williston-Goodwin quien, en 1889, tras años de experimentación con otro material de reciente invención, el celuloide, usado para la fabricación de peines y cepillos, presentó la patente del rollo de película de celuloide, el popular negativo.
Había nacido la fotografía moderna. Las cámaras se hicieron más pequeñas y ligeras, llevando así la democratización de la fotografía a todo el mundo. Un nuevo arte al alcance de todos.
Paz, amor y decrecimiento.