Ingratos, por María Bernal

Ingratos

Es casi de película de ciencia ficción todo lo que está sucediendo un mes después de salir del estado de alarma. Y por consiguiente, la raza humana pasaría a llamarse raza inhumana si se siguen produciendo las canalladas de aquellos que se creen ser inmunes al peligro de cualquier realidad.

Y es que a pesar de haber recibido una preocupante lección sobre la importancia de la solidaridad y el respeto, Sófocles no se equivocaba al afirmar que: “Siempre se repite la misma historia: cada individuo no piensa más que en sí mismo”.

Han bastado solo tres semanas para que el ser humano haya mostrado su asquerosa faceta, la de ser egoísta y ambicioso por encima de la salud de tantas y tantas personas. ¿La consecuencia? Que a día de hoy haya más de doscientos brotes activos en nuestro país.

Para entender las exageradas ansias de libertad humana, podríamos establecer un paralelismo con una corrida de toros, donde el animal simboliza a los ciudadanos irresponsables y el torero es la figura del médico. Después de que se abriera la puerta de los toriles hace un mes, salieron las reses indomables para escarbar con los dientes la arena de las playas, las mesas de las terrazas y las discotecas. Y ante esta actuación, un médico torero incapaz de hacer frente a la manada con tan pocos recursos.

La desesperación por salir fue de tal relevancia que se han olvidado de que, de la misma manera que ellos se lanzaban al placer y al disfrute del cual no pueden prescindir por un tiempo ni por su propia salud, siguen en primera línea los que ponen su vida por delante de la nuestra como si se tratara del escudo con el que luchó  Aquiles con el fin de que, una vez que lleguemos enfermos, podamos sobrevivir a la batalla.

Pero sois unos auténticos ingratos aquellos que hacéis de la irresponsabilidad vuestro estilo de vida. Porque la manera más descabellada de agradecerles la angustia, la impotencia, la debilidad, así como el miedo incesante que han padecido y, ojalá que no, pero que aún les quede por padecer, ha sido saliendo a fiestas ilegales, a playas abarrotadas y a reuniones familiares numerosas sin extremar las medidas de precaución; porque ¡ojo! tenéis  que vivir la vida a tope.

¿Es lógico que en tres semanas con motivo de esta forma de pensar sin límite alguno se hayan acelerado de manera incontrolada los contagios? ¿Esto qué coño es? ¿Borrón y cuenta nueva?

Ese es otro de los problemas. El hombre olvida rápidamente lo sustancialmente importante (han fallecido casi 30.000 personas), sin embargo, retiene en la memoria absurdeces por las cuales es capaz de sentenciar a una persona para siempre. ¡Vamos! Que se retiene una discusión sobre política, por ejemplo, por la que se rompen amistades, pero olvidamos muy pronto las imágenes de las salas de hospitales donde meses atrás se ahogaban las personas que llegaban buscando auxilio

De inhumana podríamos calificar a nuestra raza cuando leemos la prensa, porque no sé a qué imbécil se le ocurre la necia idea de invitar a gente contagiada para hacer un concurso de “a ver quién se contagia primero “. Pero aún me parece más surrealista que haya inútiles y malnacidos que, estando enfermos, tengan la desfachatez de prestarse a tal atentado contra la salud pública. Sinceramente, no se merecen ni el aire que ellos respiran tan tranquilamente y que otros enfermos necesitan.

Siempre ha habido ingratos. Ahora bien, después de haber visto lo efímera que es la vida, y después de haber vivido la angustia y la incertidumbre que aún se arrastra, la gente ha demostrado ser bastante despreciable. No toda, evidentemente.

Ojalá se pudiera llevar a cabo el hecho de no atender sanitariamente a todos los energúmenos y energúmenas que, mientras disfrutan la vida a tope llevando la mascarilla de taparrabos o donde se les antoje en las playitas, locales aglomerados, terracitas de verano, para la posterior fotito para el Face o el Insta, están condenando a enfermar o a volver al confinamiento a los que sí se están privando estas vacaciones de aquello que también tanto ansían.

Y esto no es lo peor, lo terrible y lo más preocupante (al menos para aquellas personas que sí están mostrando sentido común) es que están sentenciando a los sanitarios y hospitales ya que, aunque ya han empezado a preparar el escenario por si se vuelve a repetir el panorama de hace unos meses, el colapso volvería a provocar que fuéramos cayendo como moscas.

Sé que de nada sirve escribir para concienciar cuando el ser humano es el animal que tropieza con la misma piedra dos, tres, cuatro y hasta mil veces. Pero que la palabra siga siendo el arma más eficaz para acabar con los ingratos.

 

 

One thought on “Ingratos, por María Bernal

  1. Jose Luis Salmeron

    El hombre olvida rápidamente lo sustancialmente importante (han fallecido casi 30.000 personas)
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    Periódico El Pais (27/07/2020)
    Los muertos de la pandemia en España: 44.868.
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    Que quiere que le escriba, su sectarismo ya ni le deja ver los muertos reales de esta hecatombe. Solo eso.

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