Los infortunios en la rambla del Judío

        Imagen del libro ‘Mi sistema y mis obra’ de  José Eugenio Ribera donde aparece el puente de la rambla del Judío

Accidentes de todo tipo rodean la transitada zona ciezana

Miriam Salinas Guirao

La suerte desdichada, la fortuna adversa, quiso rodear la rambla del Judío. Y lo consiguió, en alguna ocasión.

La rambla del Judío, cuya cuenca posee unos 612 km² de superficie total, tiene su origen en el paraje denominado ‘El Calderoncillo’, al norte del término municipal de Jumilla. “Una vez atravesada la ciudad de Jumilla, aparece la rambla del Judío como tal, que tras cruzar la carretera de Cieza, entra en una zona de abancalamientos en los que es difícil denotar su presencia a no ser por depósitos de arenas en puntos bajos o por restos de recientes avenidas”, describe la Confederación Hidrográfica del Segura. Cruza la carretera nacional N-301 y el ferrocarril Madrid-Cartagena, para desembocar en el río Segura por su margen izquierda unos 3 km aguas arriba de la población de Cieza.

Las margas tortonienses, que dotan a la zona del característico paisaje bad-lands o malpaís, la componen tiñendo de ocres y grises los terrenos. La arena de estos lares se ha visto cubierta, intermitentemente, con azules tristes y rojos sangre.

Una zona de paso

Era una zona frecuentada, una puerta natural para acceder o salir del interior peninsular, por ello, su paso se presumía obligado para la conexión ferroviaria.

A mediados del siglo XIX se encarga el proyecto de la línea Albacete-Cartagena al ingeniero José Almazán. “A pesar de la reconocida necesidad y de las ventajas que reportaría su construcción, el proyecto no llegó a realizarse por las circunstancias políticas que atravesaba el país. Habría que esperar hasta el inicio del llamado Bienio Progresista en 1855 que con la Ley General de Ferrocarriles se dio un impulso a la creación de infraestructuras y a su expansión, siendo una de sus prioridades la línea mediterránea” (‘Primera aplicación de hormigón armado sobre vía férrea en España: El paso de Los Prados de Cieza’ de Manuela Caballero González). Tras diferentes baches, el ferrocarril llegaría a la capital murciana 14 años después de empezar a fraguarse el proyecto. Como explica Caballero González: “En 1863 empezaron a circular los trenes entre Murcia y Cartagena y en 1865 quedaba finalizada la línea Chinchilla-Cartagena”.

Pronto los infortunios rodearon el lugar. La Correspondencia de España: diario universal de noticias  notificaba el 13 de julio de 1882 como quedaban “reducidos a cenizas” seis vagones de mercancías del tren número 152, en el puente de la rambla del Judío. Cinco años después, El Diario de Murcia  (25 de agosto de 1887), relataba como el “ambulante de correos”, recibió un “golpe tremendo” al intentar cruzar de un coche a otro cuando el tren circulaba a gran velocidad en el puente del Judío.

 

Catastróficas desdichas

En 1895, la fortuna adversa rozó de nuevo el lugar. El 18 de septiembre Las Provincias de Levante hablaban de una “sensible desgracia” que había ocurrido en el tren correo, procedente de Madrid, de la que había sido víctima el guardia civil, Antonio García Rubio. “Al pasar el tren correo número 34 por el sitio denominado ‘Puente del Judío’ en el kilómetro 407 entre Calasparra y Cieza, el mencionado guardia que iba en el retrete, pretendió bajarse al estribo haciéndolo con tan mala fortuna, que cayó a tierra quedando gravemente herido. La puerta del departamento del retrete chocó con la barandilla del puente, quedando destrozada por la violencia del golpe. El referido guardia ha sido conducido a Cieza en tan mal estado que se teme un desenlace funesto”, explica la crónica. El Diario de Murcia del día siguiente añadía: “Ignoramos cómo ocurrió la desgracia, pero se cree que el guardia debió abrir la portezuela para trasladarse de un coche a otro, no advirtiendo, sin duda, el sitio peligroso porque en aquel momento pasaba el tren”. El 21 del mes se ampliaba la información: Antonio García Rubio fue trasladado al asilo de Cieza, tras el reconocimiento facultativo se supo que “en la pierna derecha tenía toda la choquezuela que le fue extraída en dos trozos, y fractura de la tibia, a más varias contusiones en la cabeza y en la espalda, y el pie derecho destrozado horriblemente. La primera cura que duró por lo menos ocho horas, fue hecha por los ilustrados médicos, Francisco Jaen, Álvaro Biedma y Federico de Arce, ayudados por el honrado y laborioso practicante Francisco Fernández”.

En 1897, el Ayuntamiento de Cieza llegaba al acuerdo de hacer reparaciones en la Rambla del Judío (Boletín Oficial de la provincia de Murcia de 11 de noviembre), pero la ‘gran obra’ la investigó Caballero González: se trató del arreglo del puente, empleando hormigón armado, “la primera aplicación de este compuesto ante el deterioro que había obligado a renovar el puente dos veces en corto periodo de tiempo”, y así se sustituyó la madera por hormigón.

A pesar de los esfuerzos, no dejaría la zona de albergar infortunios: en 1902, Patricio Caravaca Hernández, de 53 años de edad, acudía al hospital con una herida en el pie derecho, producida por el tren ascendente en el puente del Judío, así lo recogieron Las Provincias de Levante (21 de junio). Patricio se quedó con el pie destrozado.

Cuando no era por la acción del tren, era por los designios naturales. La Libertad, el 14 de septiembre de 1922, contaba “con gran retraso”, como “personas muy conocidas y estimadísimas” perecían. En el automóvil dirección Jumilla marchaban el perito agrícola José Semitiel con su esposa, una hija del comerciante Enrique Semitiel y una criada. Al pasar la rambla del Judío fueron sorprendidos por una “copiosa avenida de agua, debida a las tormentas” que habían sacudido la zona. El agua arrastró el vehículo y lo llevó fuera de la carretera, falleciendo ahogadas la niña y la criada. Los cadáveres desaparecieron con la corriente. En el puente sobre el río Segura se encontraron las ruedas de repuesto que llevaba el automóvil. El vehículo se halló a “unos 200 metros de la carretera, atrancado entre unos árboles”, pero era “imposible sacarlo porque la imponente avenida de agua” no permitía acercarse a él. Cuando aminoró la fuerza de la corriente y se pudo acceder, se pudo reconocer el cadáver de la criada, Beatriz Gomariz de 19 años, “abrazada a una vareta de la toldilla del coche”, falleció a consecuencia “de los golpes recibidos”, así lo documentaron los médicos, pues “su lado izquierdo se encontraba completamente destrozado y sin ropas”.  El cuerpo sin vida de la niña, Antonia Semitiel, se localizó en Ceutí.

La zona de paso pronto ampliaría, todavía más, su afluencia con la construcción del ferrocarril de vía estrecha, conocido popularmente por ‘el Chicharra’ y con ello, lejos de evitarse los infortunios siguieron ocurriendo. El embalse se consideró a raíz “de las avenidas extraordinarias acaecidas en octubre de 1948, por las que se empezó a estudiar la conveniencia de construir una presa en la rambla del Judío, a fin de laminar sus crecidas” (Conferencia Hidrográfica del Segura).

La suerte desdichada, la fortuna adversa, quiso rodear la rambla del Judío. Y desgraciadamente lo consiguió, en alguna ocasión.

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