Hanami con merendera, por Higinio Morote

Necesito encapsular un aroma… como sea…

Me he dado cuenta que lo que cuenta en muchos casos, no es nuestro perfume. Es nuestro aroma.

Que es casi tanto como decir nuestra esencia.

Por ejemplo en Desayuno con Diamantes, Holly, guarda un perfume en su portal. Debajo de un pequeño espejo que utiliza para aplicarse el “rouge” de labios. La frivolidad queda entre ella y Paul. Y es sin duda, definitoria.

Un poco más tarde borracha de alcohol e inmoralidad inmaduramente falsa, Holly malgasta su perfume por las escaleras. Pretende dar más énfasis a sus palabras con él, cada cual sabrá si lo consigue o no, me parece que solo emana alcohol.

Y, finalmente, el otro gran acontecimiento del perfume en esa película es cuando muere Fred. Holly rompe todos sus frascos de perfume. Y su esencia se va…  en el aire.

Por ese mismo aire, descubrí hace poco mi aroma favorito.

Y he de decir que realmente es un activador de recuerdos. De sensaciones y momentos. Y de repente, encuentro que he buscado tanto fuera el aroma, que no acerté a comprender que estaba tan dentro y tan cerca, como cruzar la calle de los recuerdos, y abrir la ventana.

En ese momento pensé en el concepto de distancia. Esa que es tan difícil de comprender y un misterio difícil de penetrar. La altivez; pese a ser una palabra femenina, es claramente andrógina de importación masculina. Solo puede ser y no ser a la vez, el que ni es ni no es porque corre por sus venas la clara posibilidad de la potencia y la clara motivación de la velocidad.

¿Entonces?

Pues me encuentro en un punto, que es la nada y a la vez el todo. Eres tú, eres tus raíces, y eres tu olor, tu aroma, tu esencia. Y el que no me crea es que todavía no ha encontrado su olor.

El mío, está cerca de un río, y huele a entretiempo, a primavera, que se siente en el pecho, cuando ésta le roba el tiempo al invierno.

“Clarea” el día, y te hace almorzar con buen tiempo, y llegar a casa empapado de una lluvia, que alegra el corazón ( y destroza los zapatos). Tiene alma de abeja, venida arriba de polen, de esparto, y del ideal decimonónico de té a las cinco y revolver en mano.

De huertas y huertos, y de un fucsia casi escandaloso, de un Rosa pálido y de un blanco nieve.

O quizás de Cieza en floración, un Hanami, con zarangollo en la merendera.

 

 

Escribir un comentario