Florituras, según Pep Marín

Florituras

Es una impresión pensar en el hecho de que las impresiones están convirtiéndose en el combustible que prende la llama analítica en algunas personas para dar explicaciones sobre acontecimientos como puedan ser determinados procesos sociales.

Una chaqueta mal puesta, con una mancha inconfundible de huevo, un perro tuerto atado a la puerta de un ambulatorio, la creencia de que has visto a la Santa Compaña mientras fumabas a las tres de la mañana en el balcón de casa, un determinado olor corporal en un grupo humano, ocasionado por un cambio hormonal también grupal; todo eso germina en la mente y de la germinación salen hipótesis que, sin pasar por ninguna prueba científica, se agarran bien a las neuronas y directamente se teclean para quien quiera leerlas.

Sin ir más lejos, recuerdo el sensacional análisis predictivo de Don Marini Pitarch cuando a un grupo de melenudos enlutados, sentados en las últimas filas de la clase de instituto, les dijo que sería mejor que dejaran los estudios y probaran suerte en una fábrica de colchones, ya que no veía atisbo de senda estudiantil en ellos y para ellos. Por supuesto, era tan profundo el cráter que había creado su impresión en la idea y en el visionado onírico presente de una realidad futura, que no dudó en comunicar su pensamiento a sus padres, o más bien a sus madres, que se asustaron mucho y no dudaron en afilar la alpargata voladora.

Indirectamente, Don Marini Pitarch también les habló de las bondades de una buena ducha y del desodorante, pero éstos no se dieron por aludidos, ni mucho menos, pues estaban más pendientes del nuevo lanzamiento musical de Sepultura y de Ratos de Porao. Ahora, años después de aquellos episodios de instituto, los tres zánganos metaleros son médicos especialistas en el Hospital Santa Marta. Ahí es nada la impresión, menos mal que habían dejado atrás el cole y la prueba de la fimosis.

A veces se invoca en el altar de la sensación a que esa sensación tuya se estime, además, como elemento de reflexión para no dejar cabo suelto, de lo contrario, sería un razonar tímido, tibio, falto de elementos muy importantes para la construcción de teorías: una caída de cabello en invierno tiene que servir de indicador para votar a Le Pen. Se invoca, casi sin pretenderlo, a que se consideren las piezas que conforman tu postura o tu visión de los acontecimientos a estudio como surgida de una base neutra, de primer hombre en la tierra, sin relieve, desnuda, dejando claro que tú no viras a un lado o al otro del tablero político, ya que para ti la mierda es siempre una mierda, se encuentre donde se encuentre esa mierda.

Unos se dan una buena ducha y escriben como Dios los trajo al mundo para evitar una derrama de ideología sobre la pantalla en blanco. Otros recurren a la masturbación antes de iniciar cualquier tipo de escrito, creyendo que liberados de esa tensión podrán conducir sus argumentos sin que se sienta, por parte del lector, sobre qué pie inician la marcha articulista. Pero rara vez los intentos de hacer invisible tu ideología y abrazar con un «Hola a todo el mundo», morreando en botellones de distinto signo político y escupiendo un «mierda» para todos, llegan a buen puerto.

Sin darte cuenta, sueltas una frase y una sirena de luz naranja comienza a dar vueltas y a emitir un sonido estridente. «Allí no se estila el uso del casco en el manejo de motocicletas, y aquí se llega con esa tendencia de ir a cabellera suelta». Sin más.

Los intentos de camuflaje ideológico para erigirse uno como portavoz equidistante de lo que sucede llegan a extremos que pueden ser incómodos para el lector. Autolesiones. Desollamientos. Impermeables a base de sangre solidificada de gallina. Cuchillas de afeitar bajo la lengua. Sin embargo, la minifalda y las mallas ajustadas provocan en la psique social… Un desliz. Y deslizados, asumimos que a derecha e izquierda y en forma de cañón de guerra están acabando con todo lo que huela a servicio público. Las mismas incapacidades para no invertir en la sanidad pública, tanto a derecha e izquierda, y que le zurzan a los datos empíricos.

¿Qué toma mate? Puf…no debe ser muy de fiar.