Feria
La joven periodista Gabriela, la hija de Manolo el del taller mecánico y de Fuensanta, dedicada a sus labores sin derechos como si esto fuera jauja 3.0, tan inteligente que se ha sacado la carrera sin apenas esfuerzo, con esos rasgos afroeuropeos, su media melena roja sangre, sus ojos negros vivos y brillantes, los tatuajes y los piercing en su justo lugar, la camisa blanca y el pantalón vaquero, ¿cómo podrá quitárselo si parece su piel? Ha parado a Miguelillo, en fase off por vacaciones dos semanas, para preguntarle, alcachofa en mano, por su opinión sobre la Feria. Miguelillo ha sonreído y no ha cometido el error, o el acierto, de meterse en lio gordo como la semana pasada, cuando en la playa nudista apareció un señor que parecía Lee Marvin en plan perro San Bernardo con un bañador por el que se escapaba un huevo. El caballero lucía una bonita camisa estampada con motivos florales y gorra de tenis club. Por supuesto, gafas de sol.
Y paseando iba con el huevo fuera, sólo uno, y el móvil en la mano. Miguelillo, ya entrado en la treintena larga, de lo mas parecido a Bob Esponja hecho humano, le pidió el favor de que le prestará el móvil para una llamada de urgencia, porque Miguelillo ya lo venía observando desde hace tiempo y el recelo de sentir que no era trigo limpio se le había instalado en la boca del estomago. El hombre del huevo pachonero se lo dejó muy a regañadientes. Bingo. Venía el tío marrano voyeur asqueroso a grabar o inmortalizar genitales, y luego, cualquiera sabe, lo mismo se iba a dar charlas sobre las diferencias entre el pensamiento kantiano y Cherstelton. Así que el mundo nudista playero lo retuvo hasta que vino la policía, aunque Miguelillo no se quedó con las ganas de darle dos pescos sujetándose el pene con la otra mano porque se le iba para el lado opuesto por aquello de la inercia. Y si me denuncias, te ahogo, le dijo, de mentirijilla. Pero, después se sintió mal sin saber por qué cuando vuelves de las vacaciones cae sobre ti todo el peso de la piedra aquella de Sísifo, así que buscó al Lee Marvin del huevo fuera, preguntando por ahí. No lo encontró, pero si le dejó un regalo en comisaría: un tanga para hombre y un masturbador anal que llevaba un eslogan: crisis, What crisis?
Ahora, now, delante de Gabriela, se detuvo como quien lo hace delante de un precipicio y se sonríe con la mirada perdida sabiéndose energía, partículas que vienen y van. Obvió temas taurinos y otros cuya polémica estaba servida. Sólo dijo que cada cual lleva su feria dentro y que lo que todo el mundo debiera hacer es disfrutarla. De puertas para afuera, si no te gusta algo, no vas, y punto, lo demás en debates de ésta naturaleza ocio emocional, como en otros muchos debates, donde lo máximo de producción bélica es empujar una silla de casa con el pie sin mayor análisis que decirte a ti mismo que esto es pura mierda, es atentar contra tu propia integridad psíquica. Todo por esperar que los que gobiernan la Corporación municipal te traigan a Fermín Muguruza, ya sabes, Sarri Sarri, cuando la Corporación municipal que gobierna ama los toros y la caza, el chipirrin chipirrin y las ostias consagradas. Pues miel sobre hojuelas. Ahora bien, homenajea en tu portal a las 13 rosas que siempre habrá alguna persona que te vomite de verdad y no en sentido figurado todo el veneno que lleva dentro, aunque haya nacido hace dos días como aquel que dice, o monta un espectáculo de titiriteros. Para Miguelillo su Feria de un par de días antes de volver al curro en la caverna pasaba por la eliminación falsa del ego con sustancias psicoactivas, la oscuridad de la montaña y Prodigy a todo volumen en sus auriculares del infierno. Auriculares que le pasó más de una vez a Gabriela, mientras él hacía lo suyo con una técnica y estilo muy depurados.