Feliz falsedad, según María Bernal

Feliz falsedad

Si hay una época hipócrita, materialista y consumista del año, esa es la de la Navidad; cierto es que todo depende de cómo se mire o de cómo se sienta, pero convendrán conmigo en que la Navidad ha sufrido en los últimos tiempos una transformación social y espiritual. ¿Qué sentimiento se puede desgranar de una sociedad sedienta de aparentar a través del consumo exacerbado, que es lo que más de moda han puesto? Y es que se nos olvida, seamos creyentes o no, que el verdadero sentido de la Navidad, desde una perspectiva cristiana, se fundamenta en la celebración del nacimiento de Cristo, pero teniendo en cuenta que la Iglesia se ha desgastado, porque su mensaje ya no convence en una sociedad que ahora es capaz de pensar por ella misma sin dejarse adoctrinar a pesar de los intentos del Papa Francisco de modernizarla conforme a los tiempos modernos que corren, muy pocos son los que esperan la llegada de la Navidad con el fervor cristiano de otras épocas.

Ahora se adorna por tradición y por competición y se celebra por diversión, mostrando quién tiene más eventos en ese afán descabellado de quedarse en los primeros puestos del ranking de las personas más sociales del año. Y esto nos lleva a un consumismo obligado que la industria nos impone, aunque cada uno sea libre de elegir, con la subida más que acentuada de los precios de alimentos y de todo tipo de regalos que se suelen hacer por estas fechas, aunque esto suponga vivir por encima de las posibilidades de cada uno. Sin embargo, llegado el 7 de enero, todo vuelve a la normalidad. ¡Lamentable presión social!

Menos mal que siempre nos quedarán la música y la literatura para hacer crítica social y mostrarnos realmente  la vorágine que muchas personas han elegido. Ubicándonos en el panorama musical, hay un grupo de estilo thrash metal y hardcore punk nacido en 1988 en Vitoria llamado Soziedad Alkoholika que compuso en 1992 una canción titulada Feliz Falsedad. La crítica va dirigida en tono sarcástico hacia esas personas de sonrisas y alegrías forzadas por el simple hecho de ser Navidad; se juzga el consumismo y la influencia que la publicidad puede llegar a ejercer negativamente en los niños con esos spot publicitarios que les llenan los ojos de juguetes caros con los que muy pocas veces van a jugar, por no olvidar los excesos que después pueden pasar factura y que quedan justificados por la excusa baladí del espíritu navideño fingido.

Y es que durante esta época son muchas las circunstancias que no se deben normalizar: ¿por qué esos buenos deseos de personas que no se relacionan durante todo el año?; y ¿qué decir de las comidas y cenas con familiares con los que apenas se tiene relación (pero el compromiso es el compromiso); ¿de dónde sale la fraternidad que se desprende de las comidas y de las cenas de empresa, donde todo es un júbilo más artificial que las luces de neón?, y ¿qué pasa con los mensajes de paz que solo se verbalizan durante dos semanas (porque tampoco es que se pongan mucho en práctica) para acabar esfumándose durante el resto del año?

Y que no se nos olvide el tremendo Día de Reyes para ser trending topic en mostrar quién se ha gastado más. Esos árboles cargantes y agobiantes, rebosantes de regalos, que probablemente no se puedan disfrutar, provocan la obsesión de querer publicarlo, siendo la consecuencia inmediata una irremediable obstinación por lo material, así como el desprecio de los valores (generosidad, solidaridad, tolerancia…) que tanta falta hacen y que constituyen no solo la esencia de la Navidad, sino también la de cualquiera sociedad para vivir en armonía, sin envidias y sin maldad, ya que si echamos un vistazo con sentido común  a la sociedad que se ha ido moldeando en los últimos tiempos, entenderemos que lo que realmente necesitamos son valores y no valoraciones por lo que podamos regalar.

Es necesario dejar de distorsionar la realidad, no solo la de la Navidad, sino la de todos los ámbitos de nuestra vida. Quizá deberíamos  hacer un ejercicio de reflexión para que en lugar de vivir durante estos días una auténtica puesta en escena, recuperemos el sentido de la emoción y los buenos pensamientos. No comprometamos ni destruyamos la evidencia emocional de estos días por la ley de la presión social, porque si vamos a seguir en esa línea, mejor desear una feliz falsedad.