Entrevista a Federico de Arce: Un mal español: de Goya a Franco

“Soy un escritor inédito porque no he publicado prácticamente nada para todo lo que he escrito. Mi obra siempre la empuja la condena a la violencia y a la muerte, cuando no es natural», sentencia el autor ciezano

Miriam Salinas Guirao

Al escritor ciezano, Federico de Arce, escribir le mata. Y sin embargo, de sus tintas nacen preguntas, tomaduras de pelo, dolor, rabia, alegría, suspiros… Plasma en su nuevo libro Un mal español  un sentimiento súbito e intenso. En diez días lloró a la Dictadura, a España y de la sal nació un libro que bebe del siglo que impulsó las dos Españas, el siglo XIX. De la pluma de Goya extrae más tinta, almizcle y almíbar, para mostrar el cuento nunca aprendido: que las víctimas siempre son víctimas.

“Soy un escritor inédito porque no he publicado prácticamente nada para todo lo que he escrito. Mi obra siempre la empuja la condena a la violencia y a la muerte, cuando no es natural.” Ha publicado, hasta la fecha siete libros, y este último repasa el recuerdo y el estudio de textos e imágenes que comparten, aunque nacidas de diferente matriz, el origen. “Me cabree mucho cuando escuché que iban a exhumar a Franco, pensé que era la última gran falta de respeto a las víctimas y como estaba en unos días de vacaciones lo escribí en 10 días. Me di una paliza tremenda hasta acabar agotado. Ha sido un libro horroroso porque el tema es tan repugnante que si no es por el cabreo y la responsabilidad que te asignas no lo termino. Responsabilidad porque si no lo escribiera sería un cobarde y un mal español. Al nacer en Cieza solo puedo ser español porque hablo español, porque es la lengua que me enseñó mi madre; no por ninguna banderita ni crucecita, esos símbolos no. Soy español por Goya, Cervantes, Velázquez, Lorca…”

“No respetamos a nuestros muertos y esto es muy peligroso”

Federico sigue tostado, cortés y nada menudo, libera un tono conciso, sin titubeos. Nació en Cieza y la lleva en las palabras hasta Toledo, donde trabaja como profesor de Lengua y Literatura. Se enfada de verdad cuando recuerda el poco respeto que guarda España por la muerte, por las grandes personalidades, por las víctimas: “¿Qué tumba hay famosas para los españoles? No respetamos a nuestros muertos y esto es muy peligroso.  Como una larga cuerda de presos, sean religiosos o no, han sido perseguidos por los mismos que dicen que son buenos españoles por eso el último libro publicado se llama Un mal español.”

En su última explosión lírica asegura que el tema de las dos Españas viene desde hace mucho tiempo. Declara que el libre pensamiento siempre ha estado perseguido, “porque siempre ha existido una tremenda teocracia incluso a día de hoy cuando la separación entre el Estado y la Iglesia no es muy clara”. Defiende una Constitución laica pero no aconfesional, porque “una cosa es la religión como un ámbito privado, y que hay que respetar siempre: dar la oportunidad  a todas las personas de esa fe privada, pero fuera del Estado. Actualmente una ceremonia puede servir de mitin político para partidos, y festividades religiosas como la Semana Santa, la Navidad o el Corpus pueden ser fiestas muy repugnantes porque Jesús no querría que fueran las fuerzas públicas y militares detrás de Él. Si Él pudiera coger el látigo los fustigaba. La religión en España, con una mayoría católica, es cultura, es folklore y con mucho respeto, pero la forma de respetar a Jesús es no matar más en su nombre ni militares junto a eso.” En su obra La Vieja (2015) rescata esa visión que defiende. “Es un disparate, es la teocracia: con la polémica de quitar los crucifijos, como no podían poner a Franco, le faltaban el respeto doblemente a la religión. Lo que hizo el caudillo fue una cruzada contra los rojos, comunistas, los moros, los masones… y la derecha no acaba de desmarcarse de eso.”

El mito de Antígona

desastre-2

Federico busca y defiende en su libro Un mal español la reconciliación. Es un ensayo que viene desde Goya “porque el problema grande de las dos Españas viene desde la guerra de independencia contra Francia y luego con Isabel II, los liberales, absolutistas y carlistas. Son movimientos bicéfalos carlistas y nacionalistas: se produce una xenofobia hacia el resto de españoles lo que exacerba al resto de nacionalismos y se produce siempre el enfrentamiento, sino en Guerra Civil, como ahora, que siguen sin cerrarse las heridas y no somos capaces de ver que España es como el mito de Antígona, que no deja enterrar a sus muertos y se le falta el respeto a las victimas porque sí.”

Con tono duro, con palabras directas, Federico defiende que las víctimas son siempre víctimas: las de ETA, las de la Guerra Civil, las de las guerras de Marruecos, las del carlismo, las de Atocha. “Y estamos mirando hacia otro lado, por eso me fijo en Goya que se dio cuenta de que no era cosa de franceses y españoles, estaba mostrando el desastre de la guerra. Podrían ser imágenes de cualquier guerra, son estampas universales, por eso el libro está ilustrado con estas imágenes. Es horroroso y las imágenes son salvajes. Lo que digo es: ‘No os dais cuenta de que siempre estamos repitiendo la misma historia, la misma historia’. Por eso lo llamo Un mal español.”  

El escritor recuerda el origen de Un mal español, la corriente que le impulsó a escribir: “Me puso de muy mal humor porque esto lo hace un gobierno socialista que tuvo una mayoría absoluta durante mucho tiempo, quizá en el 82 no podía haberlo hecho porque en el 81 hubo un Golpe de Estado, pero todos sabemos que no lo hizo más tarde porque no podía, porque había organizado el GAL. Pedro Sánchez, que no se si hace las cosas improvisando o impulsado por los susanistas, dice que va a sacar a Franco y se monta y la que se monta. Como dije en La Vieja: ‘Franco sigue vivo en el corazón de mucha gente, sobre todo de la derecha.’ Y esta es la prueba de que estaba vivo. Hay exaltación de su figura, ahora tú lo sacas y, ¿qué haces con él? Hay que tener respeto por la familia y primero quitarle el ducado y las tierras. La Ley de Amnistía del 77 es un disparate, porque no se le puede quitar a la familia Franco lo que robó al pueblo español, pero no deja de ser su muerto y tienen derecho a hacer con su muerto lo que quieran. Si sale del Valle de los Caídos para ir a la Almudena sería un horror porque habría un monumento fascista y si esta gente lo pone en un cementerio común… ¿Cómo vas a controlar eso? Van a entrar todos los republicanos a cagarse día y noche en su tumba. O su familia decide quemarlo y tirarlo por Cuelgamuros, o donde quieran, o el conflicto permanece.”

El problema para Federico es muy amplio pero sobre todo señala “la falta de respeto a las víctimas, y esto es lo más importante: primero saca a todas las víctimas, y no solo a las del franquismo, las de ETA, las de Atocha… une a tus víctimas, ten respeto por tus victimas, dota de presupuesto a la Ley de Memoria Histórica. El órdago de Pedro Sánchez tenía que haber sido distinto. Repara, primero, a las víctimas y ya cambia totalmente la cosa, y solo entonces nos planteamos qué hacemos con Franco, pero una vez ya nos hemos reconciliado y nos hemos dado cuenta de que el problema está en las victimas. Ellas ya no tienen posibilidad de justicia porque están muertas: es cuestión de memoria y de reparación. Necesitamos el olvido sí, y esto sucede cuando primero se recuerda, y en España no se ha recodado, y como no se ha recordado nunca, estamos como estamos: dos Españas una contra otra. Y siempre son los mismos los que ganan, los que no tiene escrúpulos, ninguna ideología, ninguna piedad ni consideración ni misericordia y no tienen nada.”

La voz de Federico

Federico carga la entrevista con palabras duras, con solida seguridad. Su obra siempre le empuja a la condena de la violencia y de la muerte, cuando no es natural. Utiliza en sus libros diferentes voces para firmar como Abraham Abravanel y Hu Zi. Ha publicado el poemario Miel de brujas, la novela La Voz de El Shaday y en el año 2005 obtuvo el premio del certamen literario Dulce Chacón con el relato ‘Piratas’, incluido en ‘La Vieja’, obra en la que homenajea su pueblo, Cieza. En sus novelas gira, juega, provoca y deshace al lector. Federico escribe con voz de mujer: “Me siento más commodo con la voz de mujer porque me he sentido siempre más mujer que hombre y esto no tiene que ver nada con las preferencias sexuales que tengan las personas sino que yo creo que existe algo más profundo, algo que sí se contempla en la filosofía china: la parte femenina y la parte masculina. Hablo de una forma de estar en el mundo, de sentir, de no destruir, de construir, de proponer, de generar, de buscar concordia”.

Otra de sus obras es Aguas arriba de mi madre que busca la defensa de un pensamiento libre contra todo dogma y toda consigna. “Y tiene una lectura muy sencilla. Hay gente que dice que me faltan escolios y que parece que estoy tomando el pelo, y yo les digo: ‘Pues tómatelo bien,  y ve, investiga, lee, que para eso está, es otra forma de leer.’ ”Federico provoca con literatura simple, sin surrealismo. No le gusta hacer las cosas oscuras porque sean oscuras, siempre intenta poner lo oscuro claro. “Creo que lo más bonito de esto es la diferencia, el misterio, la belleza en la naturaleza y lo que no vamos a saber nunca, ese es el precio de vivir y de morir. En fin vaya rollo”, exclama como un barrido genial.

A Federico escribir le mata, y da vida cada vez que lo hace. Lo sencillo de la antítesis es el resultado.

 

 

 

Escribir un comentario