Empezamos bien, por Diego J. García Molina

Empezamos bien

Hay quien dice que, a partir del 1 de enero, “año nuevo, vida nueva”, como haciendo un propósito de enmienda, de cambio, para intentar mejorar su forma de ser o de actuar; o ambas. Sin embargo, nuestra clase política no descansa, vive en su burbuja y es ajena a cualquier influencia externa. Desde hace unos cuantos años, excepto un gobierno aceptable, inclusivo para todos los españoles, nos encontramos lo contrario: ruido, confusión, mentiras, y cortinas de humo para tapar, o bien la mala situación económica, o la corrupción. Algunos casos han sido espontáneos, aunque al mismo tiempo infrecuentes. Por ejemplo, no sé si recuerdan la situación económica en que se encontraba España en diciembre de 2019; pueden buscar en la prensa digital. Entonces llegó la pandemia de COVID, ciento diez años después de la anterior y todo olvidado, aunque el problema continuó latente. Más tarde entró en erupción un volcán en Canarias, más de 150 años de la última. A continuación, la invasión de Ucrania por parte de Rusia; recordarán que desde el gobierno se argüía que la culpa de la galopante inflación, subida de precios, y hasta del paro, era de Putin. Y ahora, cuando más acosado estaba por la corrupción de su gobierno y de su familia llegan las devastadoras lluvias torrenciales que arrasaron parte de Valencia, siete décadas después de la última. Podríamos bautizar al presidente del gobierno como Pedro el gafe. No obstante, el nivel de fango está subiendo tan rápidamente en la Moncloa que no puede parar la distracción. Así que, en vez de una sola operación de despiste, ¿por qué no un año entero con más de cien actos de discordia y división de los españoles? Y de esta forma entramos en el año de Franco, quien lo iba a decir 50 años después de su muerte, y que sería, precisamente un gobierno socialista, quien lo pondría de nuevo en el candelero. Desde luego, a la derecha no se le habría ocurrido nunca hacerlo.

Lo cierto es que el homenaje es inadecuado e inoportuno, me explico. No es adecuado porque señalar solo a un bando de una guerra civil, donde ambas partes se reconciliaron en su momento, y las dos reconocieron su parte de culpa en el inicio del conflicto, y así está documentado por historiadores de todo pelaje, no va a conseguir, aunque las intenciones fueran nobles, otra cosa que enfrentar, de nuevo, a muchos españoles. Conmemorar la muerte de un anciano de una enfermedad, tampoco es que sea el summum de la fastuosidad. El dictador venezolano Hugo Chávez murió de una enfermedad hace unos años; le sustituyó el no menos sanguinario Nicolás Maduro. ¿Tienen algo que celebrar los venezolanos por la muerte de Chávez? Podrán celebrar cuando recobren de nuevo la libertad, de momento, todavía secuestrada por una dictadura infame. Y ese será el evento que podrán celebrar. Aquí, en España, lo que tendremos que celebrar es el paso de la dictadura a la democracia, además, de forma ejemplar, sin derramamientos de sangre, como no es habitual en estos casos, y con una reconciliación real entre hermanos compatriotas. En el año 2028 se cumplirán cincuenta años de la Constitución, aprobada por una abrumadora mayoría en absolutamente todo el país, con más de 91% de votos a favor, eso sí es digno de festejar. De ahí lo poco oportuno de la efeméride actual.

El rey, en su discurso navideño, dijo textualmente: “Por encima de las eventuales divergencias y desencuentros, prevalece en la sociedad española una idea nítida de lo que conviene, de lo que a todos beneficia”, y que “es responsabilidad de todas las instituciones, de todas las Administraciones Públicas, que esa noción del bien común se siga reflejando con claridad en cualquier discurso o cualquier decisión política”. Y eso no es lo que se está fomentando desde el gobierno. Por otro lado, también es culpa nuestra, nosotros hemos votado y decidido. Desde la antigua Roma, al pueblo se le ha distraído con fiestas, ya fueran en el coliseo o en el circo, para que no prestaran atención a la actualidad política. No obstante, pensaba que habíamos evolucionado y éramos más inteligentes que entonces. Por eso es tan importante la educación, para que las nuevas generaciones puedan aprender de las experiencias anteriores, leer los clásicos, entender la historia, antigua y contemporánea, que estén formados, y así puedan reclamar una sociedad donde todas las personas sean libre e iguales, no caer en la trampa de estos desaprensivos. Tenemos el deber, el interés y la responsabilidad de velar por la pureza de nuestros jóvenes, y no vuelvan a ser presa de odios sin sentido en estos tiempos. Serenidad en la esfera pública y en la vida diaria, como también pidió el rey. Aunque parece que, a este Gobierno, como dijo Zapatero en su momento, “nos viene bien que haya tensión”.

Por mi parte, si alguien quiere celebrar la muerte de Franco es libre de hacerlo, que descorchen el champan, pero con su dinero. De momento, ya han creado un nuevo organismo, con una subsecretaría con sueldo de más de 100.000 euros al año. Suma y sigue. Y un montón de personas a su cargo, más todo lo que costarán los actos, más todos los días que perderán de trabajo ministros y otros paniaguados que asistirán a estos actos en vez de trabajar por los españoles, que es para lo que se les paga. Si por el contrario no es celebrar a Franco, y sí a las víctimas de la guerra civil, que se haga; una y mil veces. Pero a todas. Una guerra civil es lo peor que le puede suceder a un país, donde las rencillas y rencores de poca importancia se convierten en muerte. Rara es la familia que no tenga alguna tragedia que contar. Para que vean una muestra del grado de fanatismo y crueldad, a mi bisabuelo lo encerraron junto a otras personas, y fueron sus hijos, mi abuelo y su hermano, ambos combatientes del ejército rojo, los que lo salvaron el día antes de que lo fusilaran; el resto no tuvo tanta suerte. Imaginen la crueldad de estar luchando junto a los que en retaguardia han matado a tu padre. Es muy complicado salir de la espiral de odio en la que estuvimos metidos los españoles casi un siglo y medio. Y esta gente nos quiere volver a meter de lleno. Inteligencia y serenidad. Del sanchismo también saldremos. “La juventud siempre empuja /la juventud siempre vence, /y la salvación de España /de su juventud depende”.