El tiempo, según Diego J. García Molina

El tiempo

Hace unos días, andando por la calle, vi a unos metros de distancia caminando hacia mí a un padre joven con un niño de unos 5 años; el niño iba delante de él pues el padre avanzaba lentamente debido a que al mismo tiempo manipulaba el teléfono inteligente con ambos pulgares. Como yo llevaba el móvil en el bolsillo trasero esa visión me hizo pensar; en los momentos que nos perdemos por esa maravilla de la tecnología que es la combinación en un pequeño dispositivo del tamaño de una mano, de un ordenador en miniatura y el acceso ilimitado a Internet. Aunque debo reconocer que a veces tengo esa misma costumbre y consulto los mensajes pendientes de leer, o incluso voy leyendo algún texto mientras me desplazo a algún sitio, ese comportamiento me recordó al demonio Azazel, personaje principal de unos relatos cortos del gran Isaac Asimov.

Azazel era un demonio, presentado en otras ocasiones como un extraterrestre (quizá en el fondo sean la misma cosa), de unos dos centímetros de altura, que se presentaba a un personaje humano concediéndole deseos con el objetivo de ayudar a personas necesitadas de algún favor. En la mayoría de ocasiones terminaba saliendo el tiro por la culata y en vez de beneficiar a la persona agraciada terminaba sucediendo todo tipo de desgracias. En una de esas historias, un reputado escritor se lamenta ante el protagonista humano del tiempo que pierde en diferentes tareas cotidianas, como esperando en la cola ante un trámite administrativo o en el supermercado, parado con su coche en semáforos o en atascos, en la consulta del médico esperando turno, etc. Pérdidas de un tiempo que para él es el valor más preciado; el tiempo que es oro para escribir historias de las que vive y se siente tan satisfecho. Azazel, tras escuchar la queja del escritor, decide solucionar su problema ejerciendo su poder.

Varios meses después vuelven a encontrarse los protagonistas de esta anécdota, resultando que el escritor está completamente desesperado. Mágicamente, cuando se sitúa en una cola las personas delante de él desaparecen siendo atendido de inmediato; los semáforos se ponen en verde a su paso y los atascos se volatilizan cuando él llega; en la consulta del médico siempre es atendido a los 10 segundos de sentarse. Mas esta situación, en vez de resultar provechosa para su productividad literaria se ha convertido en una maldición. Le explica a su interlocutor que se pasa horas delante de una hoja en blanco sin saber cómo comenzar su tarea. El tiempo que pasaba sentado en la sala de espera del médico o en una cola charlando con otras personas le inspiraba ideas para sus relatos; el tiempo que pasaba en atascos o en semáforos le ayudaba a pensar y darle forma a los personajes; en definitiva, todo ese tiempo que él consideraba perdido en realidad era parte de su labor creativa.

En este mundo actual, tener a mano a todas horas el prodigio digital que es un Smartphone hace que no perdamos ni un segundo de nuestro tiempo, lo aprovechamos al máximo leyendo, informándonos, en redes sociales, viendo vídeos. En la consulta del médico todo el mundo está con su móvil, nadie se relaciona ni habla con otros a no ser que veamos a un conocido; en un semáforo en rojo miramos el móvil, en un atasco consultamos el móvil; en cualquier sitio en que estemos donde debamos esperar no perdemos el tiempo, usamos nuestro móvil para cualquier tarea. Viendo una película en el cine o en la tele miramos el móvil cada pocos minutos. Realmente, parece una de las maldiciones de Azazel. Aunque para Einstein el tiempo no sea más que una ilusión, lo cierto es que la Tierra tarda, lo que hemos llamado un año, en circunvalar al sol llegando al mismo punto relativo aproximadamente cada 365 días. Y cada día empieza al salir el sol por el mismo sitio que asomó el día anterior, siendo el tiempo, de esta forma, apreciable para nosotros; y ese paso del tiempo afecta a nuestros cuerpos desgastándolos lenta, pero inexorablemente, hasta unos límites de edad similares desde hace siglos.

Volviendo al principio, ¿cuál es la mejor forma de aprovechar ese tiempo precioso? ¿Hacer gestiones con el móvil mientras se camina o hablar con ese hijo de 5 años, vigilarle, enseñarle, y disfrutar de la compañía recíproca? Tiempo para leer un libro o ver una película siempre habrá (o para revisar facebook/twitter/instagram), sin embargo, los momentos que dejamos de compartir con nuestros seres queridos, familiares y amigos, nunca volverán, y esta pandemia nos ha robado muchos. Esperemos que, con la vacunación, la llegada del buen tiempo y la bajada de la tasa de contagios podamos aprovechar el verano para retomar esas relaciones personales interrumpidas. Nos lo merecemos. No dejen pasar la oportunidad, quien sabe si podría ser la última.

Con respecto a la actualidad política, la noticia de la semana es que, a pesar de los supuestos riesgos por trombo de la vacuna marca Astrazeneca, y la recomendación del gobierno de que nos pongamos la segunda dosis de la marca Pfizer, la población, masivamente (más del 90%), está escogiendo Astrazeneca. Es decir, el gobierno recomienda una cosa, y todo el mundo escoge la contraria. Como en el cuento de Pedro y el lobo, las mentiras y falta de transparencia de Pedro Sánchez, Fernando Simón, y del resto de integrantes de este gobierno ha sido de tal magnitud que ya nadie cree sus palabras. Puede que si el gobierno nos diera escoger entre susto y muerte, y recomendaran susto, escogeríamos muerte; pensaríamos que hay gato encerrado.

 

 

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