El Romanticismo en la geografía ciezana

Todas las semanas nuestros lectores y lectoras pueden disfrutar de la sección La mirada de Tete Lucas, donde el célebre fotógrafo local lleva a cabo un análisis de las mejores fotografías que ha realizado de la localidad

Tete Lukas

Cuando realicé esta imagen desde el Cabezo de la Cruz, donde aparezco encima de una gran roca, de espaldas a la cámara y observando la majestuosidad del Almorchón, no era consciente de que lo hacía influenciado por una manera de pensar y de hacer que surgió unos dos siglos antes y que todavía hoy sigue presente. Hablo del Romanticismo.

El Romanticismo es un movimiento cultural que se originó, en Alemania y en Reino Unido a finales del siglo XVIII, como una reacción contra la Ilustración y el Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos frente a la razón.

Es un movimiento crucial para poder comprender la cultura occidental moderna. La filosofía, el arte, la literatura, la música y la política fueron influenciados por este movimiento.

Los románticos vieron en la naturaleza una vía de liberación frente a una sociedad en plena Revolución Industrial que destruía paisajes y creaba ciudades populosas, donde se hacinaban millares de personas en condiciones insalubres. Este dominio destructor del industrialismo llevó a reivindicar el lado inconmensurable y sublime del medio natural.

En el plano pictórico, la importancia que el Romanticismo confirió a la naturaleza hizo que el paisaje asumiera un papel protagonista en el que la figura humana podía estar o no presente: en el caso de que lo estuviera, solía hacerlo en un segundo plano, con personajes diminutos, anónimos, inmóviles, y muchas de las veces de espaldas al espectador. Con ello se ponía de relieve la pequeñez del hombre frente a la infinitud de la naturaleza mediante las dimensiones reducidas de las figuras humanas representadas. El anonimato de las mismas propiciaba, además, la identificación del espectador de la obra con los retratados, asumiendo también la misma perspectiva con la que ellos contemplaban el espacio natural en el que se hallaban.

Caspar David Friedrich en su obra Caminante sobre un mar de nubes, de 1818, donde muestra a un viajero situado de espaldas en lo alto de una montaña elevada, mirando un mar de nubes del que sobresalen los picos de otras montañas, es, quizás, la mayor expresión de la gran idea romántica: ese instante en el que el hombre se siente sobrecogido por la belleza, natural o espiritual.

Quizás pueda parecer que desde que Friedrich pinto su obra cumbre hasta nuestros días, la sociedad ha cambiado mucho y, quizás, en algunos aspectos así sea, pero en esencia todo sigue igual. La Revolución Industrial nunca acabó y ahora lo es también tecnológica. Las grandes urbes no han parado de crecer y vivimos cada vez más hacinados y más alejados de la naturaleza, la cual no hemos parado de destruir si cabe cada vez con más ahínco.

Por ello, esa idea romántica de escaparse del ruido y estrés de la vida en la ciudad, y perderse en la naturaleza, sigue más que vigente hoy en día en nuestras mentes. ¿A quién no le gusta salir a caminar por el campo y observar la naturaleza en puro estado, olvidándose del trabajo y de los problemas de la urbe? Eso es ser romántico.

Paz, amor y decrecimiento

Fuente: Martínez Peñarroja, Leopoldo. El paisaje: el Romanticismo como búsqueda de lo sobrenatural, de lo transcendental, de la divinidad en la naturaleza.