El individuo está en peligro, según José Antonio Vergara Parra

El individuo está en peligro

Desde la demolición voluntariosa, que no caída fortuita, del Muro de Berlín, la izquierda quedóse en cueros vivos, con sus vergüenzas como escaparate para ciegos y despistados. Desde entonces, anda reinventándose para sobrevivir. Tres son, en síntesis, las líneas maestras de su estrategia:

Se ha apropiado de pequeñas parcelas, convertidas en zonas de confort, donde sus lideresas y lideresos (¿o era lidereses?),  incondicionalas e incondicionalos (ahora sí toca incondicionales) encuentran el éxtasis. La defensa del medio ambiente y de los animales, las políticas de género, la conquista de derechos sociales y la Kultura son, verbigracia, algunas de ellas. Meros espejismos, cuando no patologías por tratar, porque ignoran la crueldad del aborto mientras recogen las caquitas de sus canes o les bordan suéteres de lana. Tras la aparente igualdad de géneros se esconde, en realidad, políticas de enfrentamiento entre sexos; amén de una abisal misandria que necesitaría tratamiento especializado y no despachos con poder. Es verdad que la izquierda ha sido justa en el reparto de la pobreza y mendicidad pues los pueblos que han padecido el desgobierno de regímenes comunistas dan fe de ello. No así sus élites políticas que han vivido y viven como los pretéritos reyes absolutistas pasados por la guillotina. Alguien tendría que decirles a estos chicos que cultura se escribe con C y no con K. Dejemos la K para kale borroKa o para un kilo de nitrato amóniKo; que algo les sonará a algunos Kanallas.  Con C de comprensión lectora, ¿sabe usted?

En segundo lugar, la izquierda necesita el peor de los escenarios posibles para interpretar su farsa. Rajoy, con escaso éxito, intentó explicarlo pero no fue su día. Cuando peor para España, mejor para ellos, creo que quiso decir. Todo populismo, y la izquierda lo es, necesita de la desesperación colectiva para reaparecer en escena. Mas esa desesperación no siempre es inventada sino muy real, y es aquí donde entran en juego las vergüenzas e inaniciones útiles del llamado bipartidismo. ¿Recuerdan el 15M? Aquello fue una hábil y orquestada movilización contra el bipartidismo podrido, contra el excesivo poder de bancos y corporaciones y la politización de la Justicia. O eso dijeron. Luego si la acción fue legítimamente calculada no así los motivos, ofrecidos en bandeja de plata. La guinda para semejante pastel fue la corrupción sistémica e institucionalizada de los dos principales partidos de España. Pero también les hablé de inaniciones; es decir, de una debilidad y pasividad inexplicables de sendos partidos respecto de las embestidas nacionalistas,  la política de inmigración o la separación de poderes. En realidad, sí tienen explicación pero otro día hablaremos de ello.

Podemos jugó bien sus bazas y con superlativo cinismo se nos presentó como una opción transversal y macilenta. No era una lucha de rojos contra azules sino de las bajuras contra las alturas; dijeron. Otra vez la maldita lucha de clases y la concepción materialista de la Historia.  El pueblo, defraudado por unos y otros y devastado por la crisis económica, se arrojó en brazos de quien, al menos, decía comprarse las camisas en el carrefur y perjuraba por snoopy que no abandonaría jamás el pisito de Vallecas. Un mentiroso y un maleducado que marchó descamisado a Zarzuela  y de esmoquin a los Goya. Ya saben;  a la izquierda le gusta escenificar sus amores y ojerizas; amores por quienes, un año sí y otro también, hacían de la Gala de los Goya un aquelarre contra la derecha política.  Ojeriza contra un ejemplar Jefe del Estado que sólo por aguantar a este marxista ya tiene la gloria y el sueldo ganados.

La izquierda siempre manejó muy bien la propaganda. Manufacturan las más bonitas pancartas y elaboran eslóganes muy pegadizos. Orean odios y rencillas que creíamos superadas para reabrir fecundas heridas. La amnistía, concepto anhelado por la izquierda, no fue un indulto sino un reconocimiento a la ausencia de responsabilidad penal. Lo que, por descontado, fue una clara y justa victoria moral de la izquierda, lo han convertido en arma arrojadiza. Esta misma izquierda, a la que se sumaron primero Zapatero y después Pedro Sánchez, lleva demasiado tiempo obsesionada con impugnar la Transición Española por la puerta de atrás. Una peligrosísima cuerda floja que sólo indolentes y kamikazes están dispuestos a recorrer. Recurren al sufrimiento de los abuelos (por ellos recíprocamente condonado) para enfrentar a hijos y nietos. Despreciable.

Dice la ortodoxia teórica que la izquierda debiera proscribir todo tipo de nacionalismo excluyente pero la praxis, testaruda y elocuente, desmiente una y otra vez esa conjetura. Tal es así que la izquierda más escorada se abraza al nacionalismo más casposo e insolidario. Nunca subestimen la fuerza del odio, en este caso hacia España; capaz de suscitar sorprendentes alianzas.

Antes les hablé de la ideología de género y no fui justo del todo. La llamada ideología de género está en la agenda de gentes muy poderosas y casi todos los partidos del arco cromático han sido atrapados por sus redes. Se trata de una agenda supranacional que intenta subvertir el orden mundial tal como lo conocemos. George Soros, la alquimia de la contrasexualidad y la masonería aseguran que las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer, lejos de ser algo natural y necesario, son sólo el fruto de una especie de pacto social susceptible, por tanto, de ser alterado cuando no pervertido. Tres serían los obstáculos a abatir: el Cristianismo, la familia y las identidades nacionales.

Según la información suministrada por el “The Wall Street Journal”, en octubre de 2017, el magnate George Soros donó 18.000 millones de dólares a la fundación Open Society.

Una vez, un periodista le preguntó:

“¿Usted participó en el saqueo de las fortunas de los judíos en Hungría durante la ocupación nazi?”

Soros, con una frialdad maquiavélica, miró al periodista y le respondió:

-“Sí, y no me arrepiento, otros también hubieran hecho lo mismo, es como el mercado, si tú no sacas ganancias, alguien más se aprovecha por ti.”

Ahí lo tienen. Un húngaro, de origen judío, haciendo negocios con los nazis a costa de los bienes incautados a los suyos mientras éstos eran exterminados en masa. Ahora, el felón confeso e impenitente, le hace guiñitos a los demócratas americanos. Barrunto que éstos se harán los egipcios pues el dinero es el mejor antiséptico conocido. Obama, que al cuarto de hora de su presidencia recibió el Nobel de la Paz, ha sido el único Presidente de la Historia de Estados Unidos que, durante sus ocho años de mandato, ha tenido al país librando batallitas por aquí y por allá (lean el artículo del New York Times, firmado por Mark Lander, del 18 de mayo de 2016) En fin; supongo que en la tierra del Tío Sam pasará lo que aquí: que las guerras de la izquierda son las de la Señorita Pepis, amorosas y tiernas,  y en de las de las derechas entrarían en liza Stallone, Chuck Norris y Schwarzenegger con todo su arsenal.

Algún ingenuo podría pensar que la Open Society  anda preocupada por los derechos del colectivo LGTBI, los movimientos migratorios, los indignados o los nacionalismos oprimidos.  La realidad es mucho más prosaica y no menos terrible. La comunidad homosexual está dividida y gran parte de ella disiente abiertamente de las actuales políticas de género, como de sus ceremoniales de pésima estética. Apoyan causas nacionalistas o secesionistas en la medida que debilitan la fortaleza de las naciones a las que pertenecen, pues éste y no otro es el fin perseguido. Según documentación interna del entramado de Soros, dada a conocer por el primer ministro de Hungría, casi un tercio de los europarlamentarios son  “confiables” para Soros. Confianza que se gana esencialmente por dos motivos: por ser partidario de la ideología de género y/o estar de acuerdo con la apertura de las fronteras europeas para la entrada indiscriminada de inmigrantes. Se trata, en esencia, de crear afectos que trasciendan a lo doméstico. Los arquitectos del nuevo orden mundial necesitan debilitar las lealtades nacionales para suplantarlas por otras fidelidades globales y, por ende, más manipulables por aquellos.

Lo lamento pero no aceptaré pulpo como animal de compañía. España, y Europa con ella, deben recuperar sus valores fundacionales, inequívocamente inspirados en la tradición judeocristiana. Es urgente que Europa vuelva a ser lo que quisieron sus padres fundadores. Adenauer llegó a afirmar: “es ridículo ocuparse de la civilización europea sin reconocer la centralidad del Cristianismo”.

Europa volverá a ser fuerte en la medida que sus naciones también lo sean.  No podemos permitir que la integridad de nuestra nación se vea comprometida. No condenaremos al olvido nuestra Historia, tradiciones y costumbres. El hombre y la mujer son iguales en derechos pero son diferentes porque así lo ha querido la naturaleza y porque así lo quiso Dios; y esa naturaleza no puede alterarse por una concertación artificiosa de cuatro tarados. A la mujer, con infinito acierto, le fue concedido el más hermoso de los dones: dar la vida. Un milagro maravilloso y único. La familia, que sin duda admite varias posibilidades, debe ser, si así lo queremos, lo que el Papa de la Familia, Juan Pablo II, ansiaba para ella:

«La familia está llamada a ser templo, o sea, casa de oración: una oración sencilla, llena de esfuerzo y ternura. Una oración que se hace vida, para que toda la vida se convierta en oración».

Está en juego, no ya la patria, sino el propio individuo. Somos legión quienes creemos en la centralidad del ser humano, en su libertad y dignidad. Aún con enorme torpeza pongo a Jesucristo por encima de todo; incluso por encima de acreditados intermediarios que, a lo largo y ancho de la Historia, le han traicionado una y mil veces. Los valores, principios y enseñanzas de Jesús de Nazaret son imperecederas y no admiten la cohabitación con más señores. Ahí fuera, alguien juega a ser Dios sin serlo. Pretenden que la razón desplace a Dios de nuestras vidas, y si bien la razón no es camino ni impedimento para llegar a Él, sí es razonable creer en Él. Nos invitan a abandonar la ética natural y pura para entregarnos a una moral en la que cabe todo menos Dios. No hemos de tener miedo al hombre pero sí temor de Dios; no porque éste sea cruel o vengativo sino porque ignorar su Verbo nos conducirá a las tinieblas.

 

 

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