El hecho diferencial
Son ustedes gentes de poca fe pero el hecho diferencial, mayestático y cegador, está ahí. Reconozco que, a veces, resulta difícil percibirlo pero deben confiar en la providencia. Anasagasti, Torra, Pilar Rahola, el carnicero de Mondragón o Pujol, entre otros cientos de miles más, representan esa mezcla de supremacía étnica y pedigrí que destellan a todo observador medianamente perspicaz.
El legislador constituyente insistió en la igualdad de los españoles sin que pudiera prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento. Una entre tantas bienintencionadas y fariseas previsiones constitucionales, pues ese mismo padre constituyente tildó de históricas a unas pocas tierras para justificar un trato desigual a los pueblos de España. Como seguramente sabrán, la Corona de Aragón, los Reinos de Murcia y León o el mismísimo Al-Ándalus, verbigracia, nunca existieron por lo que sus respectivas historicidades, cuan tierras zapaterinas, pertenecen al viento. Palabrita del Niño Jesús y que me disculpe por banalizar su nombre.
El mismísimo río Ebro, que nace en Cantabria para serpentear tierras castellano-leonesas, riojanas, vascas, navarras y aragonesas, es llegar al municipio tarraconense de Riba-roja del Ebro y sus aguas, turbias más arriba, se tornan cristalinas y virtuosas. Nadie ha hallado una explicación plausible para esta metamorfosis hídrica. Si abandonaran su racionalismo y tuvieran algo más de fe, comprenderían que es el hecho diferencial el que, valiendo la redundancia, marca de nuevo la diferencia.
A celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos o musulmanes habremos de culpar por la contaminación de nuestra sangre originariamente pura, transmitida de generación en generación desde el “homo antecesor” de Atapuerca. Eminentes historiadores catalanes y vascuences reconocen que estos pueblos invasores pasaron por sus dominios pero que jamás mancillaron a sus bellas y lozanas mozas. Tal es así que sus humores, plasmas y linfas sanguíneos nunca se vieron comprometidos o amenazados.
Más abajo nos entregamos al desenfreno, intercambiando flujos inter estelares con lo que, definitivamente, renunciamos al hecho diferencial. De aquellas bacanales estas impurezas.
Sus agentes del orden también gozan del hecho diferencial. Mossos d’Esquadra y Ertzaintza, los llaman. El germen de las escuadras de paisanos (precedente de los mossos) hay que buscarlo en los grupos de guerrillas creados por el Borbón Felipe V, para combatir los últimos rescoldos de oposición del Archiduque Carlos de Austria tras la Guerra de Sucesión. ¿Sabrá Rufián que sus mossos son de origen borbónico? Como se entere le da una paparajote. Entiéndase por ertzainza al cuidador del pueblo. Los impuros hemos de conformarnos con la “betemérica” de Chiquito de la Calzada al que Dios guarde en el Cielo. Benditos sean los de verde, por cuidar de todos nosotros por tierra, mar y aire.
Lo cierto es que, aún desprovisto del hecho diferencial, nunca llevé bien el amor no correspondido pues uno, murciano por la gracia de Dios, también tiene su miajica de orgullo. La sólo idea de contaminar una raza superior me pone la piel de gallina ¡Cómo sobrellevar tan pesada carga sobre mi conciencia! Vascos y catalanes son castos cuan estirpes que se pierden en la noche de los tiempos y nadie, entre los gentiles, deberíamos mancillar la doncellez de sus respetivos abolengos. Mi tatarabuelo vino de tierras vizcaínas al pueblo murciano de Mula y ahí comenzó la decadencia genética de mis ancestros. A estas alturas, apenas debo conservar una pizca de virtud euskalduna.
Toca armisticio que, a tiempo, es ganancia. En lo que a mí respecta, pueden irse a hacer gárgaras mañana mismo. No atisben aflicción o desdén algunos; acaso fatiga y resignación. Desde hace algún tiempo, sueño mis últimas primaveras entre limoneros y naranjos. Guarecido en una sencilla barraca de techos altos y encalados muros. Sentado en una silla de anea, bajo la sombra honesta de una parra, entre mis ascrebíos y ascrebiores. En la cumbrera principal habrá una cruz cristiana para que nunca olvide lo advertido por San Felipe Neri: Sed buenos, si podéis; el resto es vanidad.
Seducido por los efluvios de un galán de noche y del azahar. En algún lugar de la huertecica murciana, junto a norias y acequias moriscas donde la tierra y el cielo acojan a todos por igual. Al abrigo de un fresno y un sauce habrá una alberca donde mitigar el sopor del estío.
Me valdrá cualquier lugar de mi España que se desangra y fenece, donde haya paz y el color de la piel o el acento pasen inadvertidos. Entre iguales y mestizos orgullosos.
El que fuera Presidente del PNV, Javier Arzalluz, llegó a decir que “el RH negativo confirma que el pueblo vasco tiene raíces propias”. Menos mal que fue un hombre de una profunda y dilatada formación jesuita.
Quim Torra, refiriéndose a los españoles, afirmó: “Son bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN.”
Lo cierto es que entre los postulados de Sabina Arana o las manifestaciones de Arzalluz, Torra y otros chinchaores, existe una razonable similitud con el ideólogo del nazismo Alfred Rosenberg. Aunque la nomenclatura es un oxímoron, la pseudociencia del racismo científico clasificó al ser humano en varios fenotipos para establecer, después, las diferentes razas. Se sirvieron de la antropología, la craneometría y de otros instrumentos, no para revelar las evidentes diferencias externas y fisionómicas entre etnias o culturas, sino para justificar la superioridad o excelencia ética, moral o cualitativa de unas frente a otras.
No atisben una condescendencia impostada pero me apiado de quienes así piensan. He llegado a la conclusión de que ahora soy quien no quiere arrejuntarse con esta pobre gente. No merecen la pena. Los poderes ejecutivo y legislativo deberían habilitar los mecanismos legales para que los pueblos de España decidan, en libertad, si quieren o no seguir formando parte de la nación española. Y quien se quiera ir, que se vaya. Mañana es tarde. Bienvenidos serán quienes repudien esos proyectos egoístas y segregacionistas. Les advierto que, por aquí abajo, seguirá habiendo diferencias pero no hechos diferenciales que prejuzguen o amparen la supremacía de un ser humano sobre otro. Por más que me miro al espejo, no consigo entrever hecho diferencial alguno respecto a mis semejantes y es, justamente así, como quiero seguir el resto de mis días.
Ocurra lo que ocurra, y en prueba de buena voluntad, seguiré comprando el Cola-cao, la salchicha “Espetec” o un soberbio txakolí “42 by Eneko Atxa” de 2015, pues en estas y otras cosas sí advierto sabores diferenciales a los que no pienso renunciar.
Pues eso; que tanto gloria lleves como descanso dejes.