El derecho de vivir en paz
Pensaba dedicar este artículo al deporte rey, en concreto a la decadencia en la que se haya sumido el fútbol español, tras las pronosticadas derrotas, al menos en mi caso, de Sevilla y Barcelona en casa en copa de Europa, la semana pasada, y las esperadas de Atlético de Madrid y Real Madrid en la jornada actual. No obstante, los temas de actualidad me llevan a preferir hablar de la decadencia de las sociedades occidentales; en concreto de la insatisfacción con sus vidas de muchos jóvenes lo cual les lleva a utilizar la violencia como válvula de escape, o a justificarla.
En este caso, la excusa para salir a destrozar bienes públicos y privados ha sido la entrada en prisión de un cantante de rap. No voy a bajar al barro de la discusión sobre los motivos de su encarcelamiento, pues cualquiera, con una simple búsqueda en Internet puede obtener la larga lista de delitos que acumula a sus espaldas, entre ellos agresiones y amenazas al testigo de un juicio. Tampoco tiene interés si es hijo de un millonario que fue propietario del principal club de fútbol de Lérida, el histórico UE Lleida, ahora desaparecido gracias en parte a la gestión del progenitor. Las cuestiones principales, son, por qué ahora si se produce esta protesta violenta por una nimiedad, el estado de ceguera y sordera colectiva que sufre la sociedad en general, que sigue repitiendo como papagayos que esta persona entra en la cárcel por una canción, y, por último, por qué los políticos que apoyan y alientan estos actos violentos no hacen nada por solucionarlo como se debe, cambiando las leyes con las que no están de acuerdo.
Con respecto al primer motivo, con una nimiedad me refiero a qué diariamente entran en la cárcel decenas de personas y nadie se vuelve loco y sale a la calle a destrozarlo todo. Y más, cuando otros muchos artistas, incluso de extrema derecha, han sido condenados por delitos de odio y nada se ha escuchado (ni debería escucharse). Entre los escritos de esta persona podemos encontrar lindezas como: “¡Merece que explote el coche de Patxi López!”, “que alguien clave un Piolet en la cabeza de (José) Bono”, “se debe matar a Aznar”, “no me molesta tu tiro en la nuca”, denigración a la mujer, etc. Todo esto es desagradable, incluso para ser considerado arte, sin embargo, allá cada cual si quiere comprar sus discos o acudir a sus conciertos, somos libres de hacer lo que queramos con nuestro tiempo y dinero; pero hay dos asuntos que son delito en el sistema jurídico español: injurias a la corona, o a la jefatura del estado, si así lo prefieren, y el enaltecimiento del terrorismo. Igual que en Alemania está prohibido cualquier tipo de defensa del nazismo, exhibición de símbolos nazis, o la negación del holocausto, en España no se permite alentar o celebrar los asesinatos y secuestros de las bandas terroristas que asolaron este país en los años 70, 80 y 90, incluso en la primera década del nuevo milenio. Fue condenado una vez y suspendida la condena. Ha vuelto a reincidir, varias veces, y con distintos delitos, lo que ha provocado su entrada en prisión, no hay más.
El segundo asunto es más preocupante: muchas personas con las que he tratado el tema no entienden que se encarcele a una persona por una canción, sin ir más allá. Les parece raro, mas no indagan, se creen las noticias que les llegan en vez de informarse por su cuenta. Hasta Amnistía Internacional ha sacado una campaña infame con el lema “Rapear no es delito”, y en el texto empieza con la frase: “Nadie debería ser condenado penalmente por tuitear o cantar”. Si es cierto que luego añade “si no es delito de odio”. Me pregunto, si todo lo anterior, y mucho más, no es delito de odio, ¿qué entenderán entonces por dicha falta? Yo creo que sucede porque todavía confiamos a ciegas en los medios de información tradicionales, pensamos que todo lo que dicen es cierto y que no nos engañarán. Como todo es fácilmente comprobable no se atreverán. La realidad es que son empresas, con dueños, y cada persona tiene sus intereses. Hoy día, tenemos toda la información del mundo a nuestro alcance en un simple teléfono, para informarnos debidamente y contrastar noticias, pero no la utilizamos por pereza, o por algo peor.
Con respecto al último punto, hay algo en lo que si estoy de acuerdo con A.I.: si no estamos de acuerdo con una ley o consideramos que es injusta, trabajemos en cambiarla. El gobierno actual y en especial la parte comunista (lo dicen ellos, no yo), se quejaron mucho de la ley mordaza del PP, y apoyan las protestas violentas, supuestamente por defender la libertad de expresión. Pues bien, el movimiento se demuestra andando, están en el poder, aprueban leyes constantemente al tener mayoría junto al resto de partidos que les apoyan, ¿a qué esperan entonces para derogar esta ley que tanto les contraria? Supongo que es más sencillo y rentable electoralmente utilizar la protesta para mantenerse en el poder, en vez de utilizar esta autoridad para cambiar las cosas que dijeron que modificarían cuando no lo ostentaban. Hipocresía, se llama. O caradura.
Esta semana, por culpa de la maldita pandemia, pero gracias a las maravillas de la tecnología, asistí junto a multitud de personas a una charla del profesor Jarauta; como siempre, un placer escucharle. Por cierto, es bonito ver la cantidad de amigos que tiene y como le aprecian hasta casi con dulzura. En una de las preguntas al finalizar la conferencia una persona decía que siempre le había notado optimista, pero en esta ocasión lo veía un punto pesimista. Hombre, la verdad es que la situación no invita precisamente al entusiasmo, y más en personas mayores y vitalistas. En otra charla hace un par de años sobre mayo del 68, Jarauta nos contaba como salían a protestar en Alemania contra la guerra del Vietnam, utilizando cocteles Molotov y con cánticos de alabanza a tío Hô. Me habría gustado preguntarle qué opinaba sobre las protestas actuales, y la diferencia entre la causa del pueblo vietnamita para sacudirse el yugo colonialista, primero francés, y luego norteamericano, con los disturbios tras el encarcelamiento de los dirigentes secesionistas catalanes. Es posible conseguir mucho sin violencia, como demostraron en su momento Mahatma Gandhi, Nelson Mandela o Martin Luther King; pero claro, es mucho más “sencillo” cuando la causa es justa, no pretendo minimizar el sufrimiento de estas personas para conseguir sus objetivos.
En mi opinión, en una sociedad como la nuestra, privilegiada y satisfecha de sí misma, no hay cabida para la protesta violenta. Lo que para nosotros es cotidiano en otras partes del mundo es un sueño inalcanzable. Si queremos igualdad y derechos, promovamos recortar esa desigualdad cruel que existe entre las personas de las diferentes áreas geográficas del mundo y que se respeten sus derechos, al menos los fundamentales. Y en muchos de esos sitios sí que no será posible alcanzar la libertad por medios pacíficos; quien quiera dar rienda suelta a sus más bajos instintos, y además por una causa justa, ahí tiene su oportunidad. El problema es que al terminar no podrá irse tranquilamente a casita a tomarse una copa de vino, enchufar la calefacción y ponerse a ver en la tele de plasma de 52 pulgadas los disturbios mientras tuitea en el iPhone los selfis que se hizo con su chica delante de un contenedor ardiendo.
Si quieres derrotar a un pueblo, confúndelo.
Y en eso están.
Pobre España.