Corrían los últimos años del siglo XIX en Cieza cuando una disputa en una almazara local dio la primera alarma
Miriam Salinas Guirao
Uno de los hermanos Pérez Pérez no lograría llegar con vida al 11 de septiembre de 1895. Garbillaban trigo, Manuel y José, en la almazara de Ramón Capdevila. La criba del grano se hacía más amable con charla, con alguna conversación distendida, con alguna cancioncica o con algo que distrajera el calor y el esfuerzo.
Los hermanos Pérez Pérez optaron por medirse la masculinidad, por cuestionar si uno era “más hombre que otro” (18 de mayo de 1897 en Las Provincias del Levante). “Después de beberse dos cuartillos de vino, y cogiendo Manuel a José por el cuello, lo arrojó sobre un montón de trigo, de donde el chico se levantó, sacó una navaja y con ella quiso acometer a su hermano Manuel, que intentó defenderse con una pala” (Ibídem). Por suerte para ambos Antonio García Vázquez, el encargado, se hallaba allí y había sido testigo de todo lo acontecido y medió para que los dos hermanos rebajaran la intensidad de la discusión y anduvieran a la brega.
El ardor verbal
Incomodado Manuel dejó el trabajo y se marchó a la taberna de Francisco Martínez Marín, donde se encontró con su padre. El padre le preguntó a Manuel si ya había concluido el trabajo, y qué iba a decir Manuel, pues que sí. Pero las mentiras tienen las patas muy cortas, y poco tardó el padre de los hermanos en conocer lo que había pasado.
Iba por la calle Mesones Manuel y se topó con su padre, que no dudó en reprenderle y castigarle públicamente. La casualidad quiso que pasara José por el mismo lugar “y al verle el procesado, le acometió con una faca, causándole siete heridas incisas de las cuales falleció instantáneamente” (Ibídem). Siete puñaladas cainitas que recibió José, siete punzadas de orgullo sucio y rabia agria. “Bien porque al verse José acometido tratara de defenderse, o bien porque el mismo Manuel intentara hacerse pasar por víctima de las iras de su padre y de su hermano, es lo cierto que resultó con otra herida de la misma clase, de la cual quedó curado en 12 de noviembre siguiente” (Ibídem).
Siete puñaladas cainitas
El 20 de octubre de 1896, un año después de los últimos pasos de José Pérez Pérez Las Provincias del Levante informaban sobre la vista de la causa contra Manuel por delito de asesinato, su defensor era Ceferino Pérez, pero al día siguiente se suspendía la causa por enfermedad del letrado. En Cieza todo seguía su curso, Manuel se encontraba recluido y el juicio se dilataba. Hubo otro aplazamiento más, como señaló Las Provincias del Levante el 17 de marzo de 1897, la familia Pérez seguía sin descanso.
Llegó el 17 de mayo de 1897 y se señalaba que al día siguiente se iniciaría el juicio, pero el abogado defensor había cambiado, ya no era Ceferino Pérez, era Clemencín Chápuli, y este cambio de designio insufló un nuevo aire al caso, pues al final del día el abogado sería el protagonista de la faena.
El defensor protagonista
El 18 de mayo de 1897 se daba noticia del juicio: “Ante el jurado de esta sección, presidiendo el tribunal de derecho el nuevo magistrado Evaristo Alonso y Duro, ha comparecido el procesado por el juzgado de Cieza, Manuel Pérez y Pérez, acusado del delito de homicidio en la persona de su hermano José”. En el escrito de conclusiones provisionales, el ministerio fiscal calificó el hecho como constitutivo de un delito de homicidio, del cual era autor el procesado Manuel Pérez, siendo de apreciar la agravante de parentesco, por lo que se debería imponer al procesado la pena de 18 años de reclusión temporal, accesorias y costas.
La defensa del procesado corrió a cargo del letrado Clemencín Chápuli que solicitó en sus conclusiones provisionales la absolución libre de su patrocinado, “por haber este obrado en propia defensa”. El Diario de Murcia destacaba al día siguiente “al joven letrado” que sostuvo en un razonado discurso sus conclusiones.
El castigo de la memoria
A las 19:30 horas terminaba la vista de la causa ante el tribunal del jurado procedente del juzgado de Cieza contra Manuel Pérez por el delito de homicidio en la persona de su hermano José. La balanza de la justicia debía quedar igualada, inmaculada, equilibrada para proporcionar algo de paz a la familia Pérez que llevaba casi dos años en espera del juicio.
El tribunal de derecho, visto el veredicto de inculpabilidad dado por el jurado absolvió a Manuel Pérez. Manuel recobraría su libertad tras cargar con las 7 punzadas hirientes en el costado de su hermano, no había más condena para él que los hechos de su memoria. Pero Manuel no aparecía al final de la crónica, ni siquiera se le dedicaba unas líneas. El protagonista final era el joven letrado que fue señalado por los diarios “en causa tan importante” consiguiendo “un verdadero triunfo con el veredicto absolutorio que alcanzo del jurado para su defendido”.
Hacía muy pocos meses que el joven letrado debutaba en la audiencia que ahora le veía vencer. “Se reveló como un potentísimo jurisconsulto demostrando los grandes conocimientos que en materia de derecho posee. Clemencín fue muy felicitado a la terminación de su informe—que fue calificado de notable—por sus compañeros y amigos y a cuyas felicitaciones unimos las nuestras, por el triunfo que ayer alcanzo en el foro murciano”, concluía el diario.
De Manuel no hay más camino en los diarios, el debate de dos hermanos tuvo un sabor trágico en este rincón del Segura.