Trump: ¿Y ahora qué?
Miércoles 6 de noviembre
No ganamos para desgracias. Cuatro años después de su salida cimarrona de la Casa Blanca, con asalto al Capitolio incluido, vuelve Trump, imponiéndose con claridad a Kamala Harris y acaparando en esta ocasión “todo el poder”. Y lo ha hecho, como no podía ser de otro modo, a su manera. Tras una campaña electoral desquiciante, siempre al borde de la enajenación y del delirio político, capitaneando, dice él, nada más y nada menos que “el movimiento político más grande de la historia de la humanidad”.
Nos duele que haya ganado este bufón desaforado, pero aceptamos el veredicto de las urnas. No como él y muchos de sus partidarios que no contemplaban ninguna otra posibilidad pacífica que no fuera ganar. Asusta, es verdad, que en un contexto internacional tan convulso vuelva al frente de una potencia mundial, como es Estados Unidos, un sujeto semejante. De hecho, los Putin, Netanyahu, Milei u Orbán ya lo andan celebrando. Y sabemos por qué.
Así las cosas, la pregunta que empieza a abrirse paso, una vez ungido el nuevo dios del populismo extremo derechista, es: ¿Y ahora qué?
Seguirá Trump traspasando todos los límites y empujando al mundo hacia el abismo, o por el contrario la dura y cruda realidad convertirá su mandato en una sucesión de actuaciones esperpénticas sin más, como un mal sueño del que se acaba despertando.
Ojalá todo quede en lo segundo, aunque mucho nos tememos que acabará ocurriendo lo primero. Y como europeos (me refiero a la Europa democrática y social), deberíamos empezar a prepararnos para afrontar ese viaje al “corazón de las tinieblas”.
Salirse de X
Sábado 9 de noviembre
Veo a Elon Musk exultante tras la victoria de Trump y me vienen a la memoria unas reflexiones de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, sobre Twitter que leí hace unos meses. Llevo tiempo interesado en las opiniones de esta mujer. Por las ideas progresistas que defiende, claro está, pero también por la admiración que me produce su éxito político en Francia, aun siendo hija de emigrados andaluces de los años sesenta (cuando España exportaba emigrantes a Europa por millones).
Hidalgo fue una de las primeras políticas francesas en utilizar la entonces Twitter, ahora X, donde ha llegado a contar con un millón y medio de seguidores en todo el mundo. Pronto pudo comprobar que “detrás de aquel aparente desmadre de carnaval populista se ocultaba el meticuloso trabajo de docenas de propagandistas, ideólogos y, cada vez más, científicos y expertos en Big Data que tratan de reinventar las reglas del juego político”.
Manipulación, desinformación, fomento del odio, acoso, racismo declarado, ataques despiadados contra científicos, climatólogos, mujeres, ecologistas, progresistas se ponen aquí al servicio de un clarísimo proyecto político que pretende relegar la democracia y sus valores en beneficio de poderosos intereses privados.
Para ser fiel a sus convicciones y a su compromiso, la alcaldesa tomó la decisión de abandonar la red de Musk. Confieso que me abrí una cuenta en esa plataforma hace muchos años. Ha estado inoperativa todo este tiempo. Por lo que no necesito salirme de donde nunca he llegado a estar.
Armisticios
Lunes 11 de noviembre
Cada 11 de noviembre los franceses conmemoran el armisticio que en 1918 puso fin a la Primera Guerra Mundial. A la “Gran Guerra”, como también la llaman.
Fue aquella una guerra de trincheras, en la que intervinieron por primera vez tanques, aviones y submarinos, y en la que hubo más de diez millones de muertos, entre militares y civiles. También se contaron por millones los mutilados. Una macabra carnicería solo superada por la otra guerra que vino después, desencadenada por Hitler tras utilizar a España como campo de prueba.
Me gusta la palabra “armisticio”. Probablemente una de las más hermosas que se pueda encontrar en el diccionario. Por lo que significa y por la esperanza que suele generar. ¿Qué suspensión de hostilidades pactada entre pueblos o ejércitos beligerantes no va seguida de un gran alivio para la mayoría?
Me gusta esta palabra, aunque en el fondo sé que es solo una quimera. Siempre recuerdo por estos días un cruento episodio histórico contado por una maestra en la escuela del país vecino. Debido a las deficiencias de las comunicaciones en la época, tardó días en llegar la orden firmada aquel 11 de noviembre a ciertos campos de batalla alejados. Mientras tanto, jóvenes que aún no habían cumplido los 20 años seguían combatiendo y muriendo cuando la guerra ya había terminado.
Incluso cuando ya está oficialmente firmada la paz, les cuesta a las bombas y a las balas dejar de silbar. Y los armisticios, tanto en la guerra como en muchos otros órdenes de la vida, nunca son, en verdad, armisticios del todo. Tal vez solo una interrupción, un descanso, una tregua para seguir las contiendas por otros medios.