El cuaderno de Opinión de Antonio Balsalobre

Charlando con Alejo

Me hace una entrevista en Onda Regional Alejo J. Lucas. En el magazín del fin de semana Rompeolas, concretamente. Lucas es un periodista con juventud y bagaje, curtido en 1.000 batallas. De los que se patean la calle. Reportero polifónico de micrófono y pluma, al que nada le es ajeno, sabe saltar de una cultura a otra, de la más literaria, por ejemplo, a esa otra de la crónica negra: los tribunales o sucesos, con una destreza sorprendente. Sus reportajes impactantes en televisión, buceando en las regiones más oscuras del alma humana, no han dejado (no dejan) a nadie indiferente.

Charlamos sobre mi última novela: Cieça.1477. La sombra del rayo (Alfaqueque Ediciones) que ha leído y apreciado. “Me ha encantado”, confiesa en público. “Con su lectura he pasado muy buenos ratos en estas tardes calurosas del mes de agosto”. Le agradezco sus amables palabras. Conversamos, claro está, sobre la algarada del rey nazarí, la sangre derramada, los cerca de 500 cieçanos, hombres, mujeres y niños llevados como cautivos a las mazmorras de la Alhambra, en su mayor parte abandonados a su suerte. Pero también, por su importancia en la historia, sobre la cruenta guerra civil que durante más de veinte años mantuvieron los primos Pedro Fajardo y Alonso Fajardo el Bravo disputándose el Adelantamiento del Reino de Murcia. Y cómo no, también son objeto de la conversación Guiomar (la verdadera protagonista para él), Sancho, Haddad, sus amores y desamores, sus fortalezas y debilidades…

Da gusto hablar con Alejo, porque sabe de lo que habla. “Cuando estaba llegando al final de la novela, no quería que terminara”, confiesa en un momento de la charla. Eso mismo me pasó a mí con su entrevista.

Así no hay manera

Estaba cantado. Ya antes de las elecciones era público y notorio que ninguna de las dos partes aceptaría otro resultado que no fuera ganar los comicios. Y así ha sido. Casi un mes después de las votaciones ambos contendientes siguen declarándose vencedores. La inestabilidad política en Venezuela está pues asegurada.

Al margen de los que tenían investido al presidente antes de que se abrieran las urnas, léase Estados Unidos, de un lado; los partidarios a ultranza de Maduro, de otro; y los que han reclamado ambiguamente la verificación “imparcial” de los resultados, esto es, la UE, con la idea de que concederían la victoria a la oposición, se ha abierto desde el principio una tercera vía que no debería caer en saco roto. La única, tal vez, que podría desbloquear la situación. La iniciativa de Lula y Petro, en consonancia con la de otros líderes de la izquierda latinoamericana, que aboga, ante lo que algunos llaman un “empate catastrófico”, por la negociación y el acuerdo. Algo muy complicado, a priori, pero no imposible.

El oficialismo lo fía todo ahora, por lo que parece, al “pronunciamiento” del Tribunal Supremo de Justicia, que acaba de certificar la victoria de Maduro. La oposición, que no reconoce su autoridad, a la presión internacional. Y así no hay manera.

Como dijo Lula, Venezuela se merece algo más. Se merece, como poco, sin renunciar a sus conquistas sociales, volver a la normalidad y reintegrarse en la comunidad regional e internacional.

Gaza: entre el azul centelleante

Ocurre algunas mañanas que, frente al mar, mientras veo irrumpir el sol por la línea curva y azulada del horizonte, caigo en la cuenta de que en esa misma dirección, hacia oriente, en el otro confín del Mediterráneo, en la costa opuesta a donde me baño, se encuentra Gaza, la devastada Franja de Gaza. Me pregunto entonces si ese hermoso arrebol anaranjado del amanecer no estará ocultando en ese instante las columnas de humo y polvo de los bombardeos israelíes sobre la población indefensa. Ningún sitio hay ya a salvo para mujeres, hombres y niños en esa tierra porque para Netanyahu cualquier hospital, cualquier escuela, cualquier campo de refugiados, cualquier zona humanitaria o techo donde resguardarse es sospechoso de albergar “terroristas” y por lo tanto digno de ser aniquilado con quien haya dentro.

40.000 muertos después, un tercio de los cuales son niños y niñas, prosigue el genocidio. No hay día sin bombardeos ni matanzas. ¿Quién duda ya, a estas alturas, de que, tras el ataque terrorista de Hamás, lo que impulsa al Gobierno de Israel no es otra cosa que una voluntad exacerbada de venganza y exterminio? Ojalá sirvan de algo los gritos de protesta que se alzan en el marco de la Convención Nacional Demócrata, que encumbrará a Harris, para exigir una posición más crítica con Israel. Solo de ahí podría venir alguna esperanza.

Entretanto, no hay mañana en la que, entre el azul centelleante del mar, no amanezca en los confines del Mediterráneo un sol teñido de rojo.