El cuaderno de Opinión de Antonio Balsalobre

De Marsella a París

Marsella. Jueves 4 de julio. 10 de la mañana.

Mientras paseo por el Vieux-Port, corazón de la ciudad foceana, me cruzo con hombres y mujeres que, como en tantos otros sitios, lucen los tonos de piel más diversos. Tal vez aquí en mayor medida, por ser ciudad de migraciones, de llegadas y salidas, mediterránea hasta la médula. Brillan las aguas del puerto acariciadas por el sol, algo más clemente que el que señorea en nuestra tierra por estas fechas. Se balancean los barcos agitados por un suave oleaje que levanta el mistral. He venido a Francia en busca de una respuesta. Con el propósito de tomarle el pulso a un país que el domingo se juega su futuro, con una extrema derecha a las puertas del poder y un frente republicano, democrático y diverso que quiere evitar lo peor. Me propongo hablar con la gente, con unos y otros. Recoger testimonios, oír, ver, mirar, analizar, deducir, y procurar entender. No me es ajena esta sociedad por haber vivido aquí durante algunos años, ni su lengua que he enseñado y amo como si también fuera mía. A las 11.55 horas tomaré el TGV con destino a París. En tres horas y media cruzaré este país desgarrado, pasaré por ciudades y centros periurbanos en donde la izquierda saca sus mejores resultados. Y zonas rurales que se sienten abandonadas y donde se impone el Reagrupamiento Nacional. Continuará…

Un “paraíso” infernal

París. Viernes 5 de julio.

Convergen, en cualquier elección que se precie, la política y la aritmética. Más si cabe en unos comicios como los franceses que se celebran a dos vueltas y en los que entre una y otra hay lugar para pactos y retiradas. Esos acuerdos y desistimientos, o sea, la política, han hecho cambiar los números. Ya nadie da, salvo sorpresa mayúscula, victorioso con mayoría absoluta al partido xenófobo de Le Pen. Es más, en esta última semana parece haber ido perdiendo fuelle. Por los pactos, pero también por la inexperiencia e incompetencia palpable de muchos de sus candidatos que naufragan cuando los sacan de su monotema: la inmigración. Esa política y esa aritmética son las que enfurecen a Thierry, vendedor ambulante de pescado en el Vieux-Port de Marsella. Para él, “todos los políticos, excepto los del Reagrupamiento Nacional, son unos ladrones y la invasión migratoria y la inseguridad que se deriva de ella es asfixiante”. Christine y Bernard, que regentan un pequeño bistró de ambiente parisino en el Barrio Latino, en cambio, apoyan esos pactos “republicanos” y, aun reconociendo problemas de integración de ciertos grupos, no creen que sea para tanto (el RN obtuvo en París un 10% frente al 33 % en el resto del país). “Claro que hay gente que lo está pasando mal y hace falta más justicia social. Pero esa, en mi opinión, si ha de venir, solo la puede traer la izquierda”, afirma Cristina. Bernard, está de acuerdo, y añade: “Me preocupa que haya demasiados franceses que viviendo en “un cierto paraíso” estén propagando odiosamente la idea de que vivimos en el infierno”.

“¡Bienvenidas las dificultades!”

Martes 9 de julio. De vuelta a Cieza.

Decíamos el jueves pasado que no todo estaba dicho en la segunda vuelta de las elecciones francesas. Y no nos faltaba razón. ¡Pero de ahí a lo sucedido! Viví la noche electoral del 7 de julio en la Plaza de la Batalla de Stalingrado, situada en un barrio popular de París, donde Mélenchon, cuyos antecedentes murcianos son conocidos, acabó celebrando su “victoria” y la del Nuevo Frente Popular. A las 19.59 horas, los cientos de personas, en su inmensa mayoría jóvenes, contenían el aliento, preocupados. A las 20:00 horas, cuando la televisión pública dio a conocer las primeras estimaciones (utilizando el recurso de la cuenta atrás, como es habitual), hubo un inmenso estadillo de alegría. Caras de júbilo, gritos de triunfo, abrazos, suspiros de alivio… Evidentemente, era una sorpresa para todos. No solo Francia paraba a la extrema derecha, sino que le daba además la victoria a la izquierda y relegaba al partido de Le Pen, que el domingo anterior creía acariciar la mayoría absoluta, a la tercera plaza. Ya habrá tiempo de analizar por qué se ha producido este vuelco. El frente republicano ha funcionado. Ha dado el primer paso. Queda ahora por articular un gobierno y que el NFP proponga un Primer ministro de consenso.  “Empiezan las dificultades”, le dice Patrick a Chloé, ambos estudiantes de química. “¡Bienvenidas las dificultades!, le contesta ella, si son éstas”.