El cuaderno de Opinión de Antonio Balsalobre

Pupa

El político Milei, el de la motosierra, va de antipolítico, como Franco, al que no le gustaba meterse en política, ya saben. Pero su programa político, obviamente, no es inocuo. Pretende, entre otras cosas, “en nombre de la libertad”, desguazar el Estado, silenciar a los medios de comunicación no afines o despojar a las mujeres de sus derechos (“cobarde”, le ha espetado a Sánchez porque, según él, las mujeres de su gobierno han acudido a defenderlo). El libertario liberticida, vamos. Considera, por otra parte, como buen defensor del capitalismo salvaje, que los impuestos son un robo -él que ha dilapidado 400.000 euros del erario público para venir en avión oficial a un mitin de Vox a Madrid-, o, dentro del ideario político más deshumanizado, que la justicia social es “una aberración”. Por si fuera poco, se permite venir a España a insultar en su propia casa, en un mitin ultraderechista, a la esposa del presidente del país que lo acoge. Inaudito. Al equidistante Feijóo le está haciendo pupa esta contienda. No se extrañen que acabe diciéndole: ¿Por qué no te callas?

Sin ti no soy nada

Hay quienes necesitan el procés como el aire que respiran trece veces por minuto. Por eso no dejan de avivar su llama. Uno de ellos es, por supuesto, Puigdemont, que lo llevó a su máxima expresión y se está jugando su supervivencia política. Pero no es el único. Feijóo también se aferra a él como a un clavo ardiendo. De hecho, aun contradiciendo al candidato catalán de su partido, que lo da por muerto, él sigue insistiendo desesperadamente en que sigue vivo. Como si no hubiera habido un antes y un después tras las elecciones catalanas (que el socialista Illa ha ganado con rotundidad y en las que el secesionismo ha obtenido sus peores resultados), Feijóo no ha cambiado un ápice su discurso apocalíptico. El de la desintegración de España, acompañada del hundimiento de la economía. Todo ello, mientras esta última se comporta bien en términos relativos (queda todavía tanto por hacer en justicia social) y el país esté más cohesionado que ayer (y no digamos nada que cuando gobernaba Rajoy). Espero que Juan y Eva, de Amaral, no se enfaden por destrozar el título de su canción para ponerle música a esta dependencia. Sin el procés, algunos no son nada.

Impresión

Hace tiempo que una reproducción del cuadro de Claude Monet Impresión, sol naciente, cubre un trozo de pared de mi habitación. Como me suelo levantar temprano, sucede que muchas veces ante mi vista se juntan dos amaneceres. El real, que contemplo por mi ventana, con el sol despuntando por la Sierra de la Pila, y el virtual, el de la lámina, iluminando el despertar del puerto normando de Le Havre. Dos improntas que ayudan a encarar el día. La quietud solitaria de la naturaleza, por un lado; el bullicio industrial de una ciudad y de unos hombres y unos barcos que se echan a la mar, por otro. Tuve la suerte de visitar el pasado mes de marzo en el Museo de Orsay la magnífica exposición París 1874. Inventar el impresionismo, cuyo cartel anunciador es precisamente el lienzo de Monet. Una muestra centrada en aquellos parias de la pintura que se apellidaban Renoir, Degas, Pissarro, Cézanne, Sisley o Morisot, y fueron rechazados por el jurado del Salón oficial. Esclarecer los tonos de la paleta y salir de las cuatro paredes del atelier para capturar lo que sucedía en las calles fueron dos de las grandes apuestas impresionistas. Mi impresión: que no debería olvidarme de estos dos preceptos en mi escritura.