El cuaderno de articulillos sueltos de Antonio Balsalobre

Botes salvavidas

Tras chocar el Titanic contra el iceberg, los pasajeros del transatlántico se encontraron con un problema muy grave: que había menos plazas en los botes salvavidas que viajeros. El problema que tenemos en este vórtice de la pandemia es que hay menos vacunas que españoles deseando vacunarse. Cuando estas cosas ocurren, se establecen unos protocolos. “Mujeres y niños, primero”, por ejemplo, en la seguridad marítima. Aunque no parece que se respetaran estos preceptos en el Titanic porque Bruce Ismay, director y presidente de la compañía, fue uno de los primeros en abandonar el barco cuando aún quedaban muchas mujeres y niños en él. Tampoco parece que los protocolos establecidos se estén respetando enteramente, como cabría esperar, en esta campaña de vacunación. Algunos consejeros, altos cargos, alcaldes, concejales, presidentes de colegios de médicos (y lo que te rondaré morena) se están subiendo, como Ismay, a los botes salvavidas de la vacuna antes de que les toque. Y eso debe tener sus consecuencias políticas.

Cuelgamuros

Cuesta entender cómo con los presidentes y presidentas que ha tenido Madrid en los últimos años la Comunidad sigue todavía en pie. Claro que se podría decir lo mismo de la Región, pero hoy toca hablar de Cifuentes que fue precedida en el cargo por Ruiz-Gallardón, Aguirre e Ignacio González, todos ellos del PP y cuyas presidencias han quedado en mayor o menor medida salpicadas por tramas de corrupción que saquearon las arcas públicas madrileñas. ¡Vaya elenco! Cifuentes, además de estar imputada en Púnica, se enfrenta estos días a una petición de tres años de cárcel por falsificación de su máster. ¡Como para inmortalizarlos a todos ellos, a semejanza de Black Hills, en Dakota, tallando sus caras en las rocas de Cuelgamuros en la sierra de Guadarrama! Sin olvidar, eso sí, de dejar un hueco futuro para Ayuso.

Extemporáneo

Cuando en los días más negros de la pandemia, el alcalde y la vicealcaldesa de Madrid se ven en la obligación, chantajeados por Vox, de dedicar su “preciado” tiempo a justificar el derribo de un mural, es que políticamente ese Ayuntamiento no anda bien. Si ese mural, además, es un homenaje a quince pioneras defensoras de los derechos de las mujeres y de la igualdad, y resulta que su creación fue apoyada por PP y Ciudadanos, incluso “con cierto entusiasmo”, en 2018, hace apenas dos años, el despropósito político se vuelve indecencia democrática. De Vox no cabía esperar otra cosa. Su grotesca obsesión contra el feminismo le lleva a plantear batallas extemporáneas y hasta, si me apuran, pírricas. Lo patético es el seguidismo de Almeida y Villacís.

Idearios

Lo decía el expresidente francés Hollande no hace mucho en una entrevista: “Si algo ha venido a demostrar la crisis de la Covid-19 es que el ideario de la izquierda está más vigente que nunca. Y puede que no le falte razón. Hablar en estos tiempos inciertos de estado social protector, servicios públicos potentes y eficaces, apoyo al mundo del trabajo o ayudas sociales para los más desfavorecidos, es una necesidad tan ineludible como inaplazable. De poco sirven, es verdad, en esta coyuntura las teorías de un mundo, el neoliberal, en que los individuos no pasan de ser átomos aislados que solo se preocupan de sí mismos y de sus intereses económicos. Una de dos, o combatimos esta crisis recuperando conceptos como cooperación y solidaridad o no saldremos de ella. Atrás debería quedar definitivamente aquel ideario neocapitalista que Margaret Thatcher en 1978 resumía con esta fórmula lapidaria: “La sociedad no existe, solo existen individuos”.

 

 

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