El cuaderno de articulillos sueltos de Antonio Balsalobre

Bajo los tilos

En Berlín hace una mañana fría y soleada de invierno. A unos pasos de la Puerta de Brandeburgo, coronada por una bandera que ondea al viento, se alza el imponente edificio de la embajada rusa, vallado y fuertemente custodiado por la policía. Poco más allá también se encuentra el no menos imponente de la embajada norteamericana. Ambas se miran de reojo y rivalizan en poderío observadas por hermosos tilos. Frente a la embajada rusa hay depositados en el suelo flores, velas y carteles con consignas contrarias a Putin y a su devastadora invasión de Ucrania. Me cuentan que en el 2003 ocurrió lo mismo frente a la de Bush durante la cruenta invasión de Iraq. Muy a su pesar, Berlín, con la desgarradora división de la ciudad tras la II Guerra Mundial y la derrota del nazismo, sabe de repartos y enfrentamientos entre grandes potencias. Puede que haya sido, de hecho, la metáfora perfecta de un mundo «civilizado» y hostil.

De nuevo Europa vuelve a desgarrarse. Vuelven a hablar las armas. Y aquí, entre tilos que quieren despertar de su letargo invernal y edificios que recuerdan guerras recientes, me pregunto qué debemos hacer en esta nueva que ha estallado ante nuestras narices para estar a la altura de las circunstancias.

Azares del destino

Siete días, una semana, tienen la culpa. Que es el tiempo que transcurrió entre la declaración de guerra política de Ayuso a Casado el pasado 17 de febrero y la declaración de guerra total de Putin a Ucrania, el 24 de ese mismo mes, en forma de invasión militar de su territorio. La pregunta que se estará haciendo Casado es qué habría pasado si Ayuso hubiera decidido retrasar unos días su acusación pública de espionaje al partido, o si Putin hubiera ordenado invadir unos días antes el país vecino. Es más que probable que la preocupación y los horrores de la guerra en Ucrania hubieran desactivado o solapado informativamente, relegándolo a un segundo plano, el enfrentamiento cainita en el Partido Popular. De modo que Casado seguiría al día de hoy ocupando por algún tiempo más, tan ricamente, su escaño en el Congreso y su sillón en Génova. Azares del destino.

Economía de guerra

“No hemos salido de Poncio cuando ya estamos metidos en Pilato”  hubiera dicho mi madre de vivir aún en estos días inciertos. No hemos salido del todo de la pandemia cuando ya estamos metidos, unos de lleno y otros colateralmente, en una nueva guerra en Europa. Y no parece que sea pura casualidad. Los tiempos en la guerra, y por lo tanto el factor sorpresa, cuentan tanto como las balas o los tanques. Lo sabe muy bien Putin, que no ha dudado en elegir este final de la pandemia con casi todo el mundo desprevenido, incluidos los propios bombardeados, para atacar militarmente e invadir Ucrania. El Gobierno español de coalición debe prepararse ahora, después de la dura batalla librada para afrontar social y económicamente la calamidad del covid, para un nuevo reto no menos dramático: gestionar lo que se conoce como una economía de guerra. Es lo que toca. Ojalá sea esta vez con algo más de apoyo de la oposición.

Mazarrok 82

“Sin el rock es imposible entender nuestra historia más reciente. Y sin Miguel Ríos es imposible entender nuestro rock”. Quien lo haya dicho, lamento no recordar su nombre, sabe sin duda mucho de música y de España. No en vano, desde antes de los estertores de la dictadura hasta los recientes azotes de la pandemia, el roquero lleva cerca de sesenta años subido a los escenarios conectando a través de sus canciones con distintas generaciones de españoles. Su Rock & Ríos, del que ahora conmemora su 40 aniversario fue memorable, marcó un antes y un después. Yo asistí en su día al concierto en Mazarrón, en el Campo de fútbol del Bala Azul. También los estadios pueden servir para algo más que darle patadas a un balón. No pude, en cambio, estar presente el pasado sábado en el WiZink Center en Madrid. Bien que me hubiera gustado. Me quedo con aquel verano del 82 en el Mazarrok. Que tan poco está tan mal.

 

 

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