El Borbón que regresará de Oriente, o eso parece
A punto estaba de pensar en voz alta su regreso a España mas no por razones de justicia mundana que, de momento, es la única que conozco. Aunque no siempre la reconozco en algunos de sus fallos que digo yo que por algo serán así llamados. Por aquí abajo, la báscula divina, en el mejor de los casos, anda de oyente. Y para cuando le toque el turno, esto es, cuando expiremos, ¿qué quieren que les diga? Nadie ha regresado para contarnos nada.
Su ancianidad había despertado en mí una cierta compasión que mudó a indignación, tan pronto supe de su querella contra el de las anchoas. Podría relatar las incontables fechorías de querellante, sus oreadas y libidinosas humillaciones a quien ha sido una reina excepcional o las trabajadas cesantías de una Justicia bizca, que no ciega. Cesantías trabajadas; un oxímoron más que posible pues algunos togados a veces curran para castigar al donnadie y otras para salvar al prócer o para aparentar que se le escarmienta un poquito. Para que quede claro. No censuro el error humano, entre otras cosas porque en esto soy toda una autoridad. Hablo de descuidos intencionados, de justicia inclinada y de resoluciones que hacen de una ciencia inexacta, como es el Derecho, una superchería esotérica. Reconozcamos que la culpa no es siempre del chachachá, ni del tribuno sino del legislador que, de ordinario, ha escarnecido al robagallinas y se ha enternecido con el pisaverde. Y si fallare lo uno y lo otro, el legislador ejecutivo tirará del comodín. Oseasé el indulto, la amnistía o el Tecé de Pumpido.
Iñaqui, que sabía que lo de contigo, pan y cebolla duraría un suspiro, ignoró la esencia del ajedrez. Que antes que al Rey, que al menor peligro se enroca, se sacrifica a cualquier pieza. Donde fueres haz lo que vieres y eso hizo, en la cándida convicción de que la inviolabilidad del Rey alcanzaba a los parientes políticos. No, Iñaqui. El salvoconducto penal cubre al Jefe del Estado, por derecho, y a su prole porque sí. Al margen de las consabidas fuentes del derecho, consagradas en el artículo uno de nuestro Código de Gentes, hay otras fontanas y alfaguaras de las que beben jurisconsultos cortesanos o en edad de merecerlo.
Iñaqui lo entendió más adelante, mandando a la licenciada que firmaba por amor (dibujando corazoncitos por donde la rúbrica) y a toda su Corte celestial a tomar por saco, previo resarcimiento de daños, perjuicios y oprobios. Lo de la cárcel de señoras fue un detalle pero no hubo más sacrificado que él. El padrino de la boda dijo sí a todas las peticiones del ex duque. Tenía prisa por callar despechos que saben demasiado. Lo que ignoro es si la contrapartida contable (el debe) se cargaría en su cuenta o, como hiciera con su segunda regularización fiscal, pasaría la gorra a sus empresarios de cabecera. Lamento el sarcasmo pero si grave fue el incumplimiento de sus obligaciones tributarias para con la nación que paga todos sus gastos, grotesca fue la derrama con la que satisfizo lo debido ¿Fue simple tacañería o, acaso, pretendió dar a entender que carecía de fondos para ello? Faltar a la inteligencia de un pueblo es, en ocasiones, más insultante que la rebeldía a la Ley.
Decía que huelga recordar las andanzas y desventuras del Borbón pues la Justicia estuvo ausente, los palatinos complacientes y el resto silentes. Aunque para no pecar de iniquidad, conviene recordar que un grupo de magistrados y fiscales anticorrupción, ya jubilados, interpusieron una querella contra el Rey Emérito, ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, por la presunta comisión de hasta cinco delitos fiscales. Esgrimieron los querellantes que las regularizaciones fiscales llevadas a cabo por Juan Carlos (la primera en diciembre de 2020 y la segunda en febrero de 2021) fueron posteriores a las dos notificaciones que la fiscalía trasladó el Emérito (en junio y noviembre de 2020) en las que se le informaba sobre la apertura de diligencias de investigación sobre posibles irregularidades tributarias. El artículo 305.4 del Código Penal dice así:
“Se considerará regularizada la situación tributaria cuando se haya procedido por el obligado tributario al completo reconocimiento y pago de la deuda tributaria, antes de que por la Administración Tributaria se le haya notificado el inicio de actuaciones de comprobación o investigación tendentes a la determinación de las deudas tributarias objeto de la regularización o, en el caso de que tales actuaciones no se hubieran producido, antes de que el Ministerio Fiscal, el Abogado del Estado o el representante procesal de la Administración autonómica, foral o local de que se trate, interponga querella o denuncia contra aquél dirigida, o antes de que el Ministerio Fiscal o el Juez de Instrucción realicen actuaciones que le permitan tener conocimiento formal de la iniciación de diligencias.”
Literalmente, y en lo que a prescripción de los delitos se refiere, se advierte en la querella:
“Como desarrollaremos más adelante nos encontramos ante delitos cometidos mediante la utilización de personas jurídicas, en este caso fundaciones (Zagatka y Lucum) con sedes en Liechtenstein y en Suiza. Todo este entramado se ha utilizado para ocultar o dificultar la determinación de la cuantía defraudada, por lo que nos encontramos ante la modalidad agravada prevista en el artículo 305 bis del Código Penal que establece una pena de dos a seis años de prisión; en consecuencia, la prescripción se produce a los diez años…….”
No se me escapan las simpatías ideológicas de los querellantes ni sus amores o indiferencias para con la Ley según el pedigrí del político presuntamente transgresor del ordenamiento jurídico. Pero yo no participo en esa liga de miopes sectarios en la que, por descontado, también juegan los del otro bando.
Se necesitan buenas dosis de ingenuidad para seguir creyendo en algo mejor. Una Ley justa (democráticamente promulgada) e imparcialmente interpretada (por una Justicia emancipada del poder político) marca los lindes entre la armonía y el caos. El Derecho no debería ser la conveniencia del más fuerte sino el centinela de una sociedad que aspira a ser civilizada. No caeré, por tanto, es esa argucia retórica consistente en desacreditar al dicente (ad hominem) para malograr lo aducido. Admitir la validez intelectual de este burdo recurso nos llevaría a un callejón sin salida pues sólo un ser perfecto podría formular razonamientos válidos. Lo que quiero decir con esto es que los pleiteantes antes citados, más allá de sus más hondas y legítimas motivaciones, cumplieron con un deber cívico al presentar la querella; iniciativa que yo celebré en su día.
¿A qué infiel escudero se le ocurrió la pena de destierro? ¿Una penitencia medieval para una trasnochada institución? ¿Qué estratega pergeñó la querella contra Revilla? Con consiliarios así, ¿quién necesita enemigos? La pendencia nació fracasada desde el mismísimo instante de su registro. De no prosperar hará el ridículo y, aún ganándola, la perdería en realidad ¿Cómo se atreve un inviolable, otrora por ley y más tarde por principio particular del derecho, a emprenderla con un españolito que a su manera ha labrado España entre lluvias y soles? Discúlpeme Señor Hernández por este licencioso y minúsculo plagio pero es que, como su imborrable huella y guardando mil distancias, me siento tan cerca de braceros como alejado de hidalgos. Tal vez por ello nunca vi belleza donde reinó el yugo. Ni en pirámides o palacios donde el diezmo y el sudor, cuando no el deceso, pusiéronlos los de siempre.
Zarzuela se ha desmarcado de semejante dislate. Con toda razón. Felipe, que es un extraordinario Jefe del Estado, lleva apagando fuegos una eternidad lo que ha encanecido su pelo con cierta premura. Hay legados que los carga el diablo. Por nada del mundo desearía estar en su lugar, dividido entre el amor filial y la lealtad a España. Bendigo esa fortaleza que no cualquiera alcanza. Suerte, mucha suerte pues, aunque soy republicano convencido, creo que su presencia en la Jefatura del Estado es, en estos tiempos, radicalmente necesaria. En lo que a mí concierne, la república puede esperar. El tiempo que sea necesario hasta que sus principales valedores comprendan la naturaleza y alcance de una república como Dios manda. No LE nombre en vano pues no creo que vea con buenos ojos una república resentida y con derecho de admisión.
Revilla. En lo que a ti concierne, mantente firme; por ti y por todos nosotros. Ni se te ocurra arriar tus calzones en el acto de conciliación. Esta es una partida que ya has ganado sin jugarla pues, aun sin pretenderlo, te han hecho un regalo. El de encarnar a un pueblo harto de soberbios que aspiran a imponer el silencio como velo de la ignominia.
Me hago cargo. Toda una vida recibiendo dádivas, besamanos, besapies, postraciones, arrodillamientos y genuflexiones varias cambia a cualquiera. Hasta el punto de hacerle creer que el mismísimo Dios le entregó el cetro. O tal vez la explicación sea más prosaica. Desde esa atalaya ha debido ver cómo unos y otros se han enriquecido hasta la náusea. Nada de ampollas en las manos, silicosis, surcos en la frente o piel quemada por el sol de los campos de España. No. Estos visten bien, huelen a incienso y a cedro de Virginia y son extraordinariamente educados. Comisiones por aquí, informaciones privilegiadas por allá y consejos de administración por acullá.
Y en eso que Juan Carlos, en un momento determinado, comenzó a oler mejor que el resto. A bergamota San Carlo y a hediona. Nadie sabe lo que guarda el Campechano pero lo que sí sabemos es que la asignación anual de los presupuestos generales del Estado para la Casa del Rey no da para tanto. Mucha mata para tan poco riego. Y que nadie me hable de herencias porque todo lo que el pueblo ha pagado al pueblo pertenece. El usufructo a gastos pagados, que se extingue por el óbito o pérdida del cargo del usufructuario, se me antoja más que generoso. Y que nadie me hable de negocios pues al Jefe del Estado (por la gracia de Dios y de la sangre) sólo un negocio ha de concernirle: el ejercicio de la jefatura del Estado con honor y ejemplo. Nada más. Y nada menos. Y si señor o la señora han hecho economías de la paga anual y se han comprado un chalecito a pie de playa y una cabañita por donde la nieve, pues para ellos. Con escritura y registro y todo.
Hago un receso y repaso las noticias del día. Me entero que el Emérito acaba de presentar otra querella contra su ex amiga, con derecho a roce, Corinna Larsen. La rubia largó lo suyo. No reproduciré lo que, con suma facilidad, puede ser consultado en la hemeroteca. Sólo recordar que las acusaciones vertidas por la alemana son de extrema gravedad ¿Podrá probar la veracidad de las mismas? Juan Carlos debe creer que no pues, de lo contrario, no habría interpuesto esa demanda para limpiar su honor. El tiempo dirá aunque tampoco espero grandes noticias. Si gana el rey, tal vez recupere los 11.000 MILLONES DE PESETAS que, a cuenta del AVE a la Meca, le apoquinó a la señorita Larsen. De asomar pruebas que avalasen las revelaciones de aquella, pues……¿qué quieran que les diga? Que habrá que pagarle una pasta para que selle nuevamente sus labios. Al menos, mientras le dure la plata.
A nuestros mayores, que trabajaron limpio para sacar a sus familias adelante, les sobra mes al final de la paga, dan de comer a las palomas, juegan al dominó, llevan a los nietos al cole, pasean al solecico del mediodía y, cuando se tercia, otean y dirigen las obras desde una distancia de seguridad. En no pocas ocasiones, urden inverosímiles sacrificios para ayudar a hijos en dificultades. Viven con el miedo en sus cuerpos; inoculado por inquietantes vaticinios sobre la insostenibilidad del sistema público de pensiones. Cada veinticinco de mes, a primerísima hora, se agolpan en las sucursales bancarias no ya para cobrar, que también, sino ante todo para saber que han cobrado. Doy fe. Pero a éste, que nada le ha faltado ni le faltará jamás, le ha dado por jugar a las querellitas. Para limpiar su honor, dice. Como muestra de contrición pública, debería querellarse contra sí mismo pues nadie ha socavado más su honorabilidad que el señor de su espejo. Nos pidió perdón por matar paquidermos. No estaría de más que retirara sendas querellas. Hay una España que nació sin prerrogativas, que creció en barrios humildes, que trabajó duro y envejeció prematuramente. Y esa España, que no es Real pero sí real, no merece vodeviles con tan irreverentes desenlaces.