El ascensor al piso 13, un relato de Daniel Sánchez Sánchez

El ascensor al piso 13

Daniel Sánchez Sánchez (IES Los Albares)-4º Premio de la Categoría 1 (de 1º a 3º de ESO)

Luis nunca había sido supersticioso. Siempre se había burlado de la gente que evitaba pasar debajo de una escalera o que se sobresaltaba al ver un gato negro cruzar la calle, para él, eso eran solo tonterías. Pero aquella noche, mientras se encontraba solo en el edificio de oficinas, empezó a replantearse su creencia.

Eran casi las once de la noche. Había salido tarde del trabajo, como de costumbre. Su jefe, que parecía disfrutar al ver a sus empleados cansados, le había pedido un informe rápido que, por supuesto, terminó llevándole tres horas. Cuando por fin apagó su ordenador y se estiró en la silla, se dio cuenta de que el edificio estaba completamente vacío.

Bostezando, se dirigió al ascensor. El vigilante nocturno no estaba en su puesto, seguramente estaría echándose una siesta en la caseta de seguridad. Pulsó el botón y esperó. La pantalla digital marcó el número trece. Luis (que así se llamaba el empleado) frunció el ceño.

— ¿Desde cuándo hay un piso trece aquí? —murmuró.

El ascensor descendió lentamente y se detuvo con un ding. Las puertas se abrieron, y frente a él apareció un pasillo que, definitivamente, no pertenecía a su oficina. Las luces parpadeaban y un aire frío se filtraba por las rendijas del techo. Olía a humedad y a algo más… algo rancio.

Luis tragó saliva. ¿Acaso alguien estaba remodelando este piso? Miró a su alrededor. No había muebles, sólo paredes con manchas de moho y un largo pasillo que se perdía en la penumbra.

—No tengo tiempo para esto —dijo en voz alta, intentando convencerse de que no había nada raro.

Se dio la vuelta para volver al ascensor, pero el ascensor había desaparecido. Solo quedaba una pared de concreto.

—Ah, qué bien… Ahora sí estoy soñando —se dijo, aunque su corazón latía con fuerza.

Avanzó por el pasillo, esperando encontrar otra salida. A cada paso, sentía que el aire se volvía más denso. Las luces parpadearon de nuevo, y por un breve instante creyó ver sombras moviéndose entre las paredes.

—Si esto es una broma, no tiene gracia —gruñó.

Una risa baja resonó a lo lejos. Luis se detuvo en seco.

— ¿Hola? No obtuvo una respuesta, sólo silencio.

Entonces, una puerta al final del pasillo se abrió con un chirrido. Luis no era un hombre valiente, de hecho, evitaba las películas de terror porque su imaginación trabajaba demasiado bien, así que, en lugar de acercarse a la puerta, como habría hecho cualquier personaje de película que claramente iba a morir, decidió hacer lo más lógico: correr en la dirección contraria.

El problema era que el pasillo parecía alargarse con cada paso.

—No, no, no, esto no puede estar sucediendo, debo de estar soñando —jadeó, sintiendo que el pánico lo dominaba.

De repente, un sonido metálico lo hizo detenerse. Giró la cabeza y vio que la puerta del final se había cerrado de golpe. Justo entonces, el ascensor reapareció frente a él, con sus puertas abiertas de par en par. No lo pensó dos veces. Se lanzó dentro y presionó el botón del piso uno, como si su vida dependiera de ello. Las puertas se cerraron lentamente, y el ascensor empezó a descender. Por un momento, Luis sintió que todo volvía a la normalidad.

Su respiración se calmó, y la pantalla digital marcó el número 12… luego el 11… el 10… Antes de llegar al uno, el ascensor se detuvo en seco. Las luces parpadearon. Luis cerró los ojos y negó con la cabeza.

—Si cuando se abran las puertas veo otro pasillo tenebroso, juro que renuncio mañana.

Las puertas se deslizaron y, para su alivio, vio el recibidor del edificio. Suspirando, salió tambaleándose, sintiendo las piernas de gelatina. El vigilante, un hombre mayor con cara de estar siempre aburrido, lo miró con curiosidad.

— ¿Todo bien, joven? Tienes cara de haber visto un fantasma. Luis lo miró fijamente y luego soltó una carcajada nerviosa.

—Sip, tooooodo perfecto. Salió del edificio sin mirar atrás.

Al día siguiente, cumplió su promesa y renunció. Lo último que escuchó antes de cruzar la puerta de salida fue el sonido del ascensor, marcando el piso 13.