Editorial

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LA SUBIDA DE LOS PRECIOS

Los datos de la inflación o incremento del Índice de Precios al Consumo (IPC) del mes de junio son alarmantes: se han incrementado los precios en un 10,2%. Este es el aumento más importante en los últimos 40 años. Y están repercutiendo principalmente en los productos básicos de la cesta de la compra, los carburantes y las energías, elementos indispensables en la sociedad actual.

El conflicto bélico de Ucrania agrava esta inflación pero no es el único condicionante, pues desde hace prácticamente un año los precios, sobre todo los de las energías, llevan una senda ascendente imparable. Con respecto a la guerra de Ucrania sale a relucir la falta de previsión de la Unión Europea ante conflictos geopolíticos, al no disponer de alternativas a corto plazo para suplir la carencia energética con la que Putin puede castigar la enorme dependencia que tienen los países europeos de las materias primas rusas (gas, principalmente).

Pero en este “juego” geopolítico también entra en escena la especulación que se ha llevado a cabo por parte de las grandes empresas y distribuidoras, que han ido llevando al mercado sus productos con “cuentagotas” con el objetivo de provocar una escasez delibera para encarecer los precios y, por tanto, aumentar los beneficios y los márgenes comerciales.

Los gobiernos de los países que pertenecen a la Comunidad Europea no tienen capacidad suficiente para hacer frente a la situación de manera unilateral, como mejor considerase cada uno de los gobiernos, pues deben seguir las directrices comunitarias. Esto es una consecuencia de la pertenencia a la Unión Europea: se eliminan barreras comerciales entre los estados miembros pero se pierde soberanía. Además, se debe incluir la pérdida de soberanía (existente pero en las sombras) que tienen los gobiernos ante los poderes fácticos y económicos, que presionan (en ocasiones descaradamente) a los gobiernos para que legislen en función de sus propios intereses y no en función del conjunto de la ciudadanía.

Por tanto, las medidas que han ido adoptando estos países, entre ellos España, resultan ineficaces. Un ejemplo de ello lo tenemos con la subvención estatal a los carburantes y si se aplican ampliaciones impositivas a las grandes empresas energéticas. Estas, para compensar la pérdida de su margen empresarial, subirán nuevamente el precio y así todo quedará igual. Queda la opción, ante la gravedad del asunto, de establecer precios máximos en los productos básicos, pero entonces el neoliberalismo imperante utilizará todos los elementos disponibles para presionar y catalogar al gobierno que lo realice de “bolivariano y comunista”.

Sin embargo, mientras tanto, los márgenes empresariales siguen creciendo, la inflación se desboca y los salarios se congelan con la excusa, precisamente, de no acelerar la inflación. De esta forma, nada cambia y las consecuencias las pagan los mismos de siempre.

 

 

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