Editorial

LA PARÁLISIS INSTITUCIONAL QUE PADECE CIEZA

Cieza está descabezada; navega sin rumbo. No hay capitán que gobierne el barco; ni timonel que lo enderece. De los grumetes poco se espera: soñaron ser Quijotes y la realidad, que no atiende a delirios de grandeza, los ha puesto en su lugar: meros aspirantes a sastrecillos valientes.

La prepotencia, el despotismo y la inexperiencia conforman un coctel explosivo de imposible digestión. Con ello solo se logra una bomba de relojería de la cual se desconoce la hora y la fecha de explosión y que, desgraciadamente, solo conlleva a una parálisis institucional (la que padecen los ciezanos y las ciezanas) hasta que la cruda realidad se escenifique ante sus nublados ojos (se desconoce también esa fecha, aunque por el bien de la ciudadanía no debería dilatarse en el tiempo; antes de que los daños sean irremediables).

Y mientras nos hallamos en esta disyuntiva, vana y estéril, por tercera vez se “vuelca” la aprobación de la modificación del crédito de 7,6 millones de euros que los sastrecillos valientes querían realizar, más envalentonados si cabe por sus egos, con el objetivo de seguir en sus poltronas hasta el final de la legislatura, menospreciando a sus rivales (que son mayoría) y tapándose los ojos para no ver la realidad.

¿Y, ahora, qué? Pues culpan a la oposición de que Cieza no puede progresar, porque no acepta el “ordeno y mando” de un Gobierno minoritario, sin talante y totalmente desconocedor del significado de la palabra diálogo. Mientras tanto, Vox continua pidiendo la cabeza del alcalde y el PSOE se niega a “tragar con ruedas de molino” al chantaje mediático que pretende culpabilizarle.

En realidad, la solución es sencilla. A la política se viene a servir (al menos ese es el mantra que siempre repiten nuestros representantes públicos), así que solo cabe la opción de abrir los ojos, dejar de lado los egos, pensar en el bolsillo de la ciudadanía y no en el propio y despertar del efímero sueño de una noche de verano que les embarga. Los sastrecillos valientes (todos) deben dejar su cargo: por incompetentes y por abocar a Cieza a sufrir la peor gestión municipal que se recuerda en los tiempos democráticos. La ideología de la que hace gala el Gobierno local apuesta por la gestión privada, en todos los ámbitos, pero han dejado muy claro que son unos pésimos gestores. ¡Qué fácil es dilapidar el dinero público! Evidentemente, porque ni les duele ni les afecta patrimonialmente. Si el Ayuntamiento de Cieza fuera una empresa privada, quizás (aunque eso también lo dudamos), intentarían gestionarla mejor.

A pesar de todo ello, todavía gozan del fervor de sus palmeros incondicionales: unos retribuidos y otros creyendo, aún (¡qué ilusos!), en las irrealizables promesas que les hicieron.

Deseamos que en esta oscuridad se abra un halo de luz, entre tanta pompa y altanería, y sean capaces de dejar, aunque solo sea debido a un momento de lucidez, de “mirarse el ombligo” y pensar en el bien común. Si no fuera así, los altivos caminarán, errantes, llevando en su pena la penitencia: en el mejor de los casos la indiferencia del pueblo y en el peor la recriminación del mismo. Lo beneficioso para Cieza es que los sastrecillos valientes, por fin, tengan sentido común; aunque ya sabemos que ese, precisamente, es el menos común de los sentidos.