Editorial

LA IGP DEL MELOCOTÓN DE CIEZA ESTÁ PRÓXIMA A SER UNA REALIDAD

La persistencia en la búsqueda de la consecución de metas de gran relevancia para el interés general, en el caso que nos atañe de los ciezanos y ciezanas, siempre es una virtud digna de alabar. La lucha titánica contra gigantes o molinos de viento del imaginario cervantino define la personalidad y el tesón de quien lo propone. Pero lo que resulta más gratificante es alcanzar dichas metas o estar próximos a ello.

Así es como debe sentirse el Consistorio ciezano, y en especial el concejal de Agricultura Antonio Moya. A Cieza solo le queda un pasito para que la Indicación Geográfica Protegida (IGP) sea una realidad, no solo en los mercados nacionales (que ya lo es) sino en los internacionales. La “testaturez” de Moya está cerca de ver la luz al final del túnel. Él ideó y creyó en el proyecto de la IGP, y se lo contagió al sector agrícola, al propio Ayuntamiento y a los partidos de la oposición, aunque ahora quieran apadrinar el logro, ya que es de sobra conocido que “la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana”.

Solo queda un único paso para que el melocotón amarillo de Cieza tenga su sello de calidad reconocido en todo el mundo. Falta su inscripción en el registro por parte de la Comisión Europea. Y aunque el Gobierno municipal es consciente de que “hasta aquí llegaron sus funciones y esfuerzos”, ha dado un último empujón buscando la ayuda del eurodiputado murciano Marcos Ros, quien se ha comprometido para “poner toda la carne en el asador” por el objetivo común de la localidad. Un hecho que sería tremendamente beneficioso para toda la fruta de hueso de Cieza, para nuestros agricultores (que siguen siendo el motor económico del municipio) y para la creación de empleo, algo tan necesitado en estos tiempos aciagos que vivimos por la pandemia.

No está logrado el objetivo último, pero los datos apuntan que se realizará, y en este sentido el alma máter tiene nombre y apellidos: Antonio Moya. En el hipotético caso de que no se lograse, tampoco se le podrá reprochar nada. Todo lo contrario, ya que ha trabajado denodadamente durante seis años para que el sector agrícola y el melocotón de Cieza puedan obtener, por fin, algo que es obvio: un sello de calidad que, sin todavía tenerlo, es reconocido allende de nuestras fronteras.

 

 

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