Dura pugna por ser más populista, según Diego J. García Molina

Dura pugna por ser más populista

Después de siete años, por fin, el gobernante de turno se ha dignado a concedernos un debate sobre el Estado de la Nación en el Congreso de los Diputados. En las dos legislaturas que lleva Sánchez al frente del gobierno, la primera tras la moción de censura a Rajoy, alargada un año a pesar de sus promesas de convocar elecciones de inmediato (todavía creíamos en la palabra de esta persona), y en esta segunda, con casi tres años gobernando, todavía no se había celebrado este debate. Ahora parece que sabemos por qué: no se le da tan bien debatir como leer el guion que le preparan. Cuando de verdad tienes que realizar una réplica y no contestar lo que te da la gana con frases aprendidas o leyendo lo que te escriben es más complicado estar a la altura. Ayer incluso llegó a tartamudear en algunas intervenciones, solo para prometer más populismo en franca liza contra sus socios de gobierno; parece que quiere ampliar su “espacio” más hacia la izquierda abandonando el centro. En fin, con estos bueyes tenemos que arar. De todas formas, ya queda poco para que los políticos se vayan de vacaciones y descansen ellos, y descansemos nosotros. Con la invasión de Ucrania por parte de Rusia más o menos estabilizada -esperemos que Putin se conforme con el Donbas- confío en que no haya sorpresas bélicas veraniegas dada la tensión actual, aunque Turquía se ha descolgado con una reivindicación sobre unas cuantas islas griegas en el Egeo por interés petrolífero tan solo una semana después de la cumbre de la OTAN, de la que ambos forman parte.

Así que solo nos queda, parafraseando al líder de UGT Pepe Álvarez, mandar a hacer puñetas a los que dicen que hay crisis y disfrutar del verano. El verano, periodo por excelencia de las lecturas veraniegas, supongo que, porque tenemos más tiempo libre, los días son más largos (en horas de luz solar, me refiero), y quizá estamos más activos, en contraposición al invierno donde nos encontramos un poquito aletargados. Recuerdo un verano donde me pegué un atracón de los Episodios nacionales de Galdós (son 46 novelas en total) siguiendo las históricas peripecias de Gabriel de Araceli, Salvador Monsalud o Fernando Calpena, entre otros muchos personajes nacidos de la imaginación del genial escritor canario. Aunque la primera serie la había iniciado varios meses antes, finalizando, por cierto, el primer volumen, Trafalgar, precisamente a pocos kilómetros del célebre cabo donde se desarrolló la batalla que en este se narra. En dicha novela descubre el joven Gabriel el concepto de nación con estas palabras: “Hasta entonces la patria se me representaba en las personas que gobernaban la nación, tales como el Rey y su célebre Ministro, a quienes no consideraba con igual respeto”. Para añadir a continuación: “Pero en el momento que precedió al combate, comprendí todo lo que aquella divina palabra significaba, y la idea de nacionalidad se abrió paso en mi espíritu. (…). Me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes, todos fraternalmente unidos; me representé la sociedad dividida en familias, en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que conservar…”.

En estos momentos en los que la sociedad española está más distanciada que nunca de su clase política, al igual que le sucedía al personaje principal de Trafalgar, es el momento de volver a los orígenes, a aquella primera idea plasmada en las cortes de Cádiz donde la soberanía nacional recaía en todos los habitantes de este país, o a una idea sencilla como la del párrafo anterior, la que expresa Galdós por boca de un joven poco formado. A alguno le sonará a exaltación de la patria, a nacionalismo, algo facha, rancio, pero nada más sano y más beneficioso para el conjunto de la sociedad que desear el bienestar de todos nosotros, de la nación, del país. No tengo claro del todo como podría hacerse, las heridas que han hecho los partidos políticos a la confianza de los ciudadanos van a ser difíciles de restañar, y no se vislumbra un proyecto nuevo que pueda ilusionar al votante de izquierdas. No nos engañemos, la derecha no tiene problema, el Partido Popular ha renacido tras los años de corrupción institucionalizada; la mayoría absoluta nada menos que en Andalucía, feudo histórico socialista así lo demuestra, o en el propio Madrid, y el cambio de Casado por un político con experiencia como Feijóo ha sido la confirmación. Con el añadido de que la presión de Vox por su derecha hace que muy poco voto conservador se desperdicie por la abstención. Sin embargo, la práctica desaparición de Ciudadanos y Podemos, este último fagocitado por el proyecto liderado por Yolanda Díaz (un bluf, en mi opinión), y el estado en que está dejando el sanchismo al Partido Socialista está consiguiendo que el votante de izquierdas quede huérfano de una opción viable a la que votar en las próximas elecciones. No obstante, ambas corrientes ideológicas son necesarias para el equilibrio político de un país que quiera afrontar los desafíos que se avecinan. Necesitaremos la colaboración de todos.

 

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