El don de la admiración

Kevin Speacy a Brad Pitt en el final de Seven. Un monólogo. Una exposición de franqueza absoluta. Durante toda la peli nos vamos dando cuenta que Brad Pitt no es alguien tan digno de admirar, y menos de tenerle envidia. Pero Kevin se la tiene. Kevin siente con profundidad ese autoengaño que acaba por distorsionarle su realidad. No voy a hacer spoilers, pero qué final.

La envidia es uno de los siete pecados capitales, y el que más relación directa tiene con los demás. La envidia te hace luchar por creerte mejor que los demás, humillarlos por inercia. Acaparar más de lo necesario por magnanimidad. Sacar las furias como carros de combate para aplacar. Autoarruinarte y descomponerte por bajeza propia. Lujuria.

Pero hay un revulsivo. Una magia divina que nos hace poder relevar todo esto a un plano de aceptación, crecimiento y complicidad con nosotros mismos. Lo mejor que puede aprender un ser humano para canalizar sus sentimientos, es empezar a sentir institivamente antes la admiración, que la envidia. Apartar la condescendencia de su trato, abordar con humildad cuando se es el admirado, que sea simbiótico. Apreciar es lo que hace crecer, pero mano a mano, vamos, la única manera de hacerlo.

Y todo esto lo escribo porque no quiero encontrarme la cabeza de mi pareja en una caja. Lo siento, mentí, pero qué final.

 

 

 

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