Diego J. García publica su tercer análisis sobre las elecciones

Más elecciones III

Nos quedaba hablar todavía de la formación que teóricamente se sitúa en el centro del espectro político entre los 4 grupos parlamentarios claramente autodefinidos, Ciudadanos, el partido de la ciudadanía. Detrás de esta simple palabra de la que se han apropiado, al igual que hizo Podemos en su momento, se esconde un partido que es la indefinición pura o más bien cálculo electoral.

En el manifiesto fundacional de Unión, Progreso y Democracia, un partido genuinamente trasversal, se hablaba textualmente de un supuesto revolucionario para el momento de su nacimiento, el cual sigue todavía plenamente vigente: “que los ciudadanos no nacen siendo ya de izquierdas o de derechas ni con el carnet de ningún partido en los pañales. Vamos aún más lejos, a riesgo de escandalizar a los timoratos: consideramos a los ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y de elegir en consecuencia, de acuerdo con las ofertas de los partidos y su experiencia de la situación histórica que vivimos. Por tanto, no creemos que nadie esté obligado a votar siempre lo mismo o a resignarse a las opciones políticas vigentes, cuando ya le han decepcionado anteriormente”.

Y a fe mía que Ciudadanos ha sido otra decepción tras el PSOE de Rodríguez Zapatero, el PP de Rajoy, el Podemos de Pablo Iglesias, y el gobierno actual de Pedro Sánchez, del que nada bueno podemos esperar tras sus actuaciones antes y después de la moción de censura que le aupó al gobierno tras pactar con nacionalistas de todo tipo; incluido el partido político de los terroristas de ETA, cuyo líder, Arnaldo Otegi, se ufanaba la semana pasada de las numerosas llamadas que efectuó el ejecutivo socialista con el objetivo de conseguir su apoyo para sacar adelante sus electoralistas medidas.

Ciudadanos prometía regeneración, cambio, firmeza ante la corrupción de los grandes partidos y al final ha resultado más de lo mismo. Ha ido alternando devaneos a izquierda y derecha, en función del componente del bipartidismo que más debilitado ha estado en cada momento para así pescar votos del caladero correspondiente. En diferentes asuntos hemos visto como cambiaban de opinión en sus declaraciones y propuestas en función de la reacción de la opinión pública y los medios de comunicación. No tener unos principios firmes para ser capaces de defender las mismas propuestas en toda España, como por ejemplo los privilegios de Navarra y País Vasco, han ido lastrando su credibilidad y la confianza de su electorado lo que le ha impedido crecer, y más pronto que tarde pasará factura; es más que previsible que el auge de Vox no se limite al trasvase de votos desde el PP y de esta forma Ciudadanos tenga una bajada significativa de votos con respecto a las anteriores elecciones.

Como expone el párrafo del manifiesto de UPYD, pensemos por nosotros mismos, olvidemos las absurdas peleas entre izquierdas y derechas, esas obsoletas etiquetas que nada significan ya y solo sirven para pastorear a los votantes para que no reclamen programas y exijan su cumplimiento, teniendo como único objetivo evitar que gobierne el oponente. Eso no es política saludable, buena política que permita evolucionar a la sociedad en beneficio propio. Apostemos por partidos trasversales, con ideología progresista que permitan tener una economía flexible y competitiva que garantice servicios públicos de calidad, y al mismo tiempo protejan al trabajador, entre otras prioridades indispensables. Queda mucho camino por recorrer; sigo siendo poco optimista si no decidimos actuar.

 

 

 

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