Diego J. García Molina analiza la falta de acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos

¡Repetimos!

Hace unos días ha fallecido un genio, todo un clásico de la música romántica española, Camilo Sesto. Triunfó en los años 70 y 80, y su popularidad traspasó el Atlántico siendo un ídolo en toda Hispanoamérica. Quien no ha cantado alguna vez a grito pelado su famoso Vivir así es morir de amor…  En el ocaso de su carrera todavía nos regaló un último éxito con su infame Mola mazo, que hizo estragos al inicio del nuevo milenio. Descanse en paz.

En el ámbito político, como cantaba otro de nuestros intérpretes más reconocidos, La vida sigue igual. Pedro Sánchez se instaló en la transitoriedad de un gobierno provisional, según él, para convocar elecciones quitando al corrupto PP del poder. Incumpliendo su promesa aguantó casi un año con solo 80 diputados hasta que la situación se hizo insostenible por la nula capacidad de gobierno, por lo que no quedó más remedio que sacar las urnas. Sin embargo, parece que le ha cogido el gusto a esta situación y mientras continúe instalado en la Moncloa satisface su ambición, por lo que alarga los plazos legales al máximo y todo apunta a unos nuevos comicios en noviembre.

No voy a poner en cuestión los motivos de esta actitud del PSOE, si le mueve el interés de obtener unos mejores resultados en otras votaciones o realmente no se arriesga con unos socios de gobierno tan poco fiables. El caso es que nuestro sistema de elección no es presidencialista al estilo de Francia, por ejemplo, sino parlamentarista, por lo que es necesario llegar a acuerdos entre formaciones para formar gobierno cuando no hay mayoría absoluta. Si el PSOE no quiere pactar con Podemos, para no beneficiar a esta menguante formación radical, y tampoco con los partidos de contrario espectro ideológico, ¿qué pretende? ¿Continuar con el bloqueo institucional para eternizase en esta interinidad?

Independientemente del dineral que supone la realización de unas elecciones generales, con su campaña, publicidad, votaciones, etc., no parece la mejor solución para los españoles; es fácil prever que los resultados de otra votación no alterarán sustancialmente el equilibro entre bloques. Del agotado bipartidismo hemos pasado a bloques inamovibles que impiden formar gobierno con mayorías claras, vasos comunicantes de votos entre formaciones afines ideológicamente mientras se mantiene la igualdad entre ambos bandos, exactamente 11 millones de votos cada uno de ellos, derecha e izquierda. Como apuntó un periodista, no piensan en gobernar sino en fagocitar y quitar espacio al contrincante, aunque compañero de espectro político, antes que en intentar formar gobierno. Es decir, las elecciones no son un medio para llegar a gobernar y mejorar la sociedad española, es un fin en sí mismo.

En consecuencia, nos encontramos con esta forma de gobernar fugaz, transitoria, que no consigue trazar un plan a largo plazo para nuestro país. Con mayor motivo todavía si tenemos en cuenta que los partidos se dedican a deshacer o contravenir las decisiones y medidas tomadas por el ejecutivo anterior. Pareció durante un tiempo que una formación como UPYD conseguiría acabar con el bipartidismo y el electorado, cansado de estos vicios apoyaría una vía alternativa trasversal que huyera del inmovilismo ideológico. Nada más lejos de la realidad, fue un espejismo, el sistema se defendió con uñas y dientes expulsando del tablero a quienes no entraron en el juego y nuevos actores se añadieron incorporándose a su bloque correspondiente.

En este momento en que todos los indicadores económicos avisan de una nueva crisis (Alemania ha entrado en recesión) y el fantasma del paro vuelve a ser noticia en los periódicos, es una auténtica irresponsabilidad que nuestra clase política opte por el cálculo, el teatro y todo tipo de triquiñuelas para aumentar votos a costa de sus vecinos de bancada buscando nuevas elecciones. Es hora de que la tercera España, la que pasó página después de la transición, aquella que huye de los extremos y de la confrontación, se construya un hueco político real huyendo de estas tácticas suicidas que nos lleva a la autodestrucción al menos una vez cada centuria. Repasen la historia.

 

 

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