Derecho a huelga, por María Bernal

Derecho a huelga

Si hay algo que envidio de algunos sanitarios de este país  es su ímpetu para salir a la calle y decir basta ya. La marea blanca le echa un par de narices y hace de la huelga ese derecho tan necesario que tenemos las personas para reclamar lo que, como ciudadanos y personas contribuyentes de este país, nos corresponde y que se están cargando en nuestras propias narices.

Estamos asistiendo en la Comunidad de Madrid desde el mes de noviembre a una huelga de médicos de atención primaria y de pediatras debido, entre otras cuestiones pobres, al desacuerdo entre sindicatos y Consejería de Sanidad, la cual se niega a subir de manera generalizada el salario de los médicos, ofreciendo, como cual jefe negrero, una subida salarial por número de pacientes vistos; como si se tratara de ver quiénes son capaces de fabricar más objetos.

Demasiado oportunismo el de estos políticos de pacotilla que lo único que quieren es explotar al sector, desde la perspectiva de la inmoralidad cuando consienten que haya turnos de veinticuatro horas, cuando no sean más, cuando reducen plantillas y permiten que entre pocos resuelvan la papeleta de muchos y cuando dejan en largas listas de espera a pacientes que, a veces, no llegan ser vistos por un especialista.

Esta estrategia supone la crónica de una muerte más que anunciada de la sanidad pública, esa que tanto repelús les da a esos partidos políticos, de cuyo nombre, como diría Cervantes, prefiero no acordarme, que llevan en su ADN la herencia genética de privatizar los servicios públicos tan eminentes que construyen muchos de los trabajadores días tras día con su labor incondicional, a pesar de tener que luchar contra la tijera de los recortes.

Me preocupa enormemente que haya políticos que aireen la bandera de la mezquindad para hacer frente a la brecha salarial de nuestros médicos. ¡Ojo! El sueldo mínimo de un médico en España es aproximadamente de unos 48.000€ anuales, pero es que en países como Reino Unido o Alemania estriba entre los 100.000 y 158.000 euros y ante este despropósito, hay cretinos que todavía piensan que bastante cobran por lo que hacen.

A veces pienso que tenemos lo que consentimos porque es increíble, a la par que cierto, que formamos parte de una sociedad ilógica que no se tira a la calle a protestar por y con sus médicos, para colmo en muy pocas ocasiones los cuidan y, como el pan suyo de cada día, siempre tiene miles de quejas y escasas  palabras de agradecimiento, porque claro, si un médico se equivoca, a la hoguera con él; ahora bien, si da con ese tratamiento que nos sana, entonces es que es su obligación.

No nos alarman temas tan serios como esa debacle de la sanidad pública, sin embargo, muchas personas, promovidas por la política de la oposición, se echan las manos a la cabeza porque el presidente del gobierno nos pide que la luz, por temas de ahorro energético, tiene que estar apagada en los escaparates de los comercios. En cambio, no somos capaces de reaccionar con la misma rabia ante temas tan sumamente críticos, casi de UCI diría yo, como es la sepultura de la sanidad pública.

Mientras, la señora Ayuso se dedica a decir que se trata de una huelga política y que la participación es escasa, cuando lo único que pretende esta mujer es vulnerar el derecho de la huelga de nuestros sanitarios. ¿De qué manera? Abusando de los servicios mínimos para que no todos puedan ir. Me recuerda este modus operandi a las dos últimas huelgas de Educación aquí en Murcia antes de Navidad donde los servicios no fueron mínimos, sino máximos.

Alega también esta mujer, que en el más sano juicio no se entiende cómo puede ser presidenta de la Comunidad de Madrid, que son tres médicos contados los que están de huelga; o esta mujer no ve las imágenes o no sabe contar.

Madrid ha pretendido abortar una protesta que no solo viene desde noviembre, remontémonos a los tiempos del covid, cuando la  Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública denunció públicamente que la gestión de esta mujer pudo ser calificada de «irresponsable e incompetente».

Encima que tenemos a nivel nacional una escasa inversión en Sanidad, tenemos, a pesar de este grave error, autonomías que quieren cagarse los servicios públicos para instaurar una sociedad en el que solo puedan tener salud y derecho a la educación las personas pudientes de este país.