Vicente Martínez Piñera. Fotografía cortesía de Pedro Luis Martínez Caballero
Con esfuerzo y constancia, Vicente Martínez Piñera mejoró las duras condiciones de trabajo en las fábricas de esparto de Cieza
Pascual Santos López
Una familia humilde y trabajadora
Según nos cuenta su hijo Pedro Luis, Vicente Martínez nació en 1893 en una familia humilde y comenzó a trabajar muy joven de ‘menaor’, como era costumbre en la época. Pero también asistió a la escuela nocturna después del trabajo, donde aprendió a leer y a escribir, cultura general y cálculo elemental. La ‘mena’ era una rueda que servía para hilar el esparto y fabricar la cuerda. El ‘menaor’ le daba vueltas a la rueda con una manivela de hierro, mientras el ‘hilaor’ con una ‘maná’ de esparto a la cintura iba añadiendo la materia prima de cara siempre a la ‘mena’ y caminando lentamente hacia atrás formaba el hilo. El oficio de ‘menaor’ era el menos especializado de la industria del esparto, por eso lo realizaban los niños, que obligados por la necesidad debían trabajar para ayudar en casa, con la consiguiente falta de instrucción y el riesgo de analfabetismo.
Sobre los 16 años de edad, Vicente ascendió a ‘hilaor’ en la fábrica de José García Silvestre, una de las más importantes de Cieza, que llegaría a emplear a 370 trabajadores a finales de los años 30. Por su buen hacer, Vicente llegaría a ser maestro, ostentando dicho oficio hasta que se estableció por su cuenta. Justo al acabar la guerra, en 1939, instala una industria con cuatro ruedas de hilar esparto en ‘El Ensanche’.
Conocía perfectamente las necesidades y los problemas de la industria del esparto. Eso unido a sus conocimientos de mecánica lo llevaron a registrar hasta cinco patentes que mejorarían sustancialmente la industria. La primera, registrada el 9 de abril de 1942, fue un freno para parar de forma automática y en marcha los mazos de picar esparto. Este freno daba seguridad a las labores del picado. Trabajo muy peligroso que realizaban las mujeres donde era necesario parar los mazos para el trabajo habitual y para evitar accidentes. No contento con esto, el 7 de diciembre de 1957 patentaría una máquina de rodillos para laminar el esparto y eliminar los mazos.
Rastrillar, un trabajo peligroso e insalubre
La operación de rastrillar se realizaba de forma manual. El operario se situaba de pie frente al rastrillo, que era una mesa inclinada llena de púas de acero de unos 20 centímetros, y con un manojo de esparto golpeaba desde arriba sobre las púas, dando un fuerte tirón hacia abajo para peinar la fibra. En esta operación de golpear no era difícil que se hirieran las manos. Además, el polvo continuo que se desprendía lo respiraban los trabajadores, siendo la causa de una enfermedad profesional respiratoria conocida como ‘espartosis’. Para evitar este trabajo tan penoso, Vicente inventa una máquina rastrilladora, conocida en Cieza como la ¡rastrilladora de Vicente Casallena’, patentada el 24 de julio de 1952. El operario sólo tenía que poner el manojo en la mordaza y la máquina hacía el resto. En una foto de la época se aprecia al maestro mecánico Jaime Montesinos haciendo trabajar la rastrilladora inventada por Vicente. Este fabricante de maquinaria se especializó en la construcción de esa máquina que se vendía muy bien. Además, en las industrias de hilaturas se aprovechaba el desperdicio del rastrillado para hacer estropajos, por lo que Vicente registra el 12 de febrero de 1946 una marca de estropajos llamada LIMPSOL, que aparecía en los membretes de sus facturas.
Máquinas para mejorar la industria del esparto
En 1944 Vicente traslada su industria a la Cañada de la Horta y seguiría inventando, a pesar de no tener un taller propio, por lo que sus máquinas las construían los mecánicos de Cieza. Vicente las vendía y hacía presentaciones que, en algún caso, boicotearon los trabajadores ya que temían que les quitara el trabajo, llegando incluso a estropear las máquinas, según su hijo Pedro Luis. El 2 de noviembre de 1950 patentaba también un disco de púas para destrozar las cabezas de esparto, que era la parte más dura de la planta y la que introducía inconvenientes en el hilado uniforme de la fibra.
El 9 de julio de 1955 registraba un ‘dispositivo aplicable a máquinas de hilar’, que sustituía la labor del accionamiento de las ruedas verticales, que realizaban los menores de edad.
La innovación que supuso este dispositivo era evidente, ya que el propio hilador sin necesidad de auxiliar alguno, podía embragar y desembragar a voluntad la transmisión del movimiento sin más que tensar o destensar el hilo, aunque costó mucho que los menores fueran a la escuela, ya que las familias necesitaban esa ayuda.
Justo en 1956 Vicente pasa el relevo a su hijo Juan Martínez Caballero, que se hace cargo de la industria de hilaturas de su padre. Juan Martínez registraría dos patentes: la máquina rastrilladora de su padre, con doble cabezal y chasis metálico. La que podemos ver en el Museo del Esparto, y que fue registrada el 27 de agosto de 1963 y el mismo embrague de su padre mejorado para las máquinas de hilar, que registraba el 23 de agosto de 1963, un año antes de la muerte de su padre.
Según su hijo Pedro Luis, Vicente Martínez estuvo impedido por enfermedad seis años antes de su muerte, que se produjo en 1964.
Como conclusión, cabe destacar que en septiembre de 1965 la Hermandad de San Bartolomé le hizo un homenaje a Vicente Martínez con una misa por el descanso de su alma, en la Ermita del Santo, recientemente restaurada, y recordaron que a él se debía “la reconstrucción de la actual imagen utilizando la cabeza de la antigua, que fue destruida en guerra. El señor Martínez Piñera pudo guardarla como una reliquia, sin temor al peligro que corría su persona en caso de ser descubierta”.