De la casa común y otras cuestiones, por Rosa Campos Gómez

Rosa Campos Gómez

Hoy dejo, solo por un artículo, de escribir sobre mujeres que nos han dejado su legado para hacerlo sobre algunos aspectos de nuestra casa común, la Tierra, que es, a la vez, como una inmensa madre que nos da el sustento que necesitamos para la vida, y sobre la percepción lectora y de escucha, a menudo muy necesitada de afinamiento.

Alimentos en forma de frutas, verduras y legumbres, es de lo que más se puede encontrar en las cocinas de muchas personas que conozco, y en la mía, como fieles amantes de la dieta mediterránea. En cuanto a la carne, consumida con moderación por añeja costumbre, puestos a elegir, lo mejor es que sea de ganadería extensiva —conjunto de sistemas de producción ganadera que aprovechan eficientemente los recursos del territorio—, y no de la criada en ganadería intensiva —producción ganadera hacinada, en macro granjas —, y que esté al alcance del bolsillo de todos, parafraseando a Witman, quien nos dejó escrito: “no aceptaré nada que los demás no puedan tener en las misma condiciones”.

Optar por este tipo de carne es apostar por el sabor; decidir que la ingesta no sea mayor de la recomendada por la OMS, entre otras autoridades con competencias, es invertir en salud; y practicar la moderación para hacer más saludable el porcentaje excesivo de consumición de la media —que nunca es equitativa porque está compuesta por quienes comen más, quienes comen menos y quienes, aun deseándolo, no comen porque no pueden pagarla—, son tres aspectos a tener muy en cuenta porque pueden impulsarnos a trabajar para que deje de ser una utopía su adquisición y repercutan democráticamente los beneficios consabidos.

Pero todavía hay más: el aumento de la cría y cuidado de ganadería extensiva permitirá que la vida de muchos de nuestros pueblos deje de pertenecer a la España vaciada y que no se pierdan puestos de trabajo del sector, sino que se transformen o trasladen, algo muy diferente a lo que ha supuesto el cierre de sucursales bancarías, entre otras empresas, que sí que ha conllevado pérdida de empleos sin ofrecer alternativas, y de predisponer a más abandonos rurales.

Porque somos consumidores, sin excepción, el Ministerio de Consumo es más necesario de lo que imaginamos. Tratar temas –este y otros que deben tocarse– que nos hagan pensar y replantear cuestiones, como ciudadanos que consumimos, se hace inaplazable. Hablar de estos asuntos, escuchar y tomar conciencia para pasar a la acción con perspectivas a corta y larga distancia para una mejor calidad de vida, no es asunto baladí.

Las heridas causadas por la ceguera ecológica a nuestra a casa común, más otras acciones perniciosas –que también requieren estudio y cura urgentes –, como la fermentación del odio hacia el diferente o hacia quien no comulga lo mismo, lanza un SOS a grito limpio para decirnos que se nos está haciendo tarde cuidarla y cuidarnos. Nos vendrá bien hacerle caso desde ahora mismo, que estamos en ese tiempo de estío que se hace propicio para tomar decisiones al amparo del fresco de una buena sombra –como la de la acera por la que he pasado esta misma mañana, con la maravilla de “micropuesto” de esta mujer que vende su jabón casero, seguro que apto para lavar las penas del mundo–. Iniciativas al por mayor con las que hacer comunidad, y puede que hasta nos resulte atractivo gastárnoslas ya, con grata premura, saltando esas vallas que se han alzado como distanciadores bloques de hielo, o derritiéndolas para que se transformen en claros ríos por los que fluir.

 

 

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