Corazón partío

Antonio-Balsalobre-cronicas-siyasaDejó dicho José Antonio Primo de Rivera que el ser derechista, como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir.

José Antonio fué una figura extraordinaria para el que la Historia reescrita por unos ha sido tan cicatera como indebidamente magnánima lo ha sido para otros. Mas ésa no es la cuestión; al menos, por hoy. Otro día.

Solo a mí me represento; una obviedad que conviene recordar de vez en cuando. Y no crean que es fácil pues, por fortuna (creo) soy algo contradictorio e intelectualmente inquieto. Siempre he tenido esa sensación de estar en tierra de nadie, de no encajar jamás. Creo ser un espíritu razonablemente libre para el que las dudas son tan reveladoras como las certezas.

Desde que el hombre es hombre ha habido una mano invisible interesada en alinearnos. Nada mejor que una información sesgada y una manipulación debidamente calculada. Esa mano invisible no lo es tanto; sabemos quienes son. Se mueven entre decorados, atesoran un poder y riqueza descomunales y son quienes, en verdad, marcan los designios de la Humanidad.

La capacidad crítica, la cultura, el conocimiento y la libertad son cabos sueltos que urge anudar. El miedo, la distorsión de la Historia y de la realidad son su munición.

La política no solo no es ajena a esta evidencia sino que es la herramienta más eficaz de la que se sirven para conseguir sus fines. Resulta esencial que todos estemos localizables. A la diestra o a la siniestra; en la religiosidad o en el ateísmo; en el liberalismo o en el conservadurismo.

Me niego a formar parte de este absurdo juego. Es una actitud incomprendida y poco práctica; lo sé bien, mas el tiempo que Dios me dé ha de servir para hallar paz en mi alma y descanso en la conciencia, que no son poca cosa.

¿Quién ha dicho que no se puede ser de izquierdas y patriota? ¿Qué más tiene que ocurrir para entender  que el comunismo solo trajo hambrunas, penuria y ausencia de libertades? ¿Por qué muchos, contra toda lógica y razón, no acaban de reconocer que el capitalismo es el menos malo de los sistemas económicos implantados? ¿Por qué no confiar al estado el alma de la que carece el mercado? ¿Cuándo caeremos en la cuenta que la sanidad y la educación deben ser públicas y, pese a todo, eficientes? Y, hablando de sanidad y educación, ¿llegará un día que todos entiendan que la universalidad de la sanidad nada tiene que ver con la gratuidad? ¿Es que no se dan cuenta que la igualdad de oportunidades en la educación no debe corresponderse con la igualdad de resultados? ¿Cómo es posible que, en aras de una malentendida equidad, se aniquile el talento y la excelencia y se desprecie el esfuerzo? ¿Cuándo entenderemos que la corrupción no tiene bandos y debe ser combatida sin piedad? ¿Por qué no ser monárquicos o republicanos pero, ante todo, demócratas? ¿Acaso la firmeza ideológica ha de estar reñida con la elegancia y los buenos modos? Para luchar por nuestros anhelos y sueños, ¿de veras hemos de deslegitimar cuánto no nos gusta por la simple razón de que no nos gusta? ¿Por qué nos prejuzgamos unos a otros por la estética, credo u opinión? ¿Llegará el día en el que la homosexualidad sea vista con absoluta normalidad? ¿Alguna vez caeremos en la cuenta que para ser respetados hay que respetar primero? ¿Por qué despreciamos lo que no entendemos? ¿Por qué maldita razón muchos ultrajan las creencias religiosas de millones de españoles? ¿Llegará el día en el que la verdad sea políticamente correcta? Perdonen mi lenguaje pero, ¿en qué momento, y de una puñetera vez, saldremos de las trincheras y nos tomaremos unos vinos? ¿Acaso no vieron que esas trincheras ya estaban cuando llegamos?

Usted. Sí. Usted. Hágase estas preguntas y no sea soberbio pues acostumbra a creer que son los otros quienes deben hacérselas.

Cuando la sociedad no es capaz de autoabastecerse de una moral sensata y civilizada, vendrá la Ley y nos la impondrá. Mas, no por ser Ley, será necesariamente justa. Dependerá de los legisladores, que no dejan de ser emisarios del pueblo. Y vuelta a empezar. ¿Dónde está la solución, entonces?

Los positivistas niegan la existencia del bien y del mal y entienden la moral como una invención humana, más o menos consensuada. Disiento profundamente de esta posición. Hay una Ley Natural que precede al hombre. El mal existe; naturalmente que existe y podríamos definirlo como la ausencia o la desidia del bien. Nuestra libertad lo es para ordenar debidamente los bienes y de esa prelación dependerá nuestra plenitud. No todas las ciencias rigen los designios del hombre. Antes o después se muestran insuficientes y el hombre, desamparado, buscará otras respuestas. Creo en el Derecho Natural, creo en la conciencia, creo que la razón nos ayuda a discernir qué es correcto y qué no. Pero, ¿cómo identificar el bien del mal? No todo está en los libros. No todo tiene respuestas inmediatas. No todo es refutable y medible. Me temo que habremos de tener la mente y el alma bien abiertas. Desde la humildad, habremos de estar dispuestos a admitir que hay evidencias inexplicables, pero reales, al alcance de quienes, despojados de un racionalismo lacerante, quieran ver y sentir.

No puedo ni quiero abstraerme de esta filosofía que inunda todo mi pensamiento del que la política, entre otras cuestiones, no es ajena. Por eso me hago preguntas y me niego a despojar de mí parte de cuánto soy.

No soy derechista, por tanto. Tampoco izquierdista. Acaso ambas cosas o quizá ninguna. Solo un hombre que ama la libertad y que busca la Verdad allí donde estuviere.

Fdo. José Antonio Vergara Parra.

 

 

 

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