Con todo contigo, por Pep Marín

Con todo contigo

La asociación sin ánimo de lucro Con Todo Contigo ha conseguido ni más ni menos que 2 millones de euros para el ganador de su concurso anual mundial de pintura y escultura Ildefonso Mármol. Este año, el objetivo es expresar, como a cada artista le venga a su inspiración personal, el siguiente aspecto: el cuerpo humano como una máquina sorprendente, llena de conexiones y desconexiones, capaz de lo sublime y lo grotesco, junto con alguna que otra historia que a continuación presentamos para darle un toque de contexto.

Y qué mejor manera de explorar este tema que a través de la experiencia cruda y sin filtros que vierte la propia realidad. Porque el cuerpo humano no es solo una máquina perfecta; también es un campo de batalla donde lo inesperado puede ocurrir en cualquier momento. Como aquella vez que te levantaste con los testículos inflamados, del tamaño de una pelota de tenis. O más. ¿A cuento de qué?

Apagones biológicos que sientan bien o mal. ¿Un exceso? ¿Una falta? No lo sabes. No recuerdas que te haya picado nada, pero ahí están tus testículos mirándote desde el espejo. El susto es mayúsculo. Y aunque has aprendido a hablar de tus problemas, a compartir tus emociones con tu pareja, tus amigos, tus hijos, esto es distinto. Son las cinco y media de la mañana, todos duermen, y tú te quedas ahí, mirando al espejo, preguntándote cómo demonios vas a explicar esto. Los cerros de Úbeda no quedan tan lejos de tu neurosis.

Después de varias blasfemias, un alivio momentáneo: hace dos días empezaste las vacaciones. 52 años, camionero “internacional” para una empresa de alto copete. Te aseas, te vistes y te diriges a urgencias. No sabes cómo decirlo, por pudor, por miedo a lo que pensará la chica de admisión, así que optas por lo más simple:

-Se me han inflamado mucho las partes bajas. Como una pelota de tenis. O más. No me ha picado nada que yo sepa.

Triage. Espera corta. Pruebas. Diagnóstico: infección bacteriana. Antibióticos de amplio espectro, pomada para la inflamación, recomendaciones. Y la advertencia: si no mejora, acuda a su médico de cabecera.

Dos días después, los testículos siguen igual. La doctora dijo que había que darle tiempo al tiempo, sin agobios, sin estrés (estás de vacaciones, ¿recuerdas?) y mucho líquido, eso siempre. En casa, la comprensión es justa y necesaria. Uno puede tener los huevos inflamados, pero las escobas no queman.

Lo que nadie espera, o sí, es que te llame tu jefe en plenas vacaciones. Un viaje urgente a Bélgica y Holanda. Antes de que puedas hablar, ya te está hablando del dinero. Como si el dinero fuese una cama, arena de playa, el agua de un balneario y un masaje y tiempo con la familia. Como si las perras fuesen una alfombra de minutos y segundos, una alfombra voladora en la que poder cagarte bien a gusto en esa gran mentira de corte cotidiano que te mira desde abajo con la boca abierta, como la de un tiburón hambriento.

Le envías el parte de urgencias por mensajería instantánea. El efecto es cero.

-Eso lo solucionas tú con un cojín.

Luego vienen las apreciaciones sobre tu calidad humana, tu valía casi insustituible en la empresa. Las palabras se te cuelan y viajan por la sangre hasta el punto de que ya no sientes los huevos como la horma de una raqueta de ping pong. Recuerdos de las muy putas que pasaste en la gran nevada de Varsovia. La placa en tu décimo quinto aniversario, entregada por el director general en la cena de empresa. Tantas palabras al otro lado del hilo telefónico que te has convertido en una pegatina: “I love my job”.

Tu pareja está al tanto de la conversación. Sabe que estás a punto de ceder porque te huele. Sabe cómo huele la gran mentira, la esclavitud que en forma de feromonas cloacales se te escapa por la piel. Sabe cómo huele el poco aprecio y las muchas palmaditas en la espalda, el fariseísmo de darle importancia a lo que importa una puta mierda. Que llegue a tiempo una mercancía no perecedera. Una empresa que suma ganancias en millones de euros, casi del IBEX.

Ella está con las tijeras de cocina grandes, abriendo y cerrando, preguntando en voz alta si tantos millones no les alcanzan para fichar a un conductor provisional, y dejar en paz a los trabajadores que tienen derecho a descansar en sus vacaciones, a ponerse enfermos, a romper hamacas en su tiempo libre. Y ya te está quitando el teléfono de las manos justo cuando ibas a decir que sí. Pero antes de colgar, viene a ti  “gladiator”, dices:

-Ni con los huevos como la luna. Estoy de vacaciones. No me llames más o te bloqueo.

Suerte, artistas mundiales. Que vuestras obras capturen la esencia de esta máquina sorprendente que es el cuerpo humano, con todas sus glorias y miserias. Con todo ese mundo tan ancho y ajeno que le rodea.