Cieza y el drama de la migración (Parte IV)

Los migrantes ciezanos deben enfrentarse a múltiples trabas en sus países de acogida

Encarnación Juliá García

¿Sentimiento de nostalgia y duelo? Por supuesto, y más para una chica de su edad, consciente de los retos a los que se está enfrentando al tomar el camino de la investigación. Es clara en esto. Hoy, en el siglo XXI, para la mujer sigue en pie la disyuntiva entre carrera científica y creación de una familia. Una dedicación tan dura apenas deja tiempo para nada. Investigación significa que, si has iniciado un proceso químico o físico, una prueba, o estás en medio de una cavilación importante, no puedes dejarlo porque se te pasa la reacción química, se te estropea el proceso…No son ocho horas de jornada. Ella se autogestiona el tiempo de forma que, si puede descanse al día siguiente, pero no hay horarios, no hay descansos, la mayor parte de la vida se hace dentro del trabajo… Y cuando no se puede trabajar en el laboratorio (¡aquí no dejan desde las ocho de la tarde para que unos no saquen ventaja respecto de los otros trabajando más!) se sigue en la casa. Una beca no aporta seguridad económica o laboral. Además de creación de más plazas en investigación, me dice, son necesarias medidas como que las bajas de maternidad cuenten en el currículum, que hagan por lo menos contratos de cinco años… Y añade que más que el tema de la brecha salarial, en investigación pesa otros factores de desigualdad y, ante todo, se requieren medidas para poder compatibilizar con la formación de una familia, poder seguir trabajando con menos horas o intensidad. La falta de conciliación es lo que más dificulta el que haya más mujeres científicas, porque en cuanto al sesgo de género a la hora de seleccionar carrera, me indica que Farmacia es un grado feminizado dentro de las ciencias, que eran como un 80% de mujeres en su facultad. Pero como hay tanta competitividad, porque es mínimo el empleo que se crea en ciencia, al tiempo que se va incrementando el número de los que llegan a este nivel de formación, aun cuando todavía solo un bajísimo tanto por cien de los universitarios se doctora y la mayoría de los doctorados consigue trabajar en lo suyo, las mujeres van a ser las que más sientan las presiones. Estas son muy duras para una mujer y, al llegar a este punto, ya ha perdido mucha salud y mucha vida ahí para que indirectamente le manden el mensaje de que se vaya a trabajar a otra cosa. Y aun así se tiene la tentación. Para Carmen sería fácil volverse al pueblo y trabajar en la farmacia de su familia:  su abuela materna ya se licenció en farmacia en los años 50, siguiendo la línea iniciada por la pionera María Dolores Martínez Rodríguez en 1893, una de las pocas que se libró de la Real Orden de Alfonso XII, que impidió a las mujeres seguir matriculándose en universidad, situación que se prolongó hasta 1910 cuando se permite la incorporación de las mujeres a la educación superior, por una ley del Ministerio de Instrucción Pública en gran medida impulsada gracias al trabajo de Emilia Pardo Bazán como consejera de ese ministerio.

Allí en la universidad de Granada, donde Carmen estudió, está la orla donde aparece la foto de su abuela junto a la de su abuelo, que también se licenció ahí en la misma especialidad. Ni era fácil entonces ni ahora tampoco. Así sabe que se han ido muchos por no poder aguantarlo, sobre todo si son mujeres, que cuando trabajan en laboratorio no les suelen permitir quedarse embarazadas por el riesgo que tienen por las sustancias o las radiaciones, por lo que algunas se quedan sin que se enteren los superiores. “Si estás embarazada no te contratan, o te despiden, y si tienes baja, tu currículum va a bajar en relación a los hombres y a las mujeres que no tengan hijos, y luego disminuye tu probabilidad de reincorporarte. Por eso dejan que te gestiones el tiempo con la seguridad de que si dejas de ir te quedas sin trabajo, así de sencillo. Porque en la universidad funciona el sistema de méritos. Hasta el lugar en donde aparece tu nombre dentro de un artículo científico cuenta, y a veces ni tu nombre está, aunque lo hayas trabajado tú, y en los congresos si no tienes publicado el contenido fácilmente te pueden robar el póster”, matiza.

Me da la razón en esto, y se vio claramente cuando sucedió la pandemia del covid-19, donde equipos científicos diferentes, en diferentes países, llegaron a investigar proyectos iguales, de forma competitiva, sin cooperación, lo que supone un derroche de fuerzas, más pérdida de tiempo y de vidas. Ella notó sobre todo la competitividad en el predoctorado. Este no es el espíritu de la ciencia, del conocimiento y el bien común. Los intereses corporativos de las multinacionales y de los estados y la propia jerarquización funcional y ocupacional en que descansa el mercado laboral (solo un 1% de científicos) establecen fronteras que no deberían de existir. Le pregunto por la organización entre trabajadores de la ciencia, y me dice que se ha estado luchando, pero que no escuchan desde el ministerio, y que al menos sí se ha conseguido, a base de movimiento de protesta y presión continua, el Estatuto del Personal Investigador, gracias al cual el trabajo de los becarios ya cotiza a la Seguridad Social. Los diferentes colectivos del sector de ciencia e investigación en España están coordinados en una plataforma estatal contra los recortes y la precarización llamada la Marea Roja de la Ciencia, creada en 2013, la cual tuvo su mayor manifestación ese año junto a la Marea Verde por la Educación Pública y la Marea Blanca por la Sanidad, con el apoyo exterior de la Marea Granate. En la página de nanoFRET se recoge un aforismo de Nietzsche que refleja la manera en que se consigue retener en condiciones de flexibilidad laboral a todo aquel que prueba el fruto del árbol de la ciencia: “Aquel que tiene un por qué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. El conocimiento no tiene vuelta atrás. Esto no deja otro camino que luchar por mejorar las cosas.

Precisamente este el primer contraste entre Francia y España que me señala: que allí no paran de protestar en la calle. Justo el día en que la entrevisto, el día 20, fue el del debate de las dos mociones de censura contra el Gobierno de Macron. Las protestas contra la reforma de las pensiones tuvieron lugar en la región de Normandía como en otras regiones, y especialmente fueron duras en París, donde se dispersó a los manifestantes con gases lacrimógenos y hubo más de 200 detenciones. En los días siguientes ha ido extendiéndose la protesta, que tiene por motivo la subida de la edad de jubilación de 62 a 64 años, y la extensión de 42 a 43 años en el total de años a cotizar para cobrar la pensión completa. Ellos lo reivindican todo, lo protestan todo, forma parte de su cultura el no conformarse.

En cuanto a la calidad de la fuerza de trabajo española que migra, no les cabe duda a los contratadores: los españoles son muy valorados como profesionales, saben que su formación es de gran calidad. De hecho, hasta los equipos, en términos de infraestructura física, aparatos, máquinas…, con que contaba la universidad de Granada, me dice Carmen que eran “mucho mejores” que los de Rouen, pero…no hay el mismo gasto en contratación de personal.

Otro contraste es la interculturalidad, hay muchos inmigrantes allí, muchos latinoamericanos, marroquís, españoles… Observa que hay jóvenes migrantes con estudios superiores que están trabajando en trabajos precarios sin requerimientos de formación, lo cual no es su caso.  El hecho de que haya migrantes de otros países debería servir para aumentar la tolerancia en el país de acogida. En cambio, ella ha notado algún trato desfavorable a los españoles, por ejemplo, a su director que es alemán le dejaron alquilar una vivienda con una cuenta bancaria alemana y a ella le exigían tener una cuenta bancaria francesa, más un aval de alguien que trabajase en Francia (ha sido su director). Percibe que los españoles allí no gustan frente a otros inmigrantes de otros países como, por ejemplo, los alemanes. Son unas seis personas en su equipo, todas de diferentes países, no franceses. No hay mucho tiempo para socializar, ni es un medio social cálido como lo es el de nuestro pueblo. Esa es la impresión que tiene hasta ahora, aunque lleva poco viviendo allí. Tampoco hay equipo de quidditch, deporte que ella practica en España y del que preside la asociación nacional, aunque ella estará en la competición europea en Alemania este año.

Son muchas condiciones diferentes que exigen adaptación. Normalmente, una migración por tiempo prolongado, y sin posibilidad de poder volverse cuando uno quiere, no se hace sin una razón de peso, que en este caso le ha llevado a viajar los más de 1.600 kilómetros que hay entre Cieza y Rouen. Injusta es la pretensión de que la juventud formada trague con trabajos no cualificados, recordemos que la libre elección de profesión u oficio es un derecho laboral básico recogido en la propia Constitución Española (art.35). Injusto es el exilio laboral forzado por el subdesarrollo económico de un país. Y cómo llamar a una economía como la que en esta ciudad tenemos, en la que la mayor parte de nuevos contratos que se generan cada año son de peón agrícola y auxiliar de envasados del producto de un monocultivo, con todos los daños medioambientales derivados del desarrollismo agrícola, ¿poco diversificada? ¿Poco sostenible? No tiene sentido esperar que las personas se conformen con menos de lo que es su derecho, no hay razón para culparles de las consecuencias de unos esquemas que ellos no crearon, a los que nadie puede adaptarse porque son contrarios a la multifacética naturaleza humana y que, si tuvieran oportunidad de crear, seguramente lo hicieran de forma distinta. Cada vez son más los jóvenes que logran acceder a la educación superior en el mundo. Si se quiere seguir manteniendo un embudo funcional en nuestras sociedades, la frustración vocacional puede ser una fuente de conflicto muy a tener en cuenta. Es más, seguro que la juventud luchará por esos cambios que nunca estarán en el programa electoral de ningún partido, porque forman parte de esa misteriosa inconcreción a la que nuestros paisanos se suelen referir como “eso que siempre ha sido”. Porque muchas veces ya se demostró que no siempre será, y el acceso universal a la educación lo está demostrando, por mucho que quieran reducirnos a números e intenten llevarnos a la condición de cosas sin alma después de 2.000 años de revoluciones. Mientras haya vida y cultura habrá esperanza.

*Para consultar los artículos de Carmen González García ver su perfil en Google scholar. El Orthogonall cell polarity, de 2020, fue premiado como mejor trabajo de Espectroscopía aplicada en 2020 por la SEA (Sociedad de Espectroscopía Aplicada): https://scholar.google.es/citations?user=G8grZQkAAAAJ&hl=es.