Centrarnos en lo importante, según Diego J. García Molina

Centrarnos en lo importante

Los casos de corrupción que asedian al PSOE ofrecen detalles nuevos prácticamente a diario debido al gran volumen de casos abiertos: caso Delcy, caso mascarillas, caso hidrocarburos, caso fiscal, mujer y hermano de Sánchez-Pérez Castejón, caso Koldo, caso Aldama, caso Ábalos, etc. Aunque mejor se podrían resumir como caso PSOE o incluso con nombre propio, ya que todos los caminos señalan al 1, al igual que hace unos años señalaron al X. De todas formas, avanzan sin prisa, debido principalmente a la falta de medios de la judicatura, pero sin pausa, como es la justicia en España, lenta, aunque implacable, excepto cuando suceden errores inexplicables para exonerar políticos cazados en prácticas delictivas. Casualidades. También es cierto que la justicia a destiempo, con años de retraso, deja de ser justa, mas ese es otro tema. El caso es que los detalles de Ábalos y su querida, el caso Begoña, o el caso hermano de Sánchez Pérez-Castejón hacen las delicias de los programas de tertulia política, de los telediarios y digitales, de programas del corazón e incluso de las chirigotas de Cádiz. No obstante, esos casos son minucias, detalles de poca importancia que no deben nublar nuestra atención; ruido, humo; lo digo en serio, aunque parezca una idiotez. Me explico, ¿quién con algo de poder no ha querido colocar al hermano tarambana sin oficio ni beneficio? Nepotismo de toda la vida. ¿Es algo novedoso que un político de provincias vaya a Madrid y le ponga un piso a su amante? Más viejo que la tana. Y lo de la esposa no es más que el delirio de grandeza de una señora sin estudios e hija de un señor que se hizo rico con un negocio de prostitución en saunas masculinas que quiso tener un puesto en la universidad para aparentar. Lo sangrante de estos casos es que todo ello se haya hecho con dinero público y utilizando la influencia y el poder político de quienes les beneficiaron. Que dimitan y devuelvan el dinero y se acabó la historia, es sencillo. Lo difícil de entender es esa resistencia a asumir la realidad de la situación.

Sin embargo, como decía, esto no es lo realmente importante. ¿Cuánto dinero nos ha costado pagar con dinero público al hermano de Sánchez y a las queridas de Ábalos por un trabajo al que no acudían? Seguro que no llegará ni a medio millón de euros. Por contra, ¿cuánto costó el caso ERE o los cursos de formación en Andalucía? Más de mil millones de euros de dinero público y al final todos los culpables se han ido de rositas. Los pocos que pudieron ser condenados fueron exonerados por el tribunal Constitucional, un tribunal político dominado por afines al PSOE, como fue en su momento por afines al PP, sin atribuciones reales para ese tipo de prácticas. Pero lo hacen. Y aquí no pasa nada. Eso sí es importante. O que se condone la deuda de autonomías despilfarradoras como la catalana para que la paguen el resto. ¿Puede haber algo más injusto? Y todo por alargar un poquito más la legislatura. De momento, el gobierno central ha asumido nada menos que 17.000 millones, aunque los dirigentes separatistas quieren que sean los 85.000 millones que adeudan en total. ¿Qué les parece? Y las embajadas catalanas por todo el mundo siguen abiertas pagando auténticas fortunas a los colocados. Luego se quejan de que no hay dinero y que hay que subir más los impuestos o dejar morir a enfermos de cáncer o ELA porque no pueden pagar los medicamentos o los cuidados. Es duro decirlo así, pero es la realidad. Solo hay que ver cómo sigue Valencia cuatro meses después de la tragedia por la gota fría. Y no todo es dinero, hay situaciones que se han normalizado por repetidas. Por ejemplo, ¿por qué una persona de Murcia no puede optar a una plaza de funcionario en Valencia o Cataluña si no tiene un certificado de la lengua regional? La Constitución protege nuestros derechos, el único idioma obligatorio es el español, sin embargo, ahí siguen discriminando. Años de cesiones a los nacionalismos nos han llevado a esta situación.

Así podríamos seguir enumerando otras tantas políticas y cambios de opinión que tanto daño nos hacen como país. Como la forma de encarar la inmigración ilegal o el empeño en el cierre de las centrales nucleares que nos abocan a cortes eléctricos ineludiblemente ¿Qué más necesitan los españoles para salir a la calle a protestar? ¿Que haya un gobierno de derechas? Y que conste que yo no estoy a favor de provocar cambios de gobierno en la calle, eso se hace en las urnas, y luego hay que apechugar con el resultado. Solo así aprenderemos a ser cuidadosos con nuestro voto. El problema, en mi opinión es la falta de consecuencias. Uno puede ser funcionario y tener un fallo, o dos fallos, o cometer una equivocación. Pero uno no mete a su mujer en una empresa pública sin que vaya a trabajar ni un solo día por equivocación. O mete a un familiar en un ERE de una empresa donde no ha trabajado sin darse cuenta. O cobra miles de cursos de formación sin haberlos realizado, algunos de ellos el mismo día a la misma hora, por mucho sindicato de clase que seas. A una persona que actúa de esa manera habría que decirle -bien, usted cumplirá la pena que la justicia estime, pero, además, usted no podrá seguir chupando de la teta pública -. Es decir, si es funcionario pierde su plaza; queda inhabilitado para cargos públicos; y no puede ser contratado por empresas públicas. Eso de enviarlo a Bruselas a hacer nada o estar de consejero en una empresa pública, cobrando en ambos casos un pastizal, se acabó. Ya verían como así más de uno se lo pensaría bien antes de actuar de forma fraudulenta; además de que es una traición y una burla para todos los que pagan impuestos para que sean, o bien robados de esta forma, o bien derrochados inútilmente, que es otro problema. Mira como Juan Lobato, quien es técnico de hacienda, cuando quisieron involucrarlo en la filtración de datos fiscales de un particular se negó y fue corriendo a un notario a certificar los mensajes recibidos en su teléfono. Porque sabía que el reglamento de hacienda castiga de forma severa estos comportamientos en sus empleados y podía perder su plaza. Si se extendiera este tipo de medidas mucho cambiaría. No sería una solución mágica a todos nuestros males, aunque ya sería un comienzo. Yo soy pesimista y creo que es muy complicado ya revertir la situación política actual en España. Necesitamos empezar de nuevo, borrón y cuenta nueva. “Cualquiera que pleitos trata, /aunque sean sin razón, /deje el río Marañón, /y entre el río de la Plata, /que hallará corriente grata /y puerto de claridad:/ ¡Verdad!”.